El
último párrafo de FUNCIONARIATO (3), leído con atención, hará sospechar sobre
el alcance de (toda) nuestra candidez analítica, ya que haría admitisible la inevitable articulación entre
Estado y ciudadanía para detectar las brechas en la calidad urbana. Debo
confesar que este párrafo solo pretendía dejar una hilacha colgando para poder
proseguir con el estudio sobre ese deseo de
articulación declarada como una gran conquista ciudadana.
Veamos:
cuando los ciudadanos se dedican a detectar las brechas es porque le están
haciendo “la pega” al Estado. Si el Estado acepta articular una política
concertada de detección de brechas, entonces acepta que no cumple con su
obligación y pueden sus funcionarios ser encausados por incumplimiento de deberes.
Articular
significa renunciar de parte de los ciudadanos, a exigir sus derechos. Lo que
viene es un tipo de delegación en que los ciudadanos deben dar muestras de gran
razonabilidad para acoger un plan de disminución de las brechas en la calidad
urbana, porque de lo contrario quedan fuera de toda posibilidad de “convenio”.
De este modo, todo deseo de articulación es un momento inicial de una
subordinación pactada en que el ciudadano solo es reconocible por el grado de
amenaza que puede representar; amenaza que solo tiene como destino lograr un asiento en la mesa de articulación,
para entrar a conversar de otro modo, pero entregando parte de la
soberanía que le fuera reconocida para
llegar hasta allí.
La
articulación es un momento de pacto desigual, en que el funcionariato admite que carece de un quantum de habilidad para
ejercer sus facultades y que se encuentra en la obligación de recurrir a los
ciudadanos para suplir dicha falta, a condición de desnaturalizar sus
iniciativas iniciales. Bueno, en eso consiste su trabajo. El funcionariato se
inventa los ciudadanos a la medida de un diseño que ya ha sido contemplado en
la base de su diagrama accional.
¿Que
le queda al ciudadano? Admitir, de su parte, la impostura positiva de su
amenaza inicial para ingresar en el terreno de una delegación que asegura una
presencia “duradera”. Sin embargo, eso dependerá de cuan pueda montar
dispositivos de sustitución de su soberanía inicial, para pasar a organizar las demandas y fijar
los términos que los hará traicionar, necesariamente, el “mandato arcaico”
que inicialmente lo señalaba como
portavoz orgánico de una energía social gestada en ese proceso de detección de
las brechas en la calidad urbana.
Pues
bien: sin una consultora, el ciudadano permanece en la literalidad de la
demanda. Es que si hemos señalado la existencia del funcionariato como figura de la voracidad estatal, la consultora
aparece como el nuevo espacio
epistemológico que se levanta para establecer la (mencionada) correspondencia.
Epistemológico, porque se trata de producir el concepto de ciudadano que resuma
la conveniencia de su propia tolerancia discursiva, como consultora.
Una
consultora es un espacio de contención y de modulación de la conflictividad
mediante la organización del desplazamiento técnico de la detección de las
brechas y de su conversión en planes de acción (mitigación; mejoramiento).
Al
final, cuando hablamos de ciudadanía y de Estado, estamos hablando de
“abstracciones”, sobre todo en lo que a calidad urbana se refiere; cuando lo
propio es encarar la articulación desde la retórica de sus representantes:
consultorías y funcionariato, como los dos polos de una construcción discursiva
en que el ciudadano termina siendo aquel
por el que siempre se habla.
Y
el ciudadano, por su lado, creyendo primero que
era su habla la que prevalecía, en un segundo momento debe caer en cuenta que su propio reconocimiento depende
de cuanto pueda ser hablado por la
entidad que hace de su trabajo la promoción de la articulación contemplada en
el enunciado inicial. La consultora, entonces, aparece en el momento de la
formalización de los indicios de la brecha, para tercerizar las áreas deficitarias de conocimiento que
arrastran los Departamentos de Estudios
del funcionariato y compensar organizacionalmente
al ciudadano despojado, enseñándole cómo
puede eficazmente producir el
diferimiento de sus luchas.
Es
de esta manera como se imagina, se
organiza y se controla el territorio.
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