Un empleador
no descalifica en público a un empleado.
Este es un principio de respeto en un régimen laboral, digamos, normal.
Sin embargo, un miembro del directorio
del PCdV ha declarado a través de las
redes sociales que mi trabajo curatorial
está definido por la arbitrariedad. El ha sostenido que designo a los invitados
a las exposiciones, “a dedo”.
Esta
aseveración carece de fundamento y me veo en la obligación de responder,
precisando cuáles son las apuestas metodológicas que definen mi trabajo
curatorial, proporcionando de paso un
ejemplo más del hostigamiento sistemático de que he sido objeto desde hace más
de seis meses. La mejor respuesta es
demostrar la validez de un procedimiento que consiste en “leer” la coyuntura
plástica y sus implicancias estructurales en la región, las que a su vez
conducen a formular los ejes en función de los cuáles son sistematizados los elementos que son tomados en cuenta para
sostener una decisión.
Desde hace
unos meses hemos estado trabajando en la programación de la Bienal del Fin del
Mundo, que será inaugurada el 31 de enero del 2015. Esta bienal contempla una
exposición de artistas internacionales y
la producción de dos residencias.
En la muestra participan artistas italianos, españoles, finlandeses,
argentinos, chilenos, por nombrar a algunos. Esto quiere decir que hay otras en
sala y obras de proceso. Estás últimas son las llamadas “residencias” y
obedecen al fortalecimiento local de dos iniciativas: la primera es la
recuperación de una práctica distintiva de la cultura popular porteña y la
segunda implica el reconocimiento de prácticas de arte contemporáneo en los
límites del campo plástico y en los límites geográficos de la región de
Valparaíso.
Lo que acabo
de señalar son los dos criterios que justifican la selección de artistas y
eliminan la “práctica del dedo”. Lo que se escoge es una práctica que se pone
de manifiesto de manera específica, en función del análisis que hemos hecho
desde el PCdV sobre las relaciones entre arte contemporáneo y ritos
sociales.
Enseguida,
están los artistas chilenos invitados a la muestra. El criterio ha sido la
replica del que ya ha sido empleado en las exposiciones anteriores, tales como
Objetual, Pintura Latente I y Pintura II,
Marco Hughes, Hugo Rivera Scott, Francisco Rivera Scott, por nombrar
algunos. Este criterio ha satisfecho la
necesidad de fortalecer la escena plástica local, no solo produciendo la
visibilidad de obras significativas para la constitución de su campo, sino
también estableciendo nuevas condiciones de circulación fuera del ámbito local.
En el caso de
la Bienal del Fin del Mundo, el PCdV ha acogido esta iniciativa de proyección
internacional porque ha considerado que es una excelente ocasión, por un
lado, para “tensar” las relaciones de la
escena porteña con la escena internacional, y por otro lado, para colaborar en
la “producción de archivo” del arte local.
De este modo,
paso a describir el conjunto de la propuesta:
1.- Popular Cuisine: esta es una residencia que contempla dos talleres y un
conversatorio. En esto consiste la obra: el producir un determinado nivel de
“lenguajería” desde una experiencia específica de cocina popular porteña. El primer taller es para profesionales y se
organiza en conjunto con la Escuela de Gastronomía de un instituto de formación
profesional. El segundo taller tendrá lugar en la cocina del PCdV y será para
vecinos, en un número a escoger por los mismos chefs del grupo, entre la
comunidad de vecinos que se han hecho un nombre en la cocina hogareña. En ambos
talleres participará Mario Luzzitelli, que es el chef italiano (romano)
invitado. En cuanto al encuentro (conversatorio), esta será una actividad que
tendrá lugar en la biblioteca del Parque. Los chefs chilenos que han hecho de
la investigación de cocina hogareña porteña su eje de trabajo son Ritta Lara,
Christian Castro, Ursula Franco y Cristián Alvarez.
2.- Artistas de
Rapa NUI: esta es una residencia que consiste en la presencia de un
equipo de artistas de Isla de Pascua y
cuyo trabajo consistirá en la producción de un ejemplar especial del periódico El correo
del MOAI. Hay que
entender que esta es una expansión de los límites del arte contemporáneo en la
región de Valparaíso. La acción
específica consistirá en la edición y producción de este soporte, que recoge
narrativas fragmentarias de la isla. Se
trata de una iniciativa que tendrá una duración de
una semana, por lo menos, y los artistas editores montarán este diario
en Valparaíso, con todo lo que esto significa en el abordaje de la compleja relación isla/continente. De este
modo, la presencia de este diario será el specimen
mismo, del que se contempla
imprimir varios miles de ejemplares.
3.- Iván
Cabezón es un escultor local que hace clases desde
hace muchos años en la Escuela Municipal de Bellas Artes de la calle Camila
(Cerro La Loma) y es un "héroe local" de la escultura. El propósito
de su presencia en esta muestra es fortalecer la percepción de una vida
dedicada a la docencia bajo condiciones de fragilidad institucional,
interviniendo directamente en el destino de jóvenes que han pasado por la
escuela y han experimentado un cierto tipo de existencia comunitaria, en los
márgenes de la oficialidad del arte local.
Además de ser un reconocimiento a la escena local, él es uno de los que
organizará la acogida de un escultor
italiano que estará presente en la Bienal, junto con la comunidad de la
escuela. La presencia de Iván Cabezón en esta Bienal consistirá en
una selección de piezas que irá en sala.
4.- Sandra
Vásquez de la Horra es
una artista chilena que realizó parte de su formación en la Escuel Municipal de
Bellas Artes y que hoy día ocupa un sitial de renombre en
Berlin, donde reside. Podemos
decir que es la artista de Valparaíso de mayor reconocimiento en la escena
internacional. Con dos datos basta para demostrarlo: ha sido parte del envío
chileno a la Beinal de Sao Paulo y su obra ha sido objeto de publicaciones
eruditas en la editorial Hadje-Kantz, la principal casa de ediciones alemana.
La presencia
de la obra de Sandra Vásquez nos ha permitido plantear la inclusión de dos
artistas, Bruna Solari y Gustavo
Alvarado, cuyas obras
han sido de una pulcritud extrema y que forman parte de lo denominaremos “inconsciente pictórico porteño”, rigurosa y severamente anclado en una
tradición que ha sido sistemáticamente omitida.
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