miércoles, 30 de julio de 2014

COLOSAL: EL CONCEPTO

Hay una primera razón para denominar COLOSAL a esta exposición expandida y en tiempo real. Todo esto es una broma de mal gusto para los especialistas en arte contemporáneo. Frente a la catástrofe, las artes visuales han quedado mudas.  No diré, ciegas. No tendrán palabra. Hay prácticas sociales cuyos efectos estéticos son más consistentes que las oportunidades de carrera que se forjan al representar el dolor de los otros. 

¿Cuál es esa razón?  José Luis Barrios, filósofo mexicano, curador del MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y que estuvo con nosotros compartiendo en el Parque hace algunas semanas, nos proporciona algunas  pistas. En su libro Atrocitas Fascinans (Imagen, horror y deseo), nos recuerda que Kant en la Crítica del Juicio introduce el concepto de lo colosal que, al igual que el de lo monstruoso, son los límites para argumentar en torno de la experiencia estética de lo indeterminado. Y luego señala en una nota al pie de página que lo monstruoso es la frontera de lo indefinido, pero del lado de la naturaleza; mientras lo colosal es el límite que corresponde a la razón. Lo indefinido está en la irregularidad del asentamiento. No por menos regular, menos legítimo. Sin embargo, en Valparaíso, la razón del capitalismo forestal facilita el desborde de la racionalidad de su manejo. El incendio dejó 


He insistido en esta distinción: el Incendio no ha sido el producto de un accidente de la naturaleza, sino la ejecución de un programa implícito de desestimiento de la razón política.  La decisión de combatir el incendio dependía de eso. Estando las tres condiciones reunidas, el responsable  de poner al Estado en (e)videncia pasó a ser un portador de lo indefinido y facilitó la conversión de lo monstruoso en colosal.  Porque la decisión institucional de sobre/poner una Delegación de Excepción pone de manifiesto la falla  de la Autoridad Normal para gestionar, justamente,  su propia condición. 

Para precisar aún más el término, José luis Barrios acude a la cita de un libro de Jacques Derrida, La verdad en pintura (Paidos, BsAs, 2001) donde lo colosal  no es una cosa sino  un concepto “y la presentación de este concepto en la medida que no es presentable. Ni simplemente impresentable; casi impresentable. Y en razón de su talla: es “casi demasiado grande” “.  En este terreno de lo ordinario de los días, la Delegación resulta impresentable, porque su concepto no cubre lo representado en los informes de manejo de las poblaciones vulnerables. 

El análisis de José Luis Barrios apunta a definir el sentido del monumento arquitectónico como una especie de concepto demasiado grande que desbordaría nuestra capacidad de aprehensión.  Pero el Incendio, lo que hace, es ponernos delante de la prueba indesmentible de una ausencia de monumento; es decir, de presencia de lo habitable como trama que se instala sobre la topografía y modula lo informe del territorio. 

Es aquí donde entra a operar una dialéctica de lo colosal, donde -a su juicio- el concepto entra a operar entre el delirio por la técnica como dispositivo de poder, cuya expresión es el monumentalismo arquitectónico y una  estética del horror cuya forma más acabada es la lógica de la guerra. Lo que tenemos es un desbordamiento urbano que termina por imponerse al paisaje como figura de poder. A cada formación social le corresponde el desbordamiento que se merece. Desde la Promoción Popular en adelante lo que tenemos es una práctica de la impostura compensada que se ha transmutado en política de vivienda en-la-medida-de-lo-posible. El incendio puso en evidencia la dimensión colosal de dicha impostura, como manifestación de una forma delirante de poder, donde ya ni siquiera está disponible la técnica para modelar la representación de lo informe, como política de la vivienda faltante.  Lo monumental y lo horroroso han pasado a ser las condiciones de percepción de una habitabilidad averiada por las relaciones entre el humo y el terror en su inmediatez. En los dos próximos párrafos he decidido aumentar el cuerpo de la letra. En una coyuntura signada por la patrimonialidad de los cuerpos en su resistencia máxima, lo que me cabe es al menos consignar la fortaleza del cuerpo de una letra que resiste para cubrir lo que representa. 

La Autoridad regional expone la precarización  de sus agenciamientos  al producir la figura impresentable de su presentación. Pues bien, en nuestro medio existen políticas sociales solo porque no accedemos  técnicamente a la  completud de la monumentalidad, sino a un tipo de experiencia en que se debe hacer calzar un concepto de unidad arquitectónica  que pueda ser funcionariamente presentable como aprehensión del territorio, en un marco de compensaciones reguladas.  


Entonces, una política de vivienda es lo inverso de lo colosal porque modela lo informe de acuerdo a una definición de tolerancia y conformismo  que está pensada para satisfacer los PMG de los funcionarios de los servicios de vivienda. En esta situación emerge la figura de lo monstruoso como la evidencia de que no hay otro horizonte posible, más que la comprensión del “aparato” que distribuye las compensaciones como indicios de política de desarrollo regional.

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