miércoles, 31 de julio de 2013

DE CHRIS MARKER A LA POLÍTICA DE IMPRESIÓN

Hay que leer el artículo de Patricio Guzmán en revista La Fuga que lleva por título Lo que debo a Chris Marker. Es un texto de gran generosidad ética y precisión  metodológica. Ahora, en Valparaíso, recibo El Deformes, un tabloide que sostiene la obra de Eva Olthof,  residente de CRAC. El problema es que actúa como si Joris Ivens fuera su gran descubrimiento autoral, cuando ya forma parte de la investigatividad local, desde hace más de dos décadas. Mucho antes que la gente de CRAC entrara a la universidad, Joris Ivens ya era mencionado en la enseñanza de la UPLA. Y más aún, conectando A Valparaíso con Tierra de España. 

¿Alguien ha visto Tierra de España? ¡Hay que ver Tierra de España en Valparaíso! sobre todo  después de la mala película sobre los amores de Hemingway y Marta Gellhorn, en el frente de Madrid. Así, agrego que  los artistas españoles de paso por Valparaíso y expertos en la recuperación de memorias tardías,  podrían ser un poco más respetuosos con referentes locales que operan desde larga data y que ellos manipulan como si recién nos enteráramos. Me refiero a la ponencia de un artista que en el 2012 vino al Parque y nos quiso enseñar que existía Joris Ivens en un coloquio de fotografía.

No estaría de más admitir que desde que me hice cargo del proyecto del PCdV, instalé la hipótesis según la cual,  en A Valparaíso se asentaba el diagrama de la política de programación. Es decir, no es habitual montar la política de un centro cultural desde la arqui-textura de una obra específica, reconocida como modelo operativo (de bolsillo).  ¿Por qué les cuesta tanto admitirlo?

Ahora, a propósito de Chris Marker, venir a exponer  hoy día el discurso elemental de la  relación de algunos héroes locales con Joris Ivens, resulta afectiva y teóricamente irresponsable. Lo digo en relación al “debate” que se armó después de la proyección de Sans Soleil en ATEVA.  Patético. Por decir lo menos.

Agrego el antecedente, para abrir el debate hacia otro lado,  que  Chris Marker escribe el texto para A Valparaíso, en una fecha coincidente con la realización de uno de sus más espectaculares documentales etnográficos: Le Joli Mai. Este film fue presentado durante la visita de trabajo que hizo Antoine Bonfanti a Chile a mediados de los años ochenta, para dictar un seminario sobre el sonoro en el cine. El había sido el responsable de hacer el sonido directo de Le Joli Mai. Entre otros filmes, como Sin aliento, por ejemplo. Entonces, Bonfanti proyectó Le Joli Mai en el Instituto chileno-francés de Santiago. En la misma época que en el Arcis de Pedro de Valdivia se estudiaba La Jetée, en Comunicación Audiovisual. Es como si el método de Marker estuviera sosteniendo la programaticidad del PCdV. Guardando las proporciones, por cierto.

Fue Antoine Bonfanti quien en el 88 me hizo ver, en su casa, Shoah, de Claude Lanzman. En el PCdV, el año pasado,  en el marco del seminario de arte contemporáneo, proyectamos durante un día entero dicho film. No sin antes, en el mismo seminario, haber visionado Nuit et Brouillard (Noche y Bruma) el film de Alain Resnais sobre los campos de concentración, con guión de ¡Chris Marker! y Jean Cayrol.

Pido disculpas por mencionar todo esto. Lo que pasa es  que si nadie lo menciona, ¿quién, entonces? Además, la característica sonora de nuestro programa de radio –Radio Parque, en Radio Ritoque (102.5 FM)- es el comienzo de la banda del film, cuando se escucha la polifonía del intercambio radial y luego la voz del oficial diciendo “faltan todavía dos horas para llegar a Valparaíso”. Y  esa es, justamente,  la frase inicial del texto del guión que entregamos en el CD destinados a los profesores de enseñanza media que participaron en la Jornada de Arte y Educación, en el mes de mayo pasado.

El tema era  Las imágenes del cine en la enseñanza de las artes visuales: una experiencia local a partir de Joris Ivens y Aldo Francia.

En problema que señalaba en esa ocasión era que en el campo de la enseñanza de artes visuales hemos avanzado poco en relación al abordaje de las imágenes fotográficas y cinematográficas y que éstos juegan un rol fundamental en las concepciones y representaciones del mundo. En este sentido, quisimos contribuir a la discusión sobre la inserción del lenguaje cinematográfico en la enseñanza de artes visuales, tanto en la educación formal como en la educación informal.  Todo eso debía ser motivo de análisis y de representación en el aula, en conexión con otras materias.  La ilusión de realidad en el cine construye un conjunto de puntos de vista que producen modos de interpretación de la realidad, mediante recortes y encuadres que enfatizan determinadas informaciones en detrimento de otras.  ¡Pero si es una manera de seguir hablando de cómo se construye una programación en un centro cultural!

Por eso, no hay nada más formador que llevar el montaje a la sala de clases. En la práctica, cuando el cine entra a la escuela enriquecemos las posibilidades de visión e inserción de los sujetos en sus propios contextos. Es aquí que se pone de manifiesto el valor del trabajo de Alicia Vega, como se puede apreciar en el film de Ignacio Agüero Cien niños esperando un tren.

El propósito de la ponencia de ese sábado 25 de mayo fue proporcionar a los profesores de Valparaíso algo más que  rudimentos de análisis cinematográfico en su relación con las artes visuales.  Para ello fue preciso establecer el rol metodológico  de los momentos de densidad que significan  las obras de Joris Ivens  y Aldo Francia, a todo lo largo de la década del sesenta. Hay que ampliar el repertorio visual y cultural de los alumnos, organizando cursos de cultura visual a partir del  visionamiento de las obras claves de estos dos cineastas. Y claro, particular relevancia tuvo en esta ponencia, la referencia al trabajo de Chris Marker, cineasta, poeta, autor del guión de A Valparaíso, en 1962.

Ahora bien: si se analiza el trabajo de Eva Olthof, lo que sorprende es una cierta banalización del método y del trabajo investigativo, dominado por un maniqueísmo analítico que no despega de la literalidad más abismal. Tengo toda la impresión de que se trata de un tipo de residencia donde los artistas no son epistemológicamente acogidos; es decir, son librados a la ingenuidad de un conocimiento muy superficial de las relaciones entre cine e historia local. No es posible hablar de Chris Marker sin hacer mención al ensayo de Tiziana Panizza sobre Joris Ivens. Ni tampoco se puede no mencionar el filme de Miguel Angel Vidaurre, Marker 72, sobre la visita de éste a Chile, junto a Costa-Gavras.

Sin duda alguna,  hay mejores maneras de instalar la arqueologización del  Deformes, como un caso traumático de memoria sometida al imperialismo arquitectónico del Congreso. Y de aquí pasamos a otro problema. Lo grave es que nadie se dispone a preguntar cómo se relaciona esta obra de Cárdenas-Covacevic-Farrú con sus posiciones en revista AUCA. (Y lo que significó para la economía política de la escultura chilena la ornamentación del edificio). ¡Es curioso cómo no  se establece la inversión política de los proyectos de la UNCTAD y el del Congreso!

¿Acaso el proyecto del Congreso no desmantela el acumulado simbólico de revista AUCA? Es tan solo una pregunta.  ¿O es su fiel consecuencia? ¡No puede ser! Esto por si solo ya amerita un coloquio. ¿Qué hay debajo del  Deformes, pero sobre todo, qué hay debajo del proyecto de la mencionada oficina?  Esa es la verdadera desmemoria de la arquitectura chilena.  Y para seguir,  el edificio de la Intendencia, ¿no es de la misma oficina de arquitectos? ¿No hay acaso una línea edificatoria brutal que afecta la configuración espacial de la política, en lo local? Lamento hacer estas preguntas. Siempre leí, con respeto  revista AUCA.  Pero es un hecho que CEDLA marcó una gran diferencia, a principios de los ochenta.

De todos modos,  hay que reconocer en el trabajo de Eva Olthof una gran pasión editorial. Basta con eso, para servir de prueba suplementaria en favor de mi argumentación sobre los espacios de sustitución editorial. Sin ir más lejos,  no hay que olvidar la gran apuesta editorial  del equipo del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (Gómez-Rovira, Weinstein, Larrea).   Es decir, si hay algo que el FIFV ha instalado en la ciudad desde su primer festival –en el 2010- es la vigencia de la edición fotográfica y de su política de impresión.


El Parque Cultural de Valparaíso ha podido realizar su función de centro de arte contemporáneo sustituto, en su más estricta dimensión, en parte, gracias al montaje de este tipo de editorialidad. Esto es lo que le debemos a Chris Marker.

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