En el PCdV ha habido en las últimas semanas dos
presentaciones editoriales. Tenemos una pequeña política de presentaciones de
iniciativas en este terreno. De hecho, un punto altamente significativo estuvo
marcado por la presentación del libro de Juan Luis Martínez, El poeta anónimo.
Esta presentación, dicho sea de paso, estuvo precedida del montaje de la
exposición Aproximación del Principio de
Incertidumbre a un Proyecto Poético, que ya había sido montada en la
galería D21 de Santiago. Su reposición en Valparaíso fue hecha coincidir de
manera aproximativa con el montaje de la muestra de Ciudad Abierta.
Entre ambos proyectos había un elemento común; a saber, que ambas
obras habían estado presente en la XXXª Bienal de Sao Paulo. Valparaíso, presente, en la Bienal. No
hay que desmerecer esta situación, por más que los discursos de algunos agentes
locales califiquen, con la acostumbrada ingenuidad y torpeza analítica que los
caracteriza, demonicen las bienales a las que no son invitados. Resulta banal criticar el modelo sin
operar desde un conocimiento
interior, sin darse
siquiera a la tarea de instalar
transgresiones que hagan avanzar razonablemente las cosas.
Ahora bien: este montaje dio pie a la presentación de la edición de El poeta anónimo. Resulta chocante que este gesto editorial haya sido
realizado por una editorial brasilera especialista en arte contemporáneo y no
por una editorial chilena especializada para la promoción y gestión de las letras
internas. y que ningún crítico
literario haya asumido su comentario, salvo las excepciones que mencionaremos, Y
luego, nos permitido editar en formato digital un cuadernillo que lleva el
título Aproximaciones del Principio de Incertidumbre… y que contiene los textos
de Hugo Ribera Scott, Felipe Cussen, Luis Pérez Oramas y Pedro Pablo Guerrero. Esta es, entonces, una grane
edición que ha sido producida en Valparaíso, bajo nuestro sello, y que está
destinada al conocimiento y estudio de un poeta que ha sido decisivo en lo que
hemos denominado densidad local.
Las presentaciones de libros en el PCdV poseen, por lo tanto, un
principio articulador que consiste en poner en evidencia todos los esfuerzos de
editorialización de las diversas escenas locales, en la actual coyuntura
artística e intelectual de la ciudad. En el sentido, por ejemplo, que Juan Luis
Martinez habilita un cruce entre poesía, visualidad, objetualidad e
historización de lecturas que definen el carácter de un momento particularmente
decisivo para la producción de nuestra propia línea programática.
Un segundo hecho significativo en esta serie de presentaciones ha sido
la del libro de Lucy Oporto, Arqueología del alma, publicado por la editorial
de la Universidad de Santiago. Lo que importa relevar en este caso es que se trata
de una escritora independiente que reside en Valparaíso, que no ejerce docencia
alguna y cuyo trabajo es recogido por una editorial universitaria prestigiosa.
Esto constituye desde ya un atributo extraordinario porque ratifica el efecto
constructivo de la obra. Siendo este libro, un gran ensayo sobre Jung, lo que
importa es la textualidad que invierte Lucy Oporto para introducirnos en las
categorías junguianas, a través de una escritura que no trepida en formular la
pregnancia analítica de ejemplos locales sobre el costo que tiene el trabajo de acceder a la
consciencia, en el marco de una cultura del adelgazamiento simbólico. Estos
ejemplos, para avanzar, son Violeta Parra y José del Carmen Valenzuela Torres.
Sin embargo, no son casos que sean expuestos en el libro, sino planteados en
las presentaciones a que éste ha dado lugar, ya sea en la Feria del Libro de
Santiago como en el PCdV. Se trata
de textos leídos por la propia
Lucy Oporto en ambas presentaciones. De modo que la secuencia de presentaciones
deviene un formato de instalación
del discurso de posteridad del libro.
Un tercer hecho que incide en la puesta en escena de la
editorialidad sustituta en
Valparaíso tuvo lugar el viernes 2 de agosto, en que presentamos la experiencia de Ediciones Perro de Puerto. El objeto de este encuentro fue discutir sobre la
necesidad de montar un soporte editorial para la producción literaria acumulada
en la provincia y que se ha levantado contra la razón metropolitana. Sin embargo, dicho levantamiento no se
traduce en la invención de soportes que recojan la tradición de los formatos de
auto-edición, que en los años sesenta, a lo menos, tenían la delicadeza
material de asumir los efectos de la linotipia. Por ejemplo, nadie valora hoy
día la exactitud material de los libros editados por Andrés Sabella, en
Antofagasta.
Asumir la razón textual de la provincia no tiene por qué promover la
secuela de actos fallidos editoriales que conducen al naufragio de las formas.
Y son fallidos porque no consideran la especificidad material de la historia de la tecnología de la impresión. Esto no implica de mi
parte desautorización del gesto, sino poner a debatir la rentabilidad
conceptual y la precisión política implícita en los formatos y los soportes. En
términos estrictos, hay que abordar esta editorialidad desde las condiciones de
autonomía de una PYME que requiere de un mínimo de inversión de recursos. No es
posible, en este sentido, desestimar el estudio de los objetos producidos por Nascimento en períodos anteriores. No es
posible hacer caso omiso de las condiciones mínimas para levantar la capacidad
editora que enfrente a la razón metropolitana, pero con herramientas y con
armas a la altura del desafío.
En relación a lo anterior, los tabloides editados por Perro de Puerto sobre el comercio
ambulante, y que son piezas gráficas que satisfacen la parodia del formato de
Le-Monde-Diplomatique, exponen la
fascinación de quienes no desean ir más allá del modelo de negocios
comprometido. Lo cual expone el deseo de montar una editorialidad de feria
libre, que pone en un mismo nivel los objetos de grifería con piezas de una
narratividad consecuente. Esto privilegia una poesía de plomero y erige como
referente narrativo la disposición descriptiva del bricolage.
En la metáfora, la feria libre remite a la experimentalidad
decimonónica de Emile Zola en El vientre de París. Pero en términos de
la realidad editorial, no presenta la menor utilidad para combatir la razón textual metropolitana. Es
preciso montar una economía política
del soporte editorial, que contemple el análisis de factibilidad de
tecnologías discontinuas que, a su vez, comprometan recursos de inversión
adecuados a la magnitud de la tarea; la que debe dar pie a la constitución de
una industriosidad local mínima
desde la movilidad de una literatura de frontera dispuesta a sostener el
peso de una productividad textual determinada.
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