Hay que leer el artículo de Patricio Guzmán en
revista La Fuga que lleva por título Lo
que debo a Chris Marker. Es un texto de gran generosidad ética y
precisión metodológica. Ahora, en
Valparaíso, recibo El Deformes, un
tabloide que sostiene la obra de Eva Olthof, residente de CRAC. El problema es que actúa como si Joris
Ivens fuera su gran descubrimiento autoral, cuando ya forma parte de la
investigatividad local, desde hace más de dos décadas. Mucho antes que la gente
de CRAC entrara a la universidad, Joris Ivens ya era mencionado en la enseñanza
de la UPLA. Y más aún, conectando A
Valparaíso con Tierra de España.
¿Alguien ha visto Tierra de España? ¡Hay que ver Tierra
de España en Valparaíso! sobre todo después de la mala película sobre los amores de Hemingway y Marta
Gellhorn, en el frente de Madrid. Así, agrego que los artistas españoles de paso por Valparaíso y expertos en
la recuperación de memorias tardías, podrían ser un poco más respetuosos con referentes locales
que operan desde larga data y que ellos manipulan como si recién nos
enteráramos. Me refiero a la ponencia de un artista que en el 2012 vino al
Parque y nos quiso enseñar que existía Joris Ivens en un coloquio de
fotografía.
No estaría de más admitir que desde que me hice
cargo del proyecto del PCdV, instalé la hipótesis según la cual, en A
Valparaíso se asentaba el diagrama de la política de programación. Es
decir, no es habitual montar la política de un centro cultural desde la arqui-textura
de una obra específica, reconocida como modelo operativo (de bolsillo). ¿Por qué les cuesta tanto admitirlo?
Ahora, a propósito de Chris Marker, venir a
exponer hoy día el discurso
elemental de la relación de
algunos héroes locales con Joris Ivens, resulta afectiva y teóricamente
irresponsable. Lo digo en relación al “debate” que se armó después de la
proyección de Sans Soleil en ATEVA. Patético. Por decir lo menos.
Agrego el antecedente, para abrir el debate
hacia otro lado, que Chris Marker escribe el texto para A Valparaíso, en una fecha coincidente
con la realización de uno de sus más espectaculares documentales etnográficos: Le Joli Mai. Este film fue presentado
durante la visita de trabajo que hizo Antoine Bonfanti a Chile a mediados de
los años ochenta, para dictar un seminario sobre el sonoro en el cine. El había
sido el responsable de hacer el sonido directo de Le Joli Mai. Entre otros filmes, como Sin aliento, por ejemplo. Entonces, Bonfanti proyectó Le Joli Mai en el Instituto chileno-francés
de Santiago. En la misma época que en el Arcis de Pedro de Valdivia se
estudiaba La Jetée, en Comunicación
Audiovisual. Es como si el método de Marker estuviera sosteniendo la
programaticidad del PCdV. Guardando las proporciones, por cierto.
Fue Antoine Bonfanti quien en el 88 me hizo
ver, en su casa, Shoah, de Claude
Lanzman. En el PCdV, el año pasado, en el marco del seminario de arte contemporáneo, proyectamos
durante un día entero dicho film. No sin antes, en el mismo seminario, haber visionado
Nuit et Brouillard (Noche y Bruma) el
film de Alain Resnais sobre los campos de concentración, con guión de ¡Chris
Marker! y Jean Cayrol.
Pido
disculpas por mencionar todo esto. Lo que pasa es que si nadie lo menciona, ¿quién, entonces? Además, la
característica sonora de nuestro programa de radio –Radio Parque, en Radio
Ritoque (102.5 FM)- es el comienzo de la banda del film, cuando se escucha la
polifonía del intercambio radial y luego la voz del oficial diciendo “faltan
todavía dos horas para llegar a Valparaíso”. Y esa es, justamente, la frase inicial del texto del guión que entregamos en el CD
destinados a los profesores de enseñanza media que participaron en la Jornada
de Arte y Educación, en el mes de mayo pasado.
El tema
era Las imágenes del cine en la
enseñanza de las artes visuales: una experiencia local a partir de Joris Ivens
y Aldo Francia.
En problema que señalaba en esa ocasión era
que en el campo de la
enseñanza de artes visuales hemos avanzado poco en relación al abordaje de las
imágenes fotográficas y
cinematográficas y que éstos
juegan un rol fundamental en las concepciones y representaciones del mundo. En este sentido, quisimos contribuir a la discusión sobre la
inserción del lenguaje cinematográfico en la enseñanza de artes visuales, tanto
en la educación formal como en la educación informal. Todo eso
debía ser motivo de análisis
y de representación en el aula, en conexión con otras materias. La ilusión de realidad en el cine
construye un conjunto de puntos de vista que producen modos de interpretación
de la realidad, mediante recortes y encuadres que enfatizan determinadas
informaciones en detrimento de otras.
¡Pero si es una manera
de seguir hablando de cómo se construye una programación en un centro cultural!
Por eso, no hay
nada más formador que llevar
el montaje a la sala de clases. En la práctica, cuando el cine entra a la
escuela enriquecemos las posibilidades de visión e inserción de los sujetos en
sus propios contextos. Es
aquí que se pone de manifiesto el valor del trabajo de Alicia Vega, como se
puede apreciar en el film de Ignacio Agüero Cien niños esperando un tren.
El propósito de
la ponencia de ese sábado 25 de mayo fue proporcionar a los profesores de Valparaíso algo más que rudimentos de análisis cinematográfico
en su relación con las artes visuales.
Para ello fue preciso
establecer el rol metodológico de los momentos de densidad que significan las obras de Joris
Ivens y Aldo Francia, a todo lo
largo de la década del sesenta. Hay que ampliar el repertorio visual y cultural
de los alumnos, organizando cursos de cultura visual a partir del visionamiento de las obras claves de
estos dos cineastas. Y claro,
particular relevancia tuvo en esta ponencia, la referencia al trabajo de Chris
Marker, cineasta, poeta, autor del guión de A Valparaíso, en 1962.
Ahora bien: si se analiza el trabajo de Eva
Olthof, lo que sorprende es una cierta banalización del método y del trabajo
investigativo, dominado por un maniqueísmo analítico que no despega de la
literalidad más abismal. Tengo toda la impresión de que se trata de un tipo de
residencia donde los artistas no son epistemológicamente acogidos; es decir,
son librados a la ingenuidad de un conocimiento muy superficial de las
relaciones entre cine e historia local. No es posible hablar de Chris Marker
sin hacer mención al ensayo de Tiziana Panizza sobre Joris Ivens. Ni tampoco se
puede no mencionar el filme de Miguel Angel Vidaurre, Marker 72, sobre la visita de éste a Chile, junto a Costa-Gavras.
Sin duda alguna, hay mejores maneras de instalar la arqueologización del Deformes, como un caso traumático de memoria
sometida al imperialismo arquitectónico del Congreso. Y de aquí pasamos a otro
problema. Lo grave es que nadie se dispone a preguntar cómo se relaciona esta
obra de Cárdenas-Covacevic-Farrú con sus posiciones en revista AUCA. (Y lo que
significó para la economía política de la escultura chilena la ornamentación
del edificio). ¡Es curioso cómo no se establece la inversión política de los proyectos de la UNCTAD
y el del Congreso!
¿Acaso el proyecto del Congreso no desmantela
el acumulado simbólico de revista AUCA? Es tan solo una pregunta. ¿O es su fiel consecuencia? ¡No puede
ser! Esto por si solo ya amerita un coloquio. ¿Qué hay debajo del Deformes, pero sobre todo, qué hay
debajo del proyecto de la mencionada oficina? Esa es la verdadera desmemoria de la arquitectura chilena. Y para seguir, el edificio de la Intendencia, ¿no es de la misma oficina de
arquitectos? ¿No hay acaso una línea edificatoria brutal que afecta la
configuración espacial de la política, en lo local? Lamento hacer estas preguntas.
Siempre leí, con respeto revista
AUCA. Pero es un hecho que CEDLA
marcó una gran diferencia, a principios de los ochenta.
De todos modos, hay que reconocer en el trabajo de Eva Olthof una gran pasión
editorial. Basta con eso, para servir de prueba suplementaria en favor de mi
argumentación sobre los espacios de sustitución editorial. Sin ir más
lejos, no hay que olvidar la gran
apuesta editorial del equipo del Festival
Internacional de Fotografía de Valparaíso (Gómez-Rovira, Weinstein, Larrea). Es decir, si hay algo que el FIFV ha instalado en la ciudad
desde su primer festival –en el 2010- es la vigencia de la edición fotográfica
y de su política de impresión.
El Parque Cultural de Valparaíso ha podido
realizar su función de centro de arte contemporáneo sustituto, en su más
estricta dimensión, en parte, gracias al montaje de este tipo de editorialidad.
Esto es lo que le debemos a Chris Marker.
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