Hermanito,
en la construcción del archivo de nuestra
orfandad, sin duda, la memoria de la Skoda ocupa un lugar relevante. No tenemos
fotografías de la infancia. Lo cual me
hace pensar en lo que decía nuestro querido
Carlos (Leppe): no tenemos album.
En la familia no había camara fotográfica.
Solo tenían una los arquitectos comunistas que venían a la casa y ellos nos
sacaron las pocas fotos que tuvimos de nuestra infancia penquista. Tiene que haber habido una relación modernista entre comunismo y arquitectura, en
esos años. Tengo la impresión de que ellos eran los primeros “intelectuales”
que conocí.
De la Skoda, no hay fotos. He podido
recuperar algunas en internet, buscando
el modelo de 1956. De modo que es dable reconstruir la traza de ese comercio de
automóviles de proveniencia de la Europa del Este. La estética y esa mecánica
era la que correspondía al momento ascendente de la familia, dentro de un
espíritu social-cristiano totalmente pulcro y movimientista.
Nuestro padre siempre habló con decepción
de la transformación del movimiento en partido.
Se refería al PDC y al ostracismo sufrido después de la visita de los
grandes oradores santiaguinos enviados a Concepción para aniquilar a los
falangistas reticentes. Nos lo volvió a repetir cuando el Mapu
reprodujo el gesto análogo para adquirir el estatuto de “partido
proletario”. Algunos, hoy, reproducen
una pulsión semejante en RD. La historia se repite, como tragedia, como farsa.
El problema con el Skoda es que contenía
una historia cubana por anticipación. Y esto te señala hasta qué punto la
familia ha recibido ya desde esa fecha
el efecto del fantasma de Cuba.
Imagina los primeros días año 1959. Suena
el teléfono en el departamento en que vivíamos en Carrera con Pelantaro.
Nuestra madre atiende y habla con una de sus amigas. ¿Angelita Fauré? ¿Betty
Fischman? Eran arquitectas, casadas con arquitectos. Nuestro padre les
dibujaba los proyectos
eléctricos. Desde ahí proviene mi
facilidad para el dibujo técnico. Una
cierta fascinación por la costra de la tinta china sobre el papel vegetal
(sueco).
Entonces, escucho que hablan animadamente sobre una gran noticia.
Luego, nuestra madre corta el teléfono y se dirige a mi, haciéndome partícipe
de lo que le acababan de comunicar: “Justito –me dice- Fidel entró en La Habana”.
Esa era la gran noticia. Yo era
chico, pero supe que esa noticia iría a cambiar el destino de nuestras vidas.
Es decir: era una noticia pública que intervenía el espacio privado de unas redes
de amistad, afectiva y política.
Entonces, ya teníamos esa Skoda. Y la teníamos para cuando fue el
terremoto del 21 de mayo de 1960. Una semana después de la gran marcha minera
desde Lota a Concepción, en medio de una gran huelga que, por niños que fuéramos, ya estábamos informados y
sabíamos lo que eso significaba. Ciertamente, porque como nuestra madre nos
dejaba a veces al cuidado de sus amigas,
entonces pasaba algunas tardes en la casa de
los Gutiérrez-Fischman. Ahí fue
que escuché de boca de Maco Gutiérrez, por vez primera, el nombre de un señor
que se llamaba Clotario Blest y de una entidad que designaba como “clase obrera”.
Poco tiempo después viajaron a Cuba y trabajaron durante casi una década como
arquitectos.
El resto de la historia ya lo sabes. Regresaron en los setenta y los fuimos a ver a su casa, con unos
compañeros de curso de segundo año. Tenía
que encontrar al que había pronunciado esas palabras: “clase obrera”. Aunque a decir verdad, nuestro padre, que había
tenido un pasado en la juventud obrera católica, ya había introducido la palabra en el tráfico
lenguajero familiar. Solo que Maco -ciencia externa- le imprimía una temperatura
diferente a las palabras. Lo lamento.
Era el efecto de la Fragua de Vulcano. Nuestro
padre estaba con Kerensky.
En los años de la Skoda, en Valparaíso
funcionaba la enseñanza política de Sergio Vuskovic y Osvaldo Fernández. ¿Te
imaginas lo que eso significa? Lo que pasa es que nuestra familia emigró a
Santiago a fines de 1963 y esa es otra historia. Ahí, ya teníamos el pequeño camión Opel de
nariz chata, donde cupieron todas nuestras pertenencias.
Bueno. Las historias familiares tienen su
historia traumática de migraciones. Porque toda migración es una violencia. En
ese sentido entiendo tu fascinación por las historias de pueblos abandonados
como una ficción literaria que nombra las perturbaciones del territorio.
Me adelanto. No hay territorio más
perturbado que el referido por el Pacto La Matriz, que de hecho, asume como
activo patrimonial el efecto de “una migración al interior de una
migración”, pero que no solo se refiere
a lo territorial, sino sobre todo a los desplazamientos políticos que buscan
una reparación (imposible) ante
tanta violencia ejercida por las élites partidarias.
Sin duda, el nombre no fue el más acertado.
He leído las declaraciones del cura en El Mercurio de Valparaíuso y sus
observaciones me parecen totalmente atendibles. Sin embargo, no entiendo por
qué, en virtud de un imperativo “fundacional”,
se apropian de dicho nombre para iniciar desde allí la “reconquista” del
Municipio. ¿Cómo no darse cuenta que la
denominación resulta restrictiva y solo
da lugar a una asociación restrictiva respecto de la ciudad, que la
toman simbólicamente como un “resto” cuya renovación depende de su inclusión en
un proyecto que ahora revela unas connotaciones “autonómicas” que excluyen a
los demás porteños de la “ciudadanización de la soberanía”.
Pero no es responsabilidad nuestra que los
porteños tengan esta historia de desangramiento institucional. Ni amo ni odio a Valparaíso. Yo soy penquista, de “espíritu” secano-costero. Me conmueve el hecho de que la desagregación
política haya llegado a este nivel. Es
como el guión-autocumplido de “Valparaíso, mi amor”. Aldo Francia ya filmó la
anticipación del naufragio ético y político.
Entre el DJ y La Matriz no hay diferencias “ontológicas”, sino de grado. En ambos pervive la xenofobia hacia el que
viene-de-fuera, para omitir la determinación histórica cultpable de haber sido
el enclave de las casas comerciales británicas que definieron su carácter
capitalista-mercantil.
Me refiero al hecho de que para sostener
esta ficción de omisión, tanto el DJ como el Pacto, deben tener “algo de” Lagos
Weber, que es un modelo de referencia para una “pillería” interpretatova e interpelativa de última
magnitud.
Nosotros
solo somos unos migrantes que conocemos de sobra la construcción de
abandono y los negocios que se pueden montar a partir de eso. Lo cual resulta insoportable a los-maría-kuleba de cualquier sector,
agazapados en el encubrimiento de sus deudas partidarias. Al final, falta el momento en que pregunte “¿cómo voy ahí?”
Yo lo
único que hice fue tentar un análisis de las fuerzas que operan en el Pacto,
antes de que los de la Autónoma llegaran a destituir las pretenciones de la
pequeña burguesía ilustrada, ilusionada con la autonomía de sus comercios, en
el marco de una estrategia de turismo cultural adecuado. Bueno, asi “a nadie le falta Dios”.
Así las cosas, a falta de consistentes
argumentos políticos en contra de nuestro discurso, el idiota se metió con la
familia, que es el gran “argumento político” del stalinismo básico: afectar la
filiación. En verdad, de todo
totalitarismo. Esa onda: no hay filiación fuera del partido; el partido es (toda) la filiación. Este concepto lo tienen pegado en el
insconciente, que en este caso sería como una ciénaga viscosa por la que
deambularían estos rastacueros que buscan figuración en las fisuras de los grandes
movimientos. Entran por el costadito,
metiendo el dedito, de a poquitito, “participativa/mente”.
Como le has descubierto el “juego”, te
agrede mediante una fórmula muy bien aprendida, que consiste en montar la
figura del hermano menor como un incompetente que no se merece compartir la
gloria del hermano mayor exitoso. Pero
en términos estrictos lo que hace es manifestar
su deseo de asumir él mismo tu lugar, porque necesita a gritos dicho
merecimiento. O sea, ¡quiere ser mi
hermano menor! ; lo cual viene a ser una variante de la figura del “huacherío” político en la
búsqueda constante de un referente viril.
Por eso estaba desaforada, la María. Tu
maldad analítica recogió una denominación que tu no inventaste, sino que
tomaste de su uso en su círculo cercano. El punto es que la
María-madre-mía-yo-te-doy-mi-corazón es el fundamento de la piedad (pietà), en
política. Y te reprocha no haber sido
piadoso. Pero se equivocó en una cosa. No sabe que tenemos hermanas.
Un abrazo.
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