sábado, 14 de mayo de 2016

LA SITUACIÓN LOCAL COMO FICCIÓN CONCRETA


En una de las fuertes lluvias del 2014, en que Valparaíso y Viña quedaron aisladas del país, debido a cortes en La Pólvora, Santos Ossa, Salinas, Las Palmas, en las transmisiones de  Radio Bio-Bío desde los diferentes frentes apareció la voz de Omar Jara, como un  personaje extraño  que hablaba de cosas concretas en tono razonable, sin eludir las preguntas más complejas, dando la cara con una modestia difícil de encontrar en un funcionario acostumbrado a pensar en la pregunta “¿cómo voy ahí?”. 

Frente a la indolencia  del Intendente Bravo y la expresión de su ineptitud política, el gobernador Jara pasó a colmar un vacío, asentado en su experiencia de hombre de terreno, como decía, respondiendo lo justo, atinadamente, con mesura. ¡Que alivio encontrar a un tipo que hablaba de ese  modo! No era necesario estar de acuerdo, pero se ganaba un respeto.

Es así como en La Radio le comenzaron a dar tribuna, sobre diversos aspectos de la conducción comunal, como lo fue el difícil momento del partido entre Wanders y Colo-Colo, por todos conocido.  Pensé, desde  el 2014 que éste sería un buen candidato a alcalde y que “por los palos” le iba a levantar la nominación a Bravo, que con la nominación de un “delegado presidencial” quedó como un impresentable que demoró demasiado en salir de la Intendencia, acompñado de otros secuaces de semejante impresentabilidad  que habían venido a “acompañarlo” desde Quilpué.  (A propósito: ¿qué será de ellos? No les resultó su estrategia de desembarco en las playas porteñas). 





Ahora bien. La defenestración de Bravo sepultó las ensoñaciones del Hijo Referencial como caudillo local, cuya lucidez se hizo patente al levantar un candidato  que al parecer se quemó en la puerta del horno.  De este modo, los “barones” de la  post-pinto-democracia supieron que podrían apostar por la figura de este “niño” Jara, porque en esa trama de poderes arcaicos, aunque Jara tenga más de cincuenta, siempre seguirá siendo tratado como un “niño”.  Lo cual habla de las extensiones simbólicas  que habilita el lenguaje de la política.  Pero el “niño” habla en la radio; no escribe en El Mercurio. La radio es escuchada en los cerros. El Mercurio  solo es leído en los escritorios de los que opinan sobre Valparaíso, pero que no tienen su inscripción electoral en Valparaíso.

Había que esperar la caída del halcón peregrino de la política local para hacer efectiva la segunda victoria del post-pintismo-democrático-re-adecuado.  La primera  victoria había consistido en el derrumbe de la candidatura de Paulina Quintana, que (se) perdió (en) las primarias por no haber puesto atención en todos los detalles.  Pinto sería el candidato en contra de su gerente-general, para salvar la unidad de su negocio.

Ahora la victoria es doble, porque esta vez fue la propia “realidad”  la que reveló la incompetencia del sector socialista de Bravo, acarreando consigo el resbalón total de la tienda de la subida Almirante Montt. El Hijo-del-Padre, en su euforia de preferido malcriado, anunció por la prensa al vencedor de unas primarias anticipadas que se inventó desde fuera de la norma para incidir sobre lo Normado, como es su costumbre.

En términos estrictos, esta es una nueva paliza que el post-pintismo-democrático le propina a los  esforzados militantes socialistas.  Los menos esforzados ya habían sucumbidos. Y el candidato  que fungía como amenaza  desde la elección pasada, ya había sido arrendado  gracias a los recursos ampliados de Cultura. En este panorama,  ni el corresponsal de la prensa mexicana (Marín), ni el Comandante Yuri, ni el Saltimbanqui Mayor de Tambores tienen algo que hacer. Ya  les pasó la hora de la extorsión circense.  Todo indica que quienes llaman a “recuperar lo perdido”, también tienen un precio.  Solo que  ahora ya nadie está dispuesto a pagar esa cuenta. 

Lo anterior es el principal aporte del llamado Pacto  de  La Matriz.  Es decir,  han logrado que la separación de aguas entre los profesionales de la alternativa y los empleados de la extorsión sea cada vez más decisiva. Los primeros, al fin y al cabo, tienen un prestigio laboral que cuidar.  Los segundos apenas  han aprendido a cumplir con las rendiciones de fondos. 

Los de La Matriz son el único grupo que puede inquietar a los post-pinto-demócratas,  porque configuran un conglomerado heteróclito de comportamiento imprevisible, aunque piensen que lo único que pueden hacer es crecer, mientras los “otros” luchen por no descender.   Distribuidos entre  concertacionistas  desencantados que requieren hacer el camino rápido por fuera y profesionales forzados a invertir un tiempo en  la política para sostener en pie la ficción de una cierta autonomía política,  carecen de virtudes negociadoras, porque su propósito no es negociar, sino que les sea reconocida una cuota. Ahora, todo gira en torno a quien representará mejor la cuota.  



Lo propio con los grupos que se autorizan la representación de  (una) Utopía extra-partidaria es terminar como carne de cañón, en una refriega en la que los viejos maquineros desencantados  puedan resistir los primeros tiros, que serán absorbidos –necesariamente- por  quienes se verán obligados a poner el cuerpo por delante.   En el rango de los primeros habría que situar a John Parada, mientras que el lugar de la derrota heroica estará reservado para  la caballería polaca de Daniel Morales.  Entre ambos,  quedarán esparcidas por la plaza Echaurren  las esperanzas truncadas de otra Ilusión Movimientista.     




jueves, 5 de mayo de 2016

CAPACIDAD DE CARGA (3)


He recibido una severa crítica acerca del modo elusivo empleado en describir a los sujetos de los incidentes porteños sobre la capacidad de carga. ¡Nombres! ¡Nombres! Porque de lo contrario, no sirve para nada. Las alusiones distantes solo si justifican las complicidades con quienes sobrecargan los sistemas de referencia local.

Bueno, claro.  Pongamos que el sujeto que hizo la cochinada de la sobrecarga fue El González, un funcionario del CNCA que ascendió desde el manejo de vulnerabilidades rockeras al cargo de un departamento completo –Ciudadanía-, en el que duró muy poco.  Sus soportes pepedés no fueron suficientemente consistentes para que permaneciera en un cargo para el cual todo le quedaba grande.  Sobre todo el apoyo político.

Este es el tipo de gente que antes del “cambio de mando” del 10 de marzo del 2014 andaba ofreciendo cargos para el Parque Cultural. No era ni  siquiera miembro del directorio, pero ya  se había puesto en carrera para ocupar la dirección.  O al menos, vivía la ficción del político que desde las sombras iría a manejar la institución.  Recuerdo que en esos meses se jactaba en Plaza Anibal Pinto de que quien escribe no entendía  las particularidades políticas locales.   

Sin embargo no vio lo que se le vino encima, porque desde el mismo 10 de marzo tuvo que  enfrentar a otro serio candidato a ocupar el mismo cargo, pero que provenía del equipo del Intendente recientemente designado.

Este segundo candidato, que no nombraré todavía, había sido miembro del pepedé y se cambió  al partido socialista. Pero hoy día admitió su error y le envió a Pepe Auth sus condolencias a través de las redes.  Solo que se olvidó de mencionar que aquello que Pepe Auth denunció como  efecto de retroexcavadora, él mismo lo practicó mientras  ingresó al directorio del Parque para representar in(d)icialmente al Intendente y vigilar  a la  poco lúcida recién designada Directora Regional para el Manejo de Carga Escenográfica.  




Lo grave  de todo esto es que El González sostenía la siguiente teoría: había que recuperar el Parque para las masas rockeras e impedir que las masas tamborileras le ganaran la partida.  Mediocres actores de teatro convertidos en gestores de energía  coreográfico-extorsiva ya habían demostrado su interés por ocupar un lugar eminente en el directorio del Parque, llamando “a recuperar lo perdido”. 

El chiringuito de explotación de menores en situación irregular –usando la plata de todos los chilenos-   llevó a  El González a ser ocupante oficial de la ExCárcel y por eso tuvo que soportar la exclusión de los “duros” especialistas en administración de recursos territoriales. 

Entonces, una vez construido el Parque Cultural,  El González   siguió pensando como “funcionario de la alternativa” a sueldo del Estado que le exige poner los límites y juró vengarse. Lo hizo tendiendo una trampa al  usar un lanzamiento de libro  como concierto encubierto, para llenar el Parque de jóvenes y revivir la presencia de miles de espectadores en la explanada.  Solo que no había pensado en que las capacidades de carga habían cambiado.  Pero eso le importó un bledo.  Siendo funcionario promovió una actividad que pudo tener graves consecuencias.  En términos estrictos,   debió  haber sido  acusado de “grave abandono de deberes”,  al promover acciones reñidas con el cuidado de multitudes. 

Hay que admitir que la bronca de El González es de las más respetables. No podía soportar, confesado por el mismo, que desde el Parque “blanqueáramos” a Cruz-Coke a través de proyectos que tomaban como cauce simbólico  acumulado la cultura popular porteña. Eso, me dejaba entrever, les pertenecía a ellos.  De modo que mi presencia le echaba a perder su negocio simbólico más preciado, que era especular con las vulnerabilidades sociales.

El hecho es que después del 10 de marzo del 2014 se convirtió en un “asesor sin nombramiento” del nuevo gabinete en Valparaíso. En su ansiedad esperaba mi renuncia a la dirección, porque ya en febrero hacía consultas para ofrecer cargos en el  diseño que lo debía  llevar a desembarcar en el Parque.  Lamentablemente, el nuevo socialista que representaba al Intendente  en el directorio le ganó la partida y lo desbancó en el acto. 

Fue entonces que abrigó una estrategia más ladina  y aspiró a dar el salto a Santiago, para ocupar un cargo que a toda vista le quedó como  un poncho patagónico.   Solo alcanzó a estar unos cuantos meses y su trabajo fue pésimamente evaluado. No solo no sabía de qué hablaba, sino que carecía de todo liderazgo.  El nuevo ministro de ceremonias  cuando llegó lo sacó de inmediato.

 Bueno, lo mismo ocurrió  con otro miembro del directorio  del Parque, que fungía como   representante  de una agrupación de músicos  que tenía como emblema una ave carroñera.  Este  era un magnífico exponente de la ausencia de  filtro institucional,   que a cada rato preguntaba cuando  iban a  obtener alguna recompensa  como miembros del directorio, porque él ya había invertido  mucho tiempo   ocupando el Parque-como-ExCarcel-transformada y no habían recibido nada a cambio, todavía. 

Y estaban los otros,  aquellos miembros  de otra agrupación a los que la Intendencia les pasó quince millones para que se instalaran en otro lugar, permitiendo así el inicio de los trabajos de reciclaje del edificio.   Lo cierto es que al final, parece que todos estaban allí haciendo mérito por si les tocaba “una platita”.   Es legítimo. Todos buscaban ser empleados del Parque.

Lo que El González no quería entender era que yo había sido contratado por una institución, y que por lo tanto, no era tan simple decirme que me fuera; porque primero,  tenían que cumplir con lo que me faltaba por contrato.  Lástima para él. Yo era empleado. Y era el directorio el que debía despedirme. Pero no lo hizo. La ministra no quiso que me despidieran.  Podrían haberlo hecho y nos hubiéramos ahorrado  perder mucho tiempo.  La ministra creyó que me sostenía. No tenía por qué. Yo estaba protegido por la ley.  Me hubiesen pagado  y me hubiese ido de inmediato. Eran mis derechos. Pero no lo hicieron. No sé por qué. A la ministra ni la pescaban en el puerto.  O sea, eran muy torpes. Desconocían, por ejemplo, que yo tenía derechos laborales.  Simplemente  necesitan mi cargo porque ya lo habían ofrecido.  Por eso les metí un juicio, que les gané.  En Valparaíso, ser radical es hacer cumplir la Ley.

Al parecer, ni  El  González ni sus correligionarios conocen el respeto por los derechos laborales.  Viven en un maltrato permanente y devuelven hacia la comunidad el efecto de sus rencores no elaborados.

El González quiso luchar contra los grandes poderes que ya habían asignado mi cargo a personalidades del charango que, eventualmente, podían representar un peligro a las pretensiones del Intendente Bravo, como futuro candidato a alcalde de la ciudad.  Incluso, ese mismo  nombre también circuló como probable Director Regional de Coreografías Perimidas.   

Esto quiere decir que   en el 2015 el directorio nuevo –Corporación-   llamó a un concurso  para blanquear una decisión que ya tenía tomada y que había provocado el primer enfrentamiento entre el directorio del  Intendente y el primer presidente de la nueva corporación del Parque, que mantuvo su decisión de llamar a concurso abierto, tal como la ministra y la subdirectora lo habían declarado públicamente en diversas ocasiones.  

El nuevo ministro de ceremonias llegó para sancionar la legitimidad de un acto que desde sus orígenes se había dado a ver como ilegítimo; porque las ilegitimidades deben ser exhibidas previamente como amenazas simbólicas anticipadas en el nuevo diseño político.  Que se haga cargo.

Al  comienzo, para eso  pusieron a Bravo  de Intendente; para que hiciera mérito.  Pero éste no contó con el efecto del incendio,  que  hizo evidente  su ineptitud para manejar una crisis real.   El era hábil para  montar  intrigas en los pasillos del consejo regional y los pisos del ya lamentable edificio del gobierno regional.   Pero al parecer carecía de habilidades para el  análisis fino y su proxémica no era del todo cuidadosa.   Entonces, todo a lo que El González aspiraba se desvaneció como el eco prolongado de una guitarra eléctrica desafinada. 

El destino le depararía obligaciones para las que demostró no estar preparado.  No tenía ni carga, en términos estrictos, con qué especular sobre su capacidad.

miércoles, 4 de mayo de 2016

CAPACIDAD DE CARGA (2)


La Señora Presidenta, como ya se sabe, empleó las palabras capacidad de carga, para referirse a nuevas condiciones de residencia en Rapa-Nui.  Mis amigas del área del patrimonio me señalan su conformidad con semejante  criterio. Se trata, me explican, de un concepto que se utiliza mucho en arquitectura y planeamiento urbano.  Solo expresaba mi sorpresa por escuchar el pronunciamiento de la noción de parte de una autoridad,  que una dirigenta local reforzaba, conduciendo su argumento hacia una zona radical de exclusión y discriminación de un evidente  racismo invertido.  

Las palabras capacidad de carga  son empleadas por el mismo sector que en otros discursos  califica sus logros como habiendo ya construido  la obra gruesa de su mandato, que logró sobrepasar el rechazo que implicó  la palabra retro-excavadora, que ha sido puesta de nuevo en circulación en  el discurso de renuncia del diputado Pepe Auth al PPD. No deja de ser curioso que en Valparaíso, sus connotados correligionarios  emplearan –en el campo cultural- los mismos métodos  que él denuncia.

El uso de estas palabras  genera un cierto grado de inquietud en la ciudadanía (sic), ya que si nos atenemos a obras gruesas emblemáticas, hay que ver lo que ocurrió con el famoso Hospital de Ochagavía,  que permaneció durante décadas, justamente, en obra gruesa.  

El problema con la Señora Presidenta es el diseño, no solo de las terminaciones, sino de las habilitaciones efectivas que ponen en función un establecimiento.  La Señora Presidenta ya sabe de este tipo de afectaciones, a partir de su ejemplar experiencia escenográfica con el Hospital de Curepto. 

Un amigo del sector de la crítica y experto en Matta-Clark me ha enviado el link de un artículo aparecido en the clinic del 12 de junio del 2013, donde se hace estado de un  Informe de la Fundación de  Douglas Tompkins  que pone en alerta sobre infección de parásitos, bacterias y virus ISA en cultivos de salmones.  

¿Qué tiene que ver todo esto con el uso de ciertas palabras?

La respuesta es muy simple.  Según Héctor Kol, biólogo marino autor del estudio, “el error más grande es dejar funcionando una industria sobre un ambiente que tiene una capacidad de respuesta desconocida, ya que no hay ningún estudio que demuestre que en Chiule se pueden cultivar salmones. (…) Para Kol, los resultados están a la vista. Hoy en día “por cada kilo de alimento para salmones se liberan entre 600 y 700 gramos de materia orgánica, como desechos. Y todo eso está cayendo a un sistema que tiene capacidad desconocida. En ninguna parte se han hecho estudios sobre capacidad de carga”. 

Imaginemos el siguiente escenario. Por cada kilo de alimento para turistas en Rapa-Nui se libera una cierta cantidad de desechos.  Todo estaba cayendo hace ya mucho tiempo a un sistema que colmó   su  capacidad  de carga   y  le permitió a las autoridades centrales  tomar una decisión restrictiva. 

Esta es una buena metáfora sobre situaciones de excepción territorial en que el turismo promueve la producción de desechos  más allá de un punto crítico de recuperación del entorno.   ¿Cómo determinar dicho punto crítico?  ¿Qué elementos debieran ser  considerados para elaborar una hipótesis restrictiva temporal?  ¿Es viable, desde un punto de vista constitucional,  semejante decisión restrictiva sobre  circulación de personas? 

Enfrentamos una situación paradojal.  Cada fin de año, el turismo porteño promueve el arribo de centenares  de miles de personas  para  ver los fuegos  artificiales,  superando la capacidad de carga de la ciudad.   ¿Cuál sería el límite aceptable de ingreso? ¿Es posible plantearlo?  Aunque no es necesario recurrir al caso del Año Nuevo. 

En Valparaíso  ocurren –de tiempo en tiempo- algunos motines en el sector de  Cummins, Plaza Anibal Pinto y Almirante Montt.   Miles de jóvenes  no resisten la tolerabilidad de contención del sitio y son sobrepasados  por el malestar   del  síndrome de abstinencia. Entonces,   promueven su rápido acceso a situaciones limítrofes  de coma alcohólico, para luego   emprenderlas  contra el mobiliario público.  Son motines que se producen porque no se ha respetado  la capacidad de carga de dichos espacios.  

De modo que el uso, por parte de la Señora Presidenta, de la noción de capacidad de carga, ¿no permitiría acaso pensar en facultades  restrictivas  éticamente fundadas,  destinadas a generar condiciones de autocuidado colectivo  y respeto de la propiedad?   ¿Qué condiciones administrativas habrá que satisfacer para relacionar afectiva y conceptualmente,  iniciativas de  resguardo patrimonial con acciones de desarrollo comunitario?  Ciertamente, ¿quién tiene la potestad  sobre  cómo se define la capacidad de  carga social comprometida en el empleo no extorsivo del espacio público? 

lunes, 2 de mayo de 2016

CAPACIDAD DE CARGA


Durante la Unidad Popular, unos grupos de cantantes que saben perfectamente de donde son,  grabaron un disco que se llamó “canto al programa”. Harto malo. Musical y poéticamente. Nada comparable a la Cantata de Luis Advis, que a juicio de expertos cubanos en experimentación musical, era una obra conservadora. No solo por el respeto a la forma cantata, sino porque no señalaba tácticamente ninguna perspectiva de ensayo formal que  provocara una infracción de las formas clásicas. 

Manuel Guerra ha estrenado una canción para promocionar  el trabajo de cabildeo constitucional pro-gobiernista. Legítima pretensión que lo confirma como un cantor que también sabe de donde son los cantantes, reproduciendo la complacencia formal que lo inscribe como el bufón de corte que corresponde.  ¡Y con letra de Carlos Cabezas! Es de lamentar que semejante talento sea reducido a exigencias ilustrativas.  Los cabildeos son lo que son:  extensiones de la  doméstica práctica de manejo de las “mesas técnicas”, donde la sola aceptación de participación es una prueba de “violación” regulada y legalizada.

En el mismo instante en que Manuel Guerra estrena su nueva canción, la Señora Presidenta  -de visita en Rapa-Nui-   sorprende en su discurso con el uso de  palabras tales como  capacidad-de-carga.  La isla no tendría condiciones sistémicas para recibir a tanto turista,  cuyo ingreso discriminado  desnaturalizaría su carácter identitario.  La palabra turista  tendría que interpretarse, simplemente, como extranjero, incluyendo a los chilenos continentales, abriendo una discusión sobre la conversión de Rapa-Nui en  territorio de excepción, en el seno de la “república”.  Habría que impedir el acceso a la isla de contingentes de población cuya presencia, a juicio de algunos,   amenaza la permanencia de la lengua originaria.

DE todos modos,  es muy significativo el uso de la noción capacidad-de-carga.  En Valparaíso,   muchos lugares  suelen ser  excedidos en su capacidad de carga.  En un tiempo cercano, en condiciones de ocupación irregular,  hubo lugares que fueron colmados por un número de espectadores que sobrepasaron de manera extrema las condiciones de gestión territorial  relativas al manejo de poblaciones en espacios reducidos.  Esto es muy importante a la hora de intervenir en caso de situaciones que ponen en duda la atención a personas en riesgo.

Las  autoridades de  estos lugares  cumplen con las condiciones de manejo de poblaciones, asegurando el cuidado de éstas. La  capacidad de carga no debe ser superada para preservar la salud de los asistentes. O sea, es una cuestión de sentido común, garantizada por una normativa relativa a los usos de los espacios públicos.

Esto significa lo siguiente: si un teatro consigna una tolerancia de 350 personas, no pueden ingresar a él  más de 400. Se supone que hay un margen mínimo de exceso que es posible controlar, en caso de algún incidente, como por ejemplo, un corte de luz, un terremoto, un incendio, etc. Ello exige disponer de espacios de evacuación adecuados a partir de un cálculo de  flujo que  se calcula a partir de la ocupación de un determinado número de personas por metros cuadrados, entre otros factores. 

Sin embargo, un  funcionario-operador del CNCA hizo lo siguiente:  se comprometió a ocupar un teatro sabiendo que no podía exceder las 350 plazas, pero por las redes hizo una invitación abierta, de modo que un gran contingente juvenil se hizo presente. No era un concierto, sino la presentación de un libro sobre música chilena, que contaría con la participación de un grupo que interpretaría –según acuerdo- dos canciones, a título de saludo.

El operador del evento, no contento con extender una invitación cuya respuesta excedía la  capacidad de carga del lugar, convirtió la presentación del libro en un concierto encubierto, incumpliendo el compromiso inicial.  Los jóvenes llegaron en gran número y  triplicaron la capacidad del teatro.  Al ver impedido el acceso al teatro,  repleto en toda su capacidad, los jóvenes  hicieron manifiesto su malestar iniciando la vandalización del lugar. Los empleados se vieron obligados a llamar a Carabineros.

Sin embargo, el  funcionario-operador  que había  promovido directamente  la superación de la capacidad de carga del recinto, quiso suplantar a los empleados y obligarlos a permitir el ingreso al hall del teatro.  Semejante  irresponsabilidad  tuvo que ser contenida  y el operador  puesto en su lugar.  Sin embargo no trepidó en acusar a los  gestores del lugar  de prácticas anti-populares. 

Por no respetar su capacidad de carga, un teatro  santiaguino fue lugar de incidentes en  el curso de los cuáles   varios espectadores perdieron la vida. 

El relato de este incidente  en Valparaíso  adquiere  gran relevancia  después de las declaraciones  de  la Señora Presidenta, a propósito de la capacidad de carga de una isla  -que como toda isla-  se sostiene  en un equilibrio precario.  Por extensión, todo recinto en  que se maneje la noción de carga adecuada, debe aceptar  la hipótesis  que existe un tipo de discriminación razonable y legalmente  garantizada, destinado a proteger su reproductibilidad como espacio humano.

Ciertamente, una isla posee características  extremas en cuanto a la puesta en función del respeto de la capacidad de carga, aunque  esta idea involucra una discusión sobre  facultades constitucionales para hacer viable  semejante  propuesta. 

Un teatro no es una isla.  Un teatro está en la ciudad.  Lo más probable es que la noción de capacidad-de-carga no sea la noción más adecuada para hacer mención al desarrollo humano de Rapa-Nui.  Pero como fue empleada por la Señora Presidenta,  me he tomado el trabajo de hacer algunas comparaciones.  

domingo, 1 de mayo de 2016

ESTRATEGIA DE ESCRITURA

 
La última columna  subida a este blog  fue publicada el 10 de noviembre del 2015.  En ella hacía mención a mi participación en  el Homenaje a Pasolini, que había tenido lugar el 5 de noviembre en La Sebastiana. 

Desde el 22 de noviembre comencé a escribir en un nuevo blog, destinado a dar cuenta de mi trabajo analítico en la escena artística santiaguina.  De hecho,  la primera columna de este nuevo espacio editorial estuvo orientada  a tratar un tema  historiográfico, que provenía de la ponencia que presenté en la Pinacoteca de Sao Paulo,   el 13 de noviembre,  sobre un caso polémico específico   que se remontaba a la coyuntura plástica de 1984,  en el marco del envío chileno a la Vª Bienal de Sidney. 

De este modo,  durante estos últimos meses he mantenido dos blogs; uno, metropolitano; el otro,  regional.  El primero, destinado al análisis de las imposturas de los máximos operadores de la escena plástica.  Me refiero a las imposturas analíticas, por cierto. Es lo único que puede ser objeto de estudio en relación a las maneras que tienen de acumular fuerzas y ofrecer prebendas.  El segundo blog quedó “retenido”, a la espera de considerar que era necesario su re/puesta en movimiento. 

Desde noviembre  hasta el día de hoy he mantenido  estas dos vías desiguales como una forma de ampliar los términos del análisis  considerado en la edición del libro ESCENAS LOCALES,  publicado en septiembre del año pasado en Córdoba (Argentina) por Editorial Curatoria Forense.  

El 24 de octubre presenté dicho libro en CASA/PLAN, en una situación muy curiosa. A raíz de problemas que tuvimos en la aduana, no llegaron los ejemplares, de modo que Marcelo Mellado y Carolina Olmedo  presentaron  el libro en ausencia.  

Siempre es atractivo y no menos arriesgado presentar un objeto que no está, y que sin embargo convoca a los asistentes a cumplir con la ceremonia de  saludo.  Al final del encuentro y camino al Cariño Malo,  me saqué  una foto  con mis hijas frente al carrito del Compañero Yuri, que por lo demás, estaba cerrado.  




Ese día,  Ritta Lara había preparado una extraordinario caldo de patitas de pollo. ¡Era lo que necesitaba para reponerme de la presentación del libro!





Para colmo, en enero de este año me enteré que me había ganado, junto a Editorial RIL,  un fondo para publicar ESCRITOS PORTUARIOS, que  reúne en parte significativa de las columnas escritas para  justopastorvalparaiso.blogspot.cl  durante los años 2013 y 2015.  Pero, principalmente, durante el 2014.  Lo que pienso es que se les pasó, o no pudieron impedirlo, después de haberle ganado dos juicios a la directora regional, como operadora directa de las inconsecuencias e ineptitudes acerca de lo que todos ustedes saben. 

En las “fisuras del sistema”  es todavía  posible hacer algo. ¡Francamente! No hay fisuras, solo errores-no-deseados-pero-calculados-dentro-de-todo.

Lo único  que puedo decir es que  los detalles finales de esta edición ya están en curso y probablemente  el libro entre a la imprenta en los próximos meses, en Valparaíso, por cierto.

Sin embargo,  hay suficiente material analítico sobre la escena porteña que me ha hecho reconsiderar la situación de relativa retención editorial a que la había sometido, privilegiando –lo admito- la escena santiaguina.  De modo que,  en lo que a estrategia de escritura se refiere, mantendré en función  ambos blogs, porque no hay día que pase que no nos ofrezca un argumento  de primera magnitud para hacer avanzar nuestras investigaciones.

Un ejemplo de lo anterior se puede encontrar en las declaraciones de la Señora Presidenta en Rapa-Nui,  donde  hizo empleo de una noción muy curiosa. Habló de proteger la capacidad-de-carga de la isla.  Es decir, habló con la certeza de un ingeniero del tránsito, mediada por la  incerteza  de los controladores de multitudes.  Quienes recuerden todavía  la visita del Papa  tendrán la imagen de las “vallas papales” y de los corredores  establecidos para separar al público en cohortes manejables,  a objeto de impedir el efecto de estampidas y permitir el acceso rápido de ambulancias.  Esa era una manera de favorecer el empleo de la noción y disolver la energía de las masas  en el léxico propio del traslado de mercaderías, teniendo en cuenta el cálculo de las mermas.

Pero la Señora Presidenta llegó tarde. No le dijeron que el modelo de la saturación ya había sido instalado por Kevin Kostner y la ficción hollywoodense, como el modelo referencial de desarrollo que luego ella misma, gracias a la colaboración de Soledad Alvear, desplazó hacia Valparaíso, como ficción de manejo  de una impostura historiográfica de gran magnitud, destinada a  montar  la empresa de musealización de la epopeya de un enclave británico perimido, de cuyas ruinas solo es posible retener la pobreza y el naufragio. 

De este modo, la primera columna de este recomienzo, después de esta columna indicativa, está referida a la operatividad de la noción referida: capacidad-de-carga.