Prosigo con
la hipótesis de la edición como espacio sustituto en el campo del arte. Para
postular a su desarrollo se requiere de unas habilidades con las que no se
puede “blufear”. La existencia de muralismo de cuarta clase en esta ciudad
demuestra que los artistas que lo sustentan no son capaces de sostener una
narración más larga que una viñeta. Hay exceso mural en Valparaíso porque no
existe capacidad de edición autónoma.
Me explico:
los murales revelan la incapacidad de narrar una historia de acuerdo a los
imperativos formales que el comic –en general- ha instalado en el debate gráfico contemporáneo. El empleo del muro como si fuera “papel
expandido” es la muestra de la incapacidad de esos agentes para sostener un discurso editorial
consistente y consecuente. Eso no
tiene que ver con la “libre
expresión” sino con la ignorancia acerca de cuáles son los rangos mínimos de
calidad de sus propuestas, por un lado, y
por otro lado, con la indolencia de quienes saben que su mediocridad no les permite más que
esto.
Sigo
pensando que la agitación social gráfica
es de otro orden, y aún así, exige
una negociación compleja con las comunidades.
Planteo
estas ideas para re-afirmar la importancia crucial de las iniciativas editoriales. Hay exceso de muralismo en Valparaíso en proporción inversa a
la capacidad editorial. En concreto, estoy diciendo que hay exceso de muralismo
porque no hay política del libro. Y no es chiste. La sobre dimensión de la
inversión gráfica sobre el muro denota el rechazo al rigor de la escritura.
Escribo
sobre la capacidad editora manifestada por algunos agentes cuyas acciones deben
ser relevadas, porque no se ejercen sobre el muro de las fachadas, sino sobre
la portada de un libro.
Pienso de
inmediato en la publicación de La ciencia
jovial (Nietzche) bajo el cuidado del filósofo José Jara, por la Editorial
de la Universidad de Valparaíso
¿Cuál ha
sido la innovación editorial? Producir libros que no se parezcan a los libros
fabricados por una editorial “tipicamente” universitaria, sino que han
recurrido al préstamo formal de la edición de catálogos de arte; es decir, tapa dura y lomo exhibiendo el trabajo de costura. Lo cual conduce a dos reflexiones. La
tapa dura reemplaza la blandura de las portadas anteriores. Resulta evidente el deseo de rectoría en
cuanto a instalar un rigor en una actividad editorial que visibiliza una
política de conducción general. Es como si definiera que el primer vínculo de
la universidad con la sociedad es la
lectura. Lo cual implica pensar la lectura como una cuestión política.
La política, siendo un asunto de lectura. ¿De qué lecturas nos hacemos
responsables?
En estos
nuevos libros, la visualidad de la costura remite a poner en valor la
infraestructura editorial, afirmando el libro como un objeto de impresión que sostiene una impresión de deseo. Es decir, el deseo de convertir a la universidad en un espacio de costura
una política de desarrollo
regional. Lo cual supone promover el reconocimiento de una práctica, tanto de corte discursivo como de confección
material, que afecta la representabilidad de los cuerpos.
En las
páginas finales de La ciencia jovial
aparece impresa la imagen de un
carrete de hilo que concentra el carácter de la decisión editorial. Antes que
exhibir lo impreso, el libro se da a conocer por la capacidad de amarre de la materialidad que acoge los
signos tipográficos. Esto quiere decir, que se instala en Valparaíso la
práctica de hacer libros, denotando la existencia de una política que pone el
énfasis en la representación de la portada, en detrimento de la utilitaria
franja del lomo destinada a recoger las señas de identidad del libro. Esto
puede parecer un asunto menor. En la portada no hay más imagen que la letra. La
letra (que hace) figura, para colmar una fisura institucional. La visualidad de la médula
asegura la consistencia de un
bloque de papel determinado y fija las pretensiones de una decisión que pondrá a prueba la paciencia del
personal de bibliotecas.
Es muy
probable que estos libros sean impresos para circular como piezas titulares
sobre una mesa (superficie), en
vez de marcar la disponibilidad clasificable de una estantería. Sobre las mesas se despliegan las
páginas y los mapas mentales de referencia que dibujan la viabilidad conectiva
de asociaciones flotantes. Las
estanterías, en cambio, son como el andamiaje de un conocimiento local que reproduce formas ya perimidas de lectura.
Entonces,
esta innovación se realiza, por una parte, publicando el trabajo de un filósofo que trabaja en y desde
la institución local, y por otra
parte, afirmando la visualidad de
la costura como práctica simbólica.
Hola, Justo, mi nombre es Dagoberto Flores, periodista de revista Cáñamo. Estamos haciendo un artículo sobre Andy Warhol y nos gustaría entrevistarte al respecto. Te envié un mail y también te he llamado a tu celular, pero no he obtenido respuesta. Seguiré intentando durante la tarde y el fin de semana. Saludos.
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