miércoles, 7 de enero de 2015

FOTOGRAFÍA, ARCHIVO, LUGAR DE MEMORIA

La primera exposición que montamos en el PCdV fue sobre Gonzalo Muñoz, el joven comunista asesinado el 19 de noviembre de 1985. El colectivo del mismo nombre se encargó de su producción. Esa vez fuimos a investigar en la prensa de la época y nos encontramos con algunas sorpresas. Por ejemplo, que en los dos periódicos de la ciudad había fotos en color del accidentado entierro. Pero sobre todo, fotografías de estudiantes que no ocultaban su rostro mientras enarbolaban las banderas de las juventudes comunistas y desafiaban el celo de la documentación que, bajo esas condiciones, parecía una delación de baja intensidad. El hecho es que las fotografías impresas, en esas páginas, en esos diarios, con esa cantidad de tinta roja tramada,  hacían visible la existencia de un movimiento social  que todavía no había adquirido  visibilidad  específica. La memoria gráfica de esa coyuntura se construyó desde la muerte de Gonzalo Muñóz, cuya ausencia marcó el carácter de su generación. Digamos, una generación que esperaba mucho más que “la medida de lo posible”.

La segunda exposición tuvo como objeto reconstruir el mapa de los lugares de detención de la región de Valparaíso. En este mapa, los marinos constitucionalistas jugaron un rol que no se había problematizado suficientemente, al punto de que su discurso explícito buscaba recomponer las filiaciones  anticonstitucionales de sus compañeros de generación, que  atravesaron la dictadura haciendo  carrera; situación  que esgrimirían como una conquista que reproducía de modo perverso unas exclusiones que los pactos de olvido encubrían con una prestancia inaceptable.

Pero esa segunda exposición tuvo el valor de disponer tres emblemas: una frasada de la Cruz Roja, una cocinilla y una maleta. Estos tres objetos anudaban las nociones de reclusión, de traslado y de reproducción de una vida cotidiana sometida a situaciones de excepción.  Un elemento clave, sin embargo, que no correspondía a la objetualidad de la reclusión, fue orgullosamente exhibido: un mimeógrafo; objeto de reproducción clandestina de la palabra; representación y soporte del Informe Político; finalmente, inconsciente   tecnológico de la resistencia.

La tercera exposición estuvo organizada en torno a la recuperación de las ruinas del campo de prisioneros de Ritoque. Pero el hilo conductor del relato fue la reconstrucción gráfica realizada a partir de los dibujos de campo realizados por el arquitecto Miguel Lawner, que había estado recluido en dicho lugar. A él le debemos el dibujo en que departen los “jerarcas de la UP”, reunidos en torno a una estufa a parafina que sostiene en su extremo una tetera que mantiene el agua hirviendo. Esa es memoria gráfica de una discursividad que se vaporiza en un lugar de reclusión para condensarse    como espacio corpuscular de libertad proyectable.  Aunque por debajo, lo que el equipo de la exposición instalaba era la reconversión del uso del sitio, que de balneario popular pasó a ser campo de prisioneros.  Es decir, en el mismo lugar, se castigaba la osadía de haber celebrado la corporalidad popular como política de deseo.

Ahora bien: en el 2013, Verónica Troncoso realizó en el PCdV una residencia de tres días que significó trabajar sobre el archivo de Alfredo Nebreda. Ya habíamos iniciado dicho trabajo en el 2011 y esa decisión marcó nuestro interés por la fotografía en el PCdV, que iba más allá de lo que cualquier festival zonal haya querido pretender.
En una decisión conjunta, por desarrollar un trabajo de investigación consecuente, Verónica Troncoso, a través de un proyecto de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile invitó al PCdV a la artista brasileña Rosangela Renno.

Rosangela Renno es una artista cuya obra es un referente en cuanto al rol de la fotografía en la producción de archivos.   A eso vino en el 2013, para realizar “un trabajo sobre el trabajo” de Alfredo Nebreda. Una empresa analítica sobre una iniciativa de construcción de colección que se revela como una memoria gráfica de la corporalidad en la ciudad.
 
Entonces,  nos pareció que su pertinencia y rigor eran los adecuados para elaborar y llevar a cabo la investigación conducente a  la producción y montaje de la cuarta exposición, sobre el PCdV entendido como Lugar de Memoria; pero sobre todo acerca de la prisión política de mujeres en la región de Valparaíso.

Lo que hizo Verónica Troncoso fue levantar información  proveniente de archivos institucionales y fuentes directas, montando la puesta visual de un archivo preliminar, abarcando la historia de nueve mujeres que compartieron prisión política en la Cárcel del Buen Pastor y que se siguen reuniendo hasta el día de hoy: Alicia Olea, Cristina Fuentealba, Elisa Serey, Alicia Zúñiga, Milena Castro, Carmen Raffernau, Sylvia Lillo, Patricia Pulgar y Rosa Zúñiga.

La muestra  contempla la exhibición de archivos personales  (documentos, fotografías y objetos), archivos sonoros con las entrevistas realizadas y el retrato presente de cada una de ellas. 

Solo me queda consignar las propias palabras de Verónica Troncoso, quien en los párrafos finales de su propuesta de investigación señala que “las nueve mujeres mencionadas se han preocupado de construir esta información y el resultado de esto es la elaboración de una lista de mujeres que fueron prisioneras políticas en la Región de Valparaíso. Esta operación de re-inscripción ciudadana y testificante pone de manifiesto la exclusión de los informes y los archivos oficiales. Es importante consignar que la información levantada en base a las memorias y archivos personales son de carácter inédito y no se encuentran depositados en ningún archivo oficial ni ciudadano. Por lo tanto se hace relevante poder generar sistemas y operaciones que puedan visibilizar y poner en valor la información levantada y la producida –archivo oral y  piezas documentales”.

Lo anterior no hace más que asegurar una vez más la  confirmación de nuestro trabajo de producción de archivo y responde de manera precisa  a las objeciones de que ha sido objeto durante estas últimas semanas. La apertura de esta exposición, concebida y realizada durante nuestra gestión, reafirma la voluntad programática que ha estado presente en el encuadre de apertura del Parque Cultural de Valparaíso.