miércoles, 5 de marzo de 2014

¿POR DÓNDE EMPEZAR?

¿Por dónde empezar? Esa es una pregunta que sirvió de título a la edición de unos ensayos de Barthes. Es obvio que la broma literaria apunta al libro de Lenin, ¿Qué hacer? (Chto Dielat?). Y de paso, al efecto de Cartas desde lejos. Es decir, cuando Lenin estaba clandestino en el barrio de Viborg, en minoría, lejos de la acción, y le escribía a sus compañeros: “hay que pasar a la ofensiva”. Lo cual significa que ahí estaba toda la ciencia de la consigna: convertir un texto en protocolo de acción. 

Leer a Lenin es como leer letra muerta. La letra muerta de una lengua muerta. Esto obliga a leer un texto antiguo que debe ser interpretado con herramientas que ya están en des/uso, corroídas por una historia de intervención ineficaz. Ya alguien como Althusser escribía que la lectura era un tipo de intervención: la intervención llamada lectura. Había otro tipo de intervención, en esa coyuntura intelectual, que era la escucha analítica. No hablaré de eso, hoy. 

Lo que importa es que siempre habrá un texto de referencia, una sagrada escritura, a la que recurrir para fundamentar la autoridad del padre totémico.  Las crisis sobrevienen en las estructuras operativas  cuando ya no hay sagrada escritura a la que recurrir. Entonces, los jefes tribales, liberados de sus lazos filiales básicos, toman el rol de Moisés, pero cometen un acto de soberbia porque rompen su filiación y declaran su deseo de ingresar por sus propias fuerzas a la tierra prometida. 

Los jefes tribales ya no leen a Lenin, sino que han regresado a una especie de oralidad originaria en que lo primero que se preguntan  es “¿como voy ahí?”. Sin embargo, no hacen directamente la pregunta. Envían a un recadero, que en este nuevo régimen ya ha terminado por reemplazar al intérprete. Claro, éste último es producto de la lectura, mientras el primero es portador de un recado; es decir, del discurso de otro. 

Cuando comencé formular la hipótesis de encuadre para el PCdV, entendí que debía pasar a una tercera fase, consistente en la invención de una sagrada imagen, a la que forzada y metódicamente debía remitirme.  

Todo esto es la base de la ficción programática que me hizo reproducir el gesto de la lectura leniniana inicial.¿Por dónde empezar? Por  Joris Ivens y Aldo Francia.  Lo que significa fijar en la Imagen el estatuto de escritura sagrada fictiva sobre la que podía fabular la posición de los cuerpos en un imaginario determinado.

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