La segunda exposición tuvo como objeto reconstruir el
mapa de los lugares de detención de la región de Valparaíso. En este mapa, los
marinos constitucionalistas jugaron un rol que no se había problematizado
suficientemente, al punto de que su discurso explícito buscaba recomponer las
filiaciones anticonstitucionales de sus
compañeros de generación, que
atravesaron la dictadura haciendo
carrera; situación que
esgrimirían como una conquista que reproducía de modo perverso unas exclusiones
que los pactos de olvido encubrían con una prestancia inaceptable.
Pero esa segunda exposición tuvo el valor de disponer
tres emblemas: una frasada de la Cruz Roja, una cocinilla y una maleta. Estos
tres objetos anudaban las nociones de reclusión, de traslado y de reproducción
de una vida cotidiana sometida a situaciones de excepción. Un elemento clave, sin embargo, que no
correspondía a la objetualidad de la reclusión, fue orgullosamente exhibido: un
mimeógrafo; objeto de reproducción clandestina de la palabra; representación y
soporte del Informe Político; finalmente, inconsciente tecnológico de la resistencia.
La tercera exposición estuvo organizada en torno a la
recuperación de las ruinas del campo de prisioneros de Ritoque. Pero el hilo
conductor del relato fue la reconstrucción gráfica realizada a partir de los
dibujos de campo realizados por el arquitecto Miguel Lawner, que había estado
recluido en dicho lugar. A él le debemos el dibujo en que departen los
“jerarcas de la UP”, reunidos en torno a una estufa a parafina que sostiene en
su extremo una tetera que mantiene el agua hirviendo. Esa es memoria gráfica de
una discursividad que se vaporiza en un lugar de reclusión para condensarse como espacio corpuscular de libertad
proyectable. Aunque por debajo, lo que
el equipo de la exposición instalaba era la reconversión del uso del sitio, que
de balneario popular pasó a ser campo de prisioneros. Es decir, en el mismo lugar, se castigaba la
osadía de haber celebrado la corporalidad popular como política de deseo.

En una decisión conjunta, por desarrollar un trabajo
de investigación consecuente, Verónica Troncoso, a través de un proyecto de la
Facultad de Artes de la Universidad de Chile invitó al PCdV a la artista
brasileña Rosangela Renno.
Rosangela Renno es una artista cuya obra es un
referente en cuanto al rol de la fotografía en la producción de archivos. A eso vino en el 2013, para realizar “un
trabajo sobre el trabajo” de Alfredo Nebreda. Una empresa analítica sobre una
iniciativa de construcción de colección que se revela como una memoria gráfica
de la corporalidad en la ciudad.
Entonces, nos
pareció que su pertinencia y rigor eran los adecuados para elaborar y llevar a
cabo la investigación conducente a la
producción y montaje de la cuarta exposición, sobre el PCdV entendido como
Lugar de Memoria; pero sobre todo acerca de la prisión política de mujeres en
la región de Valparaíso.
Lo que hizo Verónica Troncoso fue levantar
información proveniente de archivos
institucionales y fuentes directas, montando la puesta visual de un archivo
preliminar, abarcando la historia de nueve mujeres que compartieron prisión
política en la Cárcel del Buen Pastor y que se siguen reuniendo hasta el día de
hoy: Alicia Olea, Cristina Fuentealba, Elisa Serey, Alicia Zúñiga, Milena
Castro, Carmen Raffernau, Sylvia Lillo, Patricia Pulgar y Rosa Zúñiga.
La muestra
contempla la exhibición de archivos personales (documentos, fotografías y objetos), archivos
sonoros con las entrevistas realizadas y el retrato presente de cada una de ellas.

Lo anterior no hace más que asegurar una vez más
la confirmación de nuestro trabajo de
producción de archivo y responde de manera precisa a las objeciones de que ha sido objeto
durante estas últimas semanas. La apertura de esta exposición, concebida y
realizada durante nuestra gestión, reafirma la voluntad programática que ha
estado presente en el encuadre de apertura del Parque Cultural de Valparaíso.