domingo, 3 de febrero de 2013

FESTIVALITIS.



En la entrevista del 26 de enero, Paula Donoso me pregunta por el FAV.  Respondo de manera general, primero, en relación a la “festivalitis” y declaro que tanto festival le hace mal a una ciudad. Concentra en un solo momento actividades que luego no tienen poder de adherencia institucional porque no son el fruto de un proceso que compromete temporalidades más largas. Sostuve que los festivales pasan, que no dejan nada, que mi trabajo es pensar sobre lo que ocurre entre festival y festival. Opongo, entonces, los procesos a los productos de consumo inmediato. Lo que debo definir es la noción de “no dejar nada”. En efecto, ¿Qué significa dejar algo? Es muy simple: generar condiciones de reproducción de  prácticas determinadas. Lo que me importa es reproducir condiciones de reproducción de prácticas, valga la redundancia. Si un festival colabora con este trabajo, bienvenido sea. De este modo, todos los festivales con  que el  Parque se compromete expresan, de algún modo otro, con diversos grados de intensidad, el carácter de su encuadre. Y eso es lo que hay que discutir con cada responsable de festival. Se trata de una colaboración editorial.  No todo el mundo lo quiere entender así.

Lo que pasa con el FAV es una colaboración editorial. 

Estoy consciente que el FAV ha significado revertir la carnavalización. Sin embargo, no puede dar solución a  la demanda de un cierto tipo de agrupaciones  locales que consideran al FAV  como una fuente de subsidio estival,  sobre la que tendrían un derecho adquirido.  Lo positivo del FAV es que ha redimensionado sus actividades respetando las capacidades de carga de los diversos  espacios públicos en que tiene lugar. Otra cosa es la justeza de su programación. Hay altos y bajos.


El punto a resolver es el efecto para la reproducción de las prácticas y la posibilidad de realizar un trabajo de mediación de largo plazo. En este caso, un festival de esta envergadura no tiene sentido porque compromete recursos para levantar iniciativas de consumo rápido.  Se concentra todo en tres días porque la fuerza de la “creación”  no da para sostenerse en el año. Eso es. 

Hay que afirmar la validez de los procesos; pero por supuesto, se entiende que esto es menos visible.  La idea de asociar los festivales al consumo concentrado y rápido es buena porque permite asociar la “festivalitis” al fast-food y el trabajo de proceso  a la cocina popular porteña.


Ahora: hay festivales y festivales. Sin embargo  es preciso  cuidar que las acciones asociadas estén diseñadas para conectarse con procesos de largo plazo. Todo festival debe tener acciones asociadas: encuentros, clínicas, etc.  Pero conectadas con un objetivo editorial.  Esto asegura el fortalecimiento de las prácticas artísticas, por un lado, y permite una actividad de mediación destinada a reproducir la masa crítica de cada práctica local,  por otro.


Valga mencionar lo que escribí, sin firma, en la página web del Parque a comienzos de diciembre, sobre la exposición del Archivo Nebreda. Ya había sostenido  que uno de los propósitos del PCdV en el terreno de las historias locales era  la producción de archivo. Sabiendo de antemano que  nada es menos seguro hoy día que la palabra archivo. Ya  lo advertía Jacques  Derrida en su libro Mal de archivo: una impresión freudiana. Por eso, razón de más para examinar de cerca el desafío de una reconstrucción documental. Más aún, en Valparaíso, donde todo el mundo piensa que una caja de zapatos con fotografías es un archivo. 

¿Por qué hablar de archivos en una entrega sobre la “festivalitis”? Justamente, para dar a entender, por ejemplo, que mi interés en que se realice un festival de fotografía en el PCdV solo se justifica en la medida que se incorpora en esta política de revalorización de los archivos locales. Es el mismo sentido que tiene la recepción de conferencistas eminentes, como fue el caso de Todorov, justamente porque el PCdV es un lugar de memoria y que resultaba evidente acogerlo, como un indicio para validar un trabajo de historia local. ¿Se entiende? Producción de archivo, memorias locales, historia orales, todo eso, forma parte del encuadre del PCdV. Y es eso lo que hace que durante el año, tanto el trabajo sobre archivo como sobre historias locales, sea realizado de manera cotidiana. Esto quiere decir dejar algo. O sea, asegurar que se reproduzcan condiciones de reproducción de conocimiento.


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