jueves, 22 de mayo de 2014

DE CÓMO SE TRABAJÓ LA PRODUCCIÓN PROGRAMATICA DEL PCdV

¿Que garantía hay que algunas agrupaciones lean de otra manera el territorio? Esta es una pregunta modificada. En una entrega anterior me he referido a esta pregunta, formulada por una lectora, en la que el objeto de la interpelación era la Autoridad. Esta vez he querido dirigirla hacia algunas agrupaciones que asumen el apelativo de “culturales”. En verdad, son mas amplias de objetivos, porque practican un modo de comportamiento que va desde  iniciativas para generación de recursos económicos propios, hasta la organización de cursos de formación en el terreno de las “artes de la calle”, pasando por la representabilidad de facciones  alternativas del movimiento social. 

Cuando se tiene una “casa para el arte”, es complejo el destino de las “artes de la calle”, cuyos sostenedores deben demostrar de qué manera re-significan la propia calle como escenario. Se ha hecho visible  un síndrome de saltimbanqui cuya fragilidad expresiva  pone de manifiesto la necesidad, no de formación, sino de competencia efectiva de un tipo de prestación que en la ciudad se ha vuelto deficitario, por la amplificación  de la densidad estética de múltiples manifestaciones de  artes implícitas que se conectan con lo más significativo de la cultura popular.  

En una ocasión, discutí con sus representantes sobre las tres funciones  del PCdV: función de centro cultural, función de centro de arte y función de centro comunitario. En su práctica, la función de centro de arte exigía ir mucho más allá que la expresión de un gremio. El centro de arte trabaja con artistas específicos y no con gremios. Los gremios están para asuntos gremiales, valga la redundancia. Pero escudarse en un gremio o en una agrupación para obtener cuotas en la programación de un dispositivo cultural, atenta contra toda coherencia de conducción. Los centros culturales complejos no se manejan de este modo. El diálogo del PCdV con los artistas se establece en el nivel de las prácticas específicas; incluidas, las “artes de la calle”. 


Por esa razón, mi invitación fue a que participaran en un Laboratorio de trabajo sobre el territorio. Para eso redacté dos textos, que he publicado en mi libro Escritura Funcionaria, y que pueden ser leídos entre las páginas  134 y 136. De este modo, establecí las condiciones para la  colaboración en torno a una iniciativa en el marco de la función  de centro de arte. En este proyecto establecimos dos ejes: Cerro La Loma y subida Cumming. Pero cuando llegó la hora de iniciar el proyecto, ninguno de esos representantes se presentó. De modo que con algunos agentes culturales de otra agrupación (Plan Cerro) hicimos la primera tentativa de trabajo en la subida Cumming. 

Lo interesante del trabajo que realizamos con Plan Cerro fue que del análisis (lectura) del territorio inmediato, abordamos la situación del Estanque. ¿Cual fue el resultado? Que Plan Cerro, con posterioridad, elaboró las bases de un concurso de ideas para el destino de dicho lugar, que fue efectivamente valorado a través de un fondo del CNCA destinado al respecto. Fue así como de todo eso hubo un concurso que sancionó un premio y que eso existe hoy día como un antecedente que señala un estado de la interacción entre el Parque y sus vecinos. 

Pero este no fue el único resultado del Laboratorio fallido que intenté realizar con representantes de agrupaciones. En otro plano, pero en la misma función de centro de arte, la lectura que hice del territorio me llevó a considerar dos elementos que ya existían. Por un lado, la experiencia de Danzalborde, y por otro lado, el proyecto de Fundación Siemens en torno al concepto del “movimiento más allá del movimiento”. Desde estas dos experiencias  me fue posible montar el proyecto Movimiento Sur, sobre cuyo desarrollo he publicado otros dos textos en el libro ya referido y que aparecen entre las páginas  137 y 145. 

Este es un ejemplo de cómo responden de manera insuficiente algunos representantes que no  se restaron de  sostener acuerdos de colaboración compartida.  Lo que abunda en ellos es la exigencias de cuotas en una programación, sin mediar la pertinencia de sus propuestas. Es así que me puedo referir a solicitudes  de los representantes para ocupar la fachada  del edificio de Difusión  con una pintura mural colectiva. Tuve que responder de manera muy cuidadosa, argumentando en favor de los principios de la arquitectura moderna y del rol del concreto a la vista, en una obra como ésta, que ya se había convertido en “patrimonio contemporáneo” de la ciudad. No bastó sin embargo mi respuesta, porque de todos modos estos representantes han sostenido que de mi parte ha primado un principio de discriminación. 

Mi respuesta ha sido otra. Es lo que he demostrado a través de dos experiencias de “pintura mural”, realizadas por dos grandes artistas internacionales de primera línea, como los son Ai Wei-Wei y Erick Beltrán, con los que fue posible realizar proyectos que en caso alguno atentaron contra  la arquitectura. De modo que demostré como era posible leer las propias posibilidades formales que los edificios nos ofrecían para señalar cual era el rango de nuestras exigencias formales. Para eso estamos. Para señalar rangos de rigor en la prácticas artísticas locales, a partir de una consideración sobre el estado de los consensos de una masa crítica determinada  en relación a las mencionadas prácticas. 


Es  así como se trabaja en un dispositivo complejo cono el PCdV, que incorpora demandas efectivas de la escena artística, pero como corresponde a sus facultades, a partir de la lectura que hacemos como Dirección,  del estado del imaginario local y de la posición de las practicas.  

2 comentarios:

  1. Más información sobre el libro ESCRITURA FUNCIONARIA está disponible en el sitio de la Editorial Curatoría Forense http://curatoriaforense.net/_editorial/escritura_funcionaria/

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  2. Sin afán de discutir ni de problematizar sobre este fuego cruzado entre la dirección y comunidades locales pues no me siento parte de ningún bando, me pregunto sobre a pertinencia de crear una convocatoria abierta a la comunidad que abarque las distintas prácticas artísticas que convergen en Valparaíso, y de esa forma, hacer parte al Parque del sentir de sus mismos artistas, y satisfacer as demandas de manera democrática. Convocar de forma abierta y amplia, con publicidad, con impacto en medios. Por qué no lo hacen? Por qué tantos artistas restan su pertenencia a un espacio público que es de todos y todas? Creo, sinceramente, que se hace necesario y pertinente abrir la cancha para que muchos más se integren al juego con reglas claras y precisas, y aún, terminar con todo este kilombo de intereses cruzados que devienen en situaciones que bordean lo tragicómico y dode nadie queda bien parado. Por mientras, los artistas de oficio y dedicados 100% al trabajo serio y sin pertenencia a ningún bando ni institución, seguiremos esperando a que se pongan de acuerdo y buscando otros espacios para exponer y debatir mediante nuestras obras. Convocar, he ahí la solución, convocar sin miedo, llamar, abrirse al encuentro, sin temor a hallar joyas y tesoros que abundan en la zona pero que jamás se encontraran siguiendo la misma mecánica de apertura cerrada.

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