miércoles, 30 de julio de 2014

COLOSAL: EL CONCEPTO

Hay una primera razón para denominar COLOSAL a esta exposición expandida y en tiempo real. Todo esto es una broma de mal gusto para los especialistas en arte contemporáneo. Frente a la catástrofe, las artes visuales han quedado mudas.  No diré, ciegas. No tendrán palabra. Hay prácticas sociales cuyos efectos estéticos son más consistentes que las oportunidades de carrera que se forjan al representar el dolor de los otros. 

¿Cuál es esa razón?  José Luis Barrios, filósofo mexicano, curador del MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y que estuvo con nosotros compartiendo en el Parque hace algunas semanas, nos proporciona algunas  pistas. En su libro Atrocitas Fascinans (Imagen, horror y deseo), nos recuerda que Kant en la Crítica del Juicio introduce el concepto de lo colosal que, al igual que el de lo monstruoso, son los límites para argumentar en torno de la experiencia estética de lo indeterminado. Y luego señala en una nota al pie de página que lo monstruoso es la frontera de lo indefinido, pero del lado de la naturaleza; mientras lo colosal es el límite que corresponde a la razón. Lo indefinido está en la irregularidad del asentamiento. No por menos regular, menos legítimo. Sin embargo, en Valparaíso, la razón del capitalismo forestal facilita el desborde de la racionalidad de su manejo. El incendio dejó 


He insistido en esta distinción: el Incendio no ha sido el producto de un accidente de la naturaleza, sino la ejecución de un programa implícito de desestimiento de la razón política.  La decisión de combatir el incendio dependía de eso. Estando las tres condiciones reunidas, el responsable  de poner al Estado en (e)videncia pasó a ser un portador de lo indefinido y facilitó la conversión de lo monstruoso en colosal.  Porque la decisión institucional de sobre/poner una Delegación de Excepción pone de manifiesto la falla  de la Autoridad Normal para gestionar, justamente,  su propia condición. 

Para precisar aún más el término, José luis Barrios acude a la cita de un libro de Jacques Derrida, La verdad en pintura (Paidos, BsAs, 2001) donde lo colosal  no es una cosa sino  un concepto “y la presentación de este concepto en la medida que no es presentable. Ni simplemente impresentable; casi impresentable. Y en razón de su talla: es “casi demasiado grande” “.  En este terreno de lo ordinario de los días, la Delegación resulta impresentable, porque su concepto no cubre lo representado en los informes de manejo de las poblaciones vulnerables. 

El análisis de José Luis Barrios apunta a definir el sentido del monumento arquitectónico como una especie de concepto demasiado grande que desbordaría nuestra capacidad de aprehensión.  Pero el Incendio, lo que hace, es ponernos delante de la prueba indesmentible de una ausencia de monumento; es decir, de presencia de lo habitable como trama que se instala sobre la topografía y modula lo informe del territorio. 

Es aquí donde entra a operar una dialéctica de lo colosal, donde -a su juicio- el concepto entra a operar entre el delirio por la técnica como dispositivo de poder, cuya expresión es el monumentalismo arquitectónico y una  estética del horror cuya forma más acabada es la lógica de la guerra. Lo que tenemos es un desbordamiento urbano que termina por imponerse al paisaje como figura de poder. A cada formación social le corresponde el desbordamiento que se merece. Desde la Promoción Popular en adelante lo que tenemos es una práctica de la impostura compensada que se ha transmutado en política de vivienda en-la-medida-de-lo-posible. El incendio puso en evidencia la dimensión colosal de dicha impostura, como manifestación de una forma delirante de poder, donde ya ni siquiera está disponible la técnica para modelar la representación de lo informe, como política de la vivienda faltante.  Lo monumental y lo horroroso han pasado a ser las condiciones de percepción de una habitabilidad averiada por las relaciones entre el humo y el terror en su inmediatez. En los dos próximos párrafos he decidido aumentar el cuerpo de la letra. En una coyuntura signada por la patrimonialidad de los cuerpos en su resistencia máxima, lo que me cabe es al menos consignar la fortaleza del cuerpo de una letra que resiste para cubrir lo que representa. 

La Autoridad regional expone la precarización  de sus agenciamientos  al producir la figura impresentable de su presentación. Pues bien, en nuestro medio existen políticas sociales solo porque no accedemos  técnicamente a la  completud de la monumentalidad, sino a un tipo de experiencia en que se debe hacer calzar un concepto de unidad arquitectónica  que pueda ser funcionariamente presentable como aprehensión del territorio, en un marco de compensaciones reguladas.  


Entonces, una política de vivienda es lo inverso de lo colosal porque modela lo informe de acuerdo a una definición de tolerancia y conformismo  que está pensada para satisfacer los PMG de los funcionarios de los servicios de vivienda. En esta situación emerge la figura de lo monstruoso como la evidencia de que no hay otro horizonte posible, más que la comprensión del “aparato” que distribuye las compensaciones como indicios de política de desarrollo regional.

martes, 29 de julio de 2014

MEMORIAS DE LA CENIZA

El jueves 17 de julio tuvo lugar en el PCdV -en el marco de COLOSAL- el lanzamiento de Memorias de la ceniza. Desde fines de abril, con Pablo Aravena, trabajamos esta edición, motivados por la urgencia de escritura desde la Catástrofe. Por eso, extendimos la invitación a más de una veintena de intelectuales locales, que supieron responder con una complicidad evidente, planteada en torno a una pregunta implícita que abordaba las relaciones entre Saber y Poder en la ciudad y problematizaba, al mismo tiempo, las causas de la sordera de la Autoridad frente a las advertencias que ya habían constituido un corpus consistente de documentos y declaraciones. 


La urgencia en marcar el devenir de unas reflexiones señalaba la existencia de una masa crítica que se había convertido ya a estas alturas en una teoría local sobre el desarrollo de la ciudad.  Es decir, había que insistir en la existencia previa no solo de una advertencia, sino de un caudal de conocimiento que no ha sido habido por la Autoridad. De ahí, la distinción efectiva entre Saber y Poder, que pone en situación de excepción analítica las relaciones entre ciudad y universidad. 

De este modo,  la hipótesis que corrió por debajo de nuestras decisiones fue aquella según la cual, sin apertura al conocimiento universitario, la Autoridad se des-autoriza.  

En este sentido, no pudimos haber tenido mejor presentador que Raúl Allard, quien hizo un cuidadoso recorrido por los temas que los diversos autores abordaron. Sin embargo,  hay un aspecto de su propio texto en Memorias de la ceniza que quisiera relevar, porque se conecta con la intervención de Sergio Baeriswyl en el encuentro que tuvo lugar durante todo el día jueves en el PCdV en el marco de COLOSAL, bajo el título La catástrofe de Valparaíso, hacia una planificación territorial integral.  Este arquitecto, Premio Nacional de Urbanismo y que fuera coordinador del Plan de Reconstrucción del Borde Costero (después del terremoto del 27 de febrero del 2010),  abordó un punto que me parece crucial; el que la reconstrucción regional  penquista fue abordada desde la  región, con recursos políticos e intelectuales propios.  Insisto en el reconocimiento de lo propio. No hubo Delegado. Lo cual define el tipo de trato y de credibilidad política entre región y gobierno central. 

Es decir, que un elemento clave de la resiliencia urbana depende de la sostenibilidad de la política local en su relación con la producción de conocimiento. Esta perspectiva de trabajo debiera ser un elemento a considerar en las actuales circunstancias, para re-definir el rango de responsabilidades proyectivas de la reconstrucción; en este caso, de las laderas, por ejemplo. 

Ahora bien: en su texto para Memorias de la ceniza, Raúl Allard se refirió a la necesidad de  entender que la reconstrucción está directamente ligada a la recomposición  del tejido social; pero agregó una pequeña variante a su frase inicial, ya que escribió que no se trataba de “cualquier” tejido social, sino en particular del tejido social de la dirigencia local; es decir, la dirigencia local entendida como un tipo de tejido social que ha experimentado una merma severa. 

No tenemos una lectura de las razones de la merma, pero padecemos sus efectos. Lo que Raúl Allard señala es la gran distancia entre el tejido social de una dirigencia que no debe ser recompuesta -como la generación del 67-  y el de una dirigencia cuya disposición debe ser remendada, para hablar en léxico de corte y confección. Si bien entre remiendo y recompostura existe una diferencia de grado y de consistencia, lo cierto es que la actual dirigencia local requiere ser recompuesta en su arqui-textura; vale decir, en las condiciones arcaicas de su propia posibilidad. El problema es que carece de filiación. Más bien, no reconoce filiación. 

Se me podría acusar de usar las palabras de Raúl Allard para organizar una argumentación en provecho propio. En verdad, me tendrían que acusar de haber editado este libro a partir de la pregunta sobre la separación entre Saber y Poder, que viene a ser una expresión más del diagnóstico implícito que hace el propio Raúl Allard, encarnando él mismo en su persona un cierto modelo de servidor público de los que ya no se tiene memoria. Nobleza obliga, entonces, a reconocer el aporte que ha significado su obra pública en el desarrollo de una representación específica de la producción de ciudadanía, sin dejar jamás de sustentar su acción sobre un imaginario universitario que contribuyó con creces a su edición, montaje y permanencia. 


No fue casual, entonces, que al iniciar el acto de lanzamiento de Memorias de las ceniza,  Raúl Allard me hiciera obsequio de su libro Ambientes Múltiples (Testimonios de cinco décadas en el desarrollo de Valparaíso, Chile y America-Latina), publicado por RiL editores, Santiago de Chile, 2013.

miércoles, 23 de julio de 2014

LOS FENICIOS

Fui invitado a participar el jueves 3 de julio en el micro coloquio Roland Barthes: recepción y contexto, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.   El objeto era abordar  las lecturas chilenas de Roland Barthes, en el entendido que una lectura supone el empleo de unas herramientas conceptuales que la convierten en un proceso de producción determinado de conocimiento textual, desde su factura diagramática. 

La atención crítica que he puesto en la escena porteña de los años setenta me condujo fácilmente a reconsiderar la reconstrucción de mis propias lecturas, en esa lejana coyuntura, cuando era un infortunado estudiante de filosofía en un instituto que difícilmente se despegaba de un pasado destinado a la apologética, pero que pasó aceleradamente a ser objeto de una reforma de estudios que introdujo cursos de filosofía política, donde los textos de Franz Fanon y Fidel Castro pasaron a nutrir una vulgata que dominó nuestra intolerancia discursiva. 

De esos nombres, el único que retengo es -justamente- el de Franz Fanon, y sobre todo, el de Sartre y su histórica presentación a Los condenados de la Tierra. Pero eso es harina de otro costal. Puro grumo. Por no decir, puro grupo. Valga mencionar que la escritura de la polémica  presentación de Sartre  es contemporánea de A Valparaíso, de Joris Ivens. 

Ustedes ya saben que Joris Ivens es mi fenicio en esta historia. Todos conocen ese chiste del examen de historia en que  lo único que sabía el examinado era sobre los fenicios y que toda pregunta que le hacían terminaba arreglándoselas para terminar hablando... de los fenicios. En Valparaíso, lo único que he hecho ha sido hablar de los fenicios. 

Para no ser menos, la invitación a hablar de los “usos de Barthes” la  tomé como una manera elusiva de seguir hablando de lo mismo,  a raíz de  lo cual, formulé el siguiente título: Lecturas insuficientes de Roland Barthes en dos escenas diferenciadas por la catástrofe:  1972 y 1982

¿Que es una lectura insuficiente? Por ejemplo, ¿como leer el Parque? Imaginemos que el Parque es un texto institucional.  Hay agentes locales que no representan a nadie, según los cuáles  el Parque es el producto de la lucha heroica de unos “okupas” que le doblaron la mano al Estado y ejercieron soberanía libertaria sobre un territorio.  Esa es, a lo menos, una interpretación cándida y no menos “oportunísima”.  

Pues bien: la insuficiencia de esta lectura radica en la omisión de la complejidad del proceso, que se subordina a una concepción   de trabajo  cultural donde la principal preocupación es la sobrevivencia material de grupos de autoprotección, de vida muy precaria, que habían logrado imponer formas de habitación temporal como “allegados” dispuestos a ser legitimados  mediante el reconocimiento jurídico de un acto de soberanización,  siguiendo el modelo  de las luchas urbanas de los años setenta, pero toleradas en los años dos mil por un calculado manejo extorsivo de la conflictividad.  

Esto ya lo he dicho en reiteradas ocasiones. Lo pueden encontrar en mi libro Escritura Funcionaria, en la entrevista que respondo a los estudiantes de post-grado de la PUC. 


Obviamente, regreso a Barthes, para remitirme  a las perturbaciones  de  recepción de una lectura determinada.  


Permanezco en Valparaíso para enunciar las condiciones de excepción en que la extorsión sigue siendo la forma privilegiada de relación entre autoridad y minorías consistentes; es decir, minorías con las que la propia autoridad saca las castañas,  según el dicho popular. Ustedes ya sabrán a quien me refiero. Por motivos puramente defensivos, no puedo ser más explícito. 

Ahora, por autoridad, entendamos -simplemente- la figura de un significante político local.  No me había percatado de la proximidad de las palabras “picante” y “significante”. Pueden dar lugar a un concepto único: un significante picante operando en el mundo de los signos.  

Este sería un buen tema para una tesis de sociología de la recepción  discursiva en zonas de riesgo interpretativo. Pero  se trata  más que nada,  de estudiar la recepción de la lectura de Barthes en la escena intelectual chilena, en al menos dos momentos.  

Retrocedo a los años setenta, cuando en Valparaíso, Rodrigo González, hoy diputado, “inventaba” el CESCLA.  

¿Que tiene que ver Barthes con González? !Es por los fenicios! 

Los primeros “lectores” aplicados de Barthes fueron Armand y Michelle Mattelart, junto con Mabel Piccini, que se hicieron famosos en ese momento por haber escrito el inaugural trabajo La ideología de la prensa liberal, publicado en el número 3 (especial) de los Cuadernos de la Realidad Nacional, en marzo de 1970.  

Rodrigo González fue a candidato a rector en la PUCV y logró convertir su poder académico-político en plataforma de intervención de la universidad en el movimiento social.  Era una época en que los operadores eran de otra calidad. De hecho, no se conocía el término “operadores” en el léxico de la política. Tampoco existía la palabra “lobbysta”.  Había otras palabras que luego fueron obligadas a abandonar la escena para ser reemplazadas por la arrolladora y lacunar voracidad de “los hijos de alguien”.  Las relaciones locales entre partido y eficacia tribal están subordinadas a la estructura de una teleserie brasileña, con sustitución de infantes y reversión de  nombres-del-padre.  

A no olvidar: los “usos de Barthes” remiten al modo como ciertas palabras dejan de ser usadas  en una coyuntura determinada y son sustituidas por  nuevos modismos  de procedencia tribal, como ya lo he sostenido, cuyo único propósito es denominar el espacio de distribución de un botín. 

Entonces, el Parque  deja de ser leído como un texto institucional y pasa a ser “el objeto de deseo” de  unos agentes de (nueva) justicia distributiva.  


Para regresar a los fenicios, se hace necesario, con el propósito de entender la genealogía de los poderes locales,  realizar un gran seminario sobre el estatuto de la “jefería” en algunas “sociedades primitivas”.  En ese caso, para preparar semejante encuentro, la lectura del pequeño librito de Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado, sería de una utilidad extrema. Pero de seguro, los operadores solo leerán una agresión disimulada en el título, bajo la forma de La sociedad local de los cerros contra el Estado, porque -agobiados como viven- no logran inventar la distancia analítica suficiente que los designaría solo como ocupantes temporales de un lugar simbólicamente obstruido que los sobrepasa, porque la dimensión de la catástrofe que tenemos entre manos resulta abismalmente  COLOSAL. 

domingo, 20 de julio de 2014

CORTOS, GRUESOS, DIFERENTES

En la edición del 11 de julio El Mercurio de Valparaiso publicó la noticia del fallecimiento de don Ricardo Araya, emblemático sastre de la subida Almirante Montt. Lo curioso es que la noticia fuera mediada por dos textos; el primero, aquel que escribí y subí al blog el 8 de julio; el segundo, la columna que publicó Cristián Warnken en El Mercurio de Santiago el jueves 10 de julio. De aquí relevo un tema cultural de importancia capital: el rol que jugaba don Ricardo en la economía simbólica del barrio. Sin que nos hubiésemos puesto de acuerdo, Cristian Warnken reafirma y amplifica esta línea de trabajo al sostener que su desaparición es un desastre, para preguntarse luego por quien “remendará nuestros vacíos”. El empleo de la palabra remiendo es lo más doloroso de su columna y corresponde a un gesto de reconocimiento monumental, para quien ejerció las artes de la costura durante más de sesenta años.

Amigas vinculadas al programa-manifiesto Lugares Valiosos habían conversado con don Ricardo, hace algunos años. Ante la pregunta de cuánto lo iba a perjudicar el arribo de la ropa de procedencia china, éste habría respondido con las siguientes palabras: “Existen los cortos, los gruesos, los diferentes. Ahí está nuestro futuro, en la diferencia”. Era la afirmación de la diferencia como lugar valioso y el reconocimiento del lugar valioso de la diferencia, en la que todos somos cortos, gruesos, diferentes, en relación a la producción política local, asimilada a la “ropa china”.
Cristian Warnken empleó la palabra desastre. Coincide, entre otras cosas, con el nombre de la exposición que montaron Francisco Olivares y Henri Serrano en la sala Laboratorio del PcdV y que en estos días ha sido trasladada a la sala de artes visuales, porque forma parte de una “ponencia” en el programa de conversatorios de la exposición COLOSAL.

Por cierto, la “ponencia visual” de estos artistas contribuye al debate sobre el (d)efecto de las materialidades en la recomposición de la diferencia y en la inflexión discursiva que en estos días tiene lugar en el empleo que la Autoridad hace de la noción de “zona de riesgo”. Justamente, de lo que se trata en COLOSAL es de poner el foco en cómo pensar el riesgo bajo condiciones discursivas de riesgo. Es decir, decidir con qué ropa nos vamos a arropar –valga la redundancia- para cubrir nuestros vacíos.

El jueves 10 de julio se efectuó en el PCdV una ceremonia donde la presidenta, el delegado presidencial (interventor de zona) y la ministra de la vivienda distribuyeron subsidios para la reconstrucción. En un marco  muy emotivo y en la pulcritud que caracteriza este tipo de ceremonias, el delegado presidencial agradeció el trabajo de mucha gente que estuvo involucrada en la Emergencia. Un miembro del público, sin agresividad, le recordó el voz alta a los voluntarios, lo que fue recibido con un gran aplauso por los asistentes.


La introducción de la palabra voluntarios en este acto fue el punctum de la jornada. Es decir, el momento de mayor punción discontinua en el seno de la continuidad ceremonial. Voluntarios, en este contexto, se extendía a la palabra estudiante, que en el discurso general del delegado está asociado a “lo diferente”, y que ha sido sindicado como responsable de que una gran cantidad de mediaguas quedaran mal construidas, por lo que el Cuerpo Militar del Trabajo habría tenido que intervenir para reparar ese trabajo mal hecho.

Nada más que en el terreno del discurso, la garantía de la reparación está dada por el Cuerpo Militar, como concepto operativo y uniformado que garantiza la ejemplaridad de una estrategia de recuperación estatal del territorio que no soporta la permanencia de las “memorias de sitio” (cortas, gruesas, diferentes).  

lunes, 14 de julio de 2014

CICLISMO Y MEMORIA

En esto días nos reunimos con Henry Serrano para seguir la Vuelta de Francia por la televisión francesa, mientras éste termina de montar DeSastre en el marco de COLOSAL. Sufrimos viendo la caída de Contador y su retiro de la carrera. Se le partió el marco de la máquina. 

Este año se celebran  los  cien años de la primera guerra mundial. El relato televisivo de las etapas recupera el doble régimen  de un discurso que sobrepone la ruta de la Vuelta con el trazado de las rutas de la memoria que involucran, no solo ejemplares monumentos a los caídos de la guerra 14-18, sino también señalan el itinerario del Tercer Ejército americano del general Patton, en su avance desde Sainte-Mère-les-Églises hasta Bastogne.  

En medio de una toma sobre la fuga de un ciclista, la cámara se detiene sobre un monolito que recuerda el paso del Tercer Ejército. No es usual que en la transmisión de un evento deportivo tengamos la posibilidad de compartir una información histórica “dura”. 

Solo hay un precedente en la radiotelefonía chilena, cuando la noticia del anterior bombardeo a la franja de Gaza a manos del ejército israelí causó la muerte de varios jugadores miembros de la selección de fútbol de Palestina, que se preparó en Chile como equipo de tercera división, para las eliminatorias del Mundial de Sudáfrica. La noticia se incrustó en el programa deportivo Al aire libre en Cooperativa y dio paso a una entrevista a Bichara,  que había jugado con los futbolistas fallecidos y que hizo un conmovedor relato de lo que significaba el fútbol para los niños de Gaza. 

Regreso a la Vuelta de Francia, no sin dejar de pensar que en estos momentos tienen lugar varias incursiones israelíes en territorio de Gaza y que han concitado el rechazo de la comunidad internacional, incluido el  gobierno chileno. 

Debo decir que estando con Luis Poirot en Bélgica, visitamos Bastogne después de revisar las páginas de un descomunal libro sobre la obra de Robert Capa.  Después, Poirot  tuvo que viajar a Miami para someterse a un duro tratamiento de salud. A su regreso me dijo que le había tocado estar en una sala común junto a un sobreviviente del 101 de paracaidistas.  El hombre hablaba poco, pero le dijo que en su vida había pasado tanto frío y tanta hambre como en esa navidad de 1944. Y que lo único que sabía es que, en medio del bosque en las Ardenas, metidos en una trinchera de fortuna,   lo único que tenía era un compañero de su compañía pegado al codo derecho y a otro pegado al codo izquierdo y que si no resistían todos juntos, como “hermanos”, no saldrían vivos de allí. Y resistieron. Ese heroísmo dio pie para la realización de la serie Band of brothers

En Buchenwald, mientras los del 101 de paracaidistas no cedían un centímetro de terreno  en Bastogne, el prisionero Jorge Semprún sobrevivía en el campo de concentración, como miembro de la resistencia comunista. Esas noches, escuchaba clandestinamente las emisiones de la BBC. 

En el 2001, la editorial Tusquets publicó una novela de Jorge Semprún bajo el título Viviré con su nombre, morirá con el mío. En esta novela autobiográfica Semprún repite varias veces frases tales como “los americanos resistían en Bastogne, no cedían ni un palmo de terreno”.  Ayer, ante-ayer, Henry Serrano y yo  no cedíamos ni por un momento de atención a la fallida arremetida final de Silvain Chavanel  en la etapa Eperney-Nancy, que seguía el dobles de la costura en la memoria de la arremtida del Tercer Ejército en los meses finales  de 1944.

En diciembre de ese año,  Semprún logró sacar de la biblioteca del campo una novela de William Faulkner, Absalom! Absalom!  El campo había sido creado por los nazis en 1937 como un campo de reeducación. Pero ese objetivo fue muy pronto abandonado. El campo se convirtió en lo que ya no dejó de ser: un campo punitivo, de exterminio por trabajos forzados. Exterminio indirecto, si se quiere, en la medida  que en Buchenwald no había cámara de gas (Semprún, p.109). 

Mientras Semprún leía la novela de Faulkner, a lo lejos se libraba la batalla de las Ardenas, cuyo desenlace no podía serle indiferente. 

En diciembre de 1944, Semprún acudió en auxilio de Maurice Halbwachs, su profesor de la Sorbona a cuyo curso obre el potlach había asistido en 1942. En diciembre de 1944, moribundo, Holbwachs apenas alcanzaba a escuchar la palabra potlatch.  Su propio cuerpo encarnada, si se quiere, el desgaste de una Historia.  Bastogne fue, quizás, una de sus últimas palabras pronunciadas. Le habían dicho que los americanos no cedían un centímetro de terreno a los nazis. La muerte ya lo devoraba. No iba a dejar este mundo sino hasta marzo de 1945. En esa navidad de 1944,  nunca había hecho tanto frío en la Europa occidental y los del 101 de paracaidistas no cedieron un centímetro de terreno, lo que tuvo por efecto  inmediato que en Buchenwald sobrevivieran algunos hombres  más.  

viernes, 11 de julio de 2014

YO NO BUSCO, ENCUENTRO (4)

Yo no busco, encuentro. En un encuentro en el Café Subterráneo, Ernesto Guajardo me pone en relación con unos textos que no había leído, pero de los que “ya sabía”. Se trata de la ponencia de Pablo Aravena en un encuentro de hace varios años, sobre patrimonio. La ponencia se titula La “memoria” patrimonial como obstáculo epistemológico de la operación histórica y se puede encontrar en http://www.ecos.cl/2009/12/miseria-de-lo- cotidiano.html.

Los dos términos del título de inmediato me conectaron con dos nociones que Pablo Aravena maneja y sobre la que la Autoridad -significante político- ha reparado demasiado bien. Primero, el negocio del manejo de las “memorias”; segundo, la sordidez epistemológica de las subordinaciones de método de quienes confunden a sabiendas “historia local” con costumbrismo contemporáneo.


Esto se relaciona con el texto reciente que ha publicado Pablo Aravena, y que aborda cómo el “patrimonio” ha provocado un daño simbólico y político muy grave a la ciudad. Este se encuentra en la edición de El Mercurio del 29/06/14, destinada a celebrar el 11o Aniversario de la Declaración de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad.


Vale la pena citar algunos párrafos: “En el 2010 un lapidario informe redactado por el equipo del urbanista Pablo Trivelli constataba que los habotamtes de Valparaíso ya no esperaban nada del carácter patrimonial de la ciudad. Lo que hay es frustración y malas expectativas. Se equivocaron nuestros gobernantes con la estrategia turístico-patrimonial para Valparaíso, o esta nunca fue pensada prioritariamente para sus habitantes? Tenemos derecho a preguntarnos esto, sobre todo frente al espectáculo dado por cientos de personeros defendiendo en contra de la ciudadanía organizada, el proyecto “Mall Barón”. El patrimonio somos nosotros”.

Texto para nada “apocalíptico”, sino de una claridad efectual considerable, que desplaza el debate sobre el uso de la historia local en provecho de planes para el desarrollo del turismo de intereses especiales. Es que el concepto mismo de patrimonio ha sido erigido como objeto específico de los intereses especiales de quien instaló su preeminencia en Chile, como un recurso balsámico para cubrir las heridas simbólicas que la oligarquía tuvo que experimentar desde la reforma agraria en adelante.

El interés especial de la oligarquía fue el de recomponer la herida infringida contra el derecho de propiedad y los sistemas de tenencia de la tierra. La lucha de clases ha sido banalizada por las figuras de Cousiño y Humberstone, convertidos en ejemplares héroes del emprendimiento tecnológico, pero que no pudieron contra el efecto sub-terra y la matanza de la escuela Santa María. La carne de las clases subalternas siempre pagan el costo. En cambio, la recuperación de las iglesias de fundo desafectadas por la reforma agraria fue la primera medida de reparación que la Concertación le cedió a su filiación perturbada.

Si la recuperación patrimonial corresponde a la recomposición de la unidad de consciencia histórica de una oligarquía que tuvo que recurrir a Pinochet para hacer el trabajo sucio que la re-instalara, relocalizando simbólicamente el destino de sus capitalizaciones, la expansión del concepto de patrimonio bajo garantía de la UNESCO promovió de manera acelerada una plebeyización que debía convertir unas ruinas en soporte de la industria del entretenimiento blando, en la era de la museografización global de la memoria.


El obstáculo epistemológico al que hacía referencia Pablo Aravena tenía que ver con el desplazamiento del rol del historiador -extensible a otras profesiones de las ciencias sociales- como experto y/o asesor de planes de manejo, re-potenciando el campo laboral y abriendo el “género” de la gestión patrimonial. Pero ese es un primer nivel.

El segundo nivel al que apunta esa ponencia es al modo cómo la banalización del concepto de patrimonio acarrea consigo una depreciación del trabajo de la historia local. Ciertamente, no se trata de una cuestión de escala, sino de método. Al fin y al cabo, lo preocupante es cómo el concepto de patrimonio se instaló sin mayor resguardo epistemológico y se convirtió en un continente administrativo, normativizando un debate en que sus agentes han logrado instalar la preeminencia de una discursividad regulatoria por sobre el rigor de la escritura de historia.

La “fórmula” El patrimonio somos nosotros de Pablo Aravena se combina con la propuesta que ha sido el eje de nuestro trabajo: el patrimonio reside en la corporalidad de los habitantes. El Parque es un dispositivo de investigación del imaginario sobre cuyo fondo se proyecta la sombra de los cuerpos. Lo que nos hace pensar que la percepción de la corporalidad nunca es directa, sino que se accede a ella por la mediación de sus simulacros. 

martes, 8 de julio de 2014

Traje a la medida

El sábado pasado me enteré del fallecimiento de don Ricardo Araya Vásquez, el sastre de la subida Almirante Montt. Básicamente, mantenía un taller de remiendos y de sastrería en forma. Se le solía ver agachado sobre su máquina de coser, frente a la ventana. Siempre saludaba, sonriente,  inclinando levemente la cabeza. Tenía 83 años y había realizado su profesión de sastre desde antes de cumplir los veinte. 

Don Ricardo jugaba un rol fundamental en la economía simbólica del barrio, porque la visibilidad de su actividad proporcionaba una certeza que se diluía en un fugaz sentimiento de nostalgia. Ya había sido objeto hace unos años de una crónica en diarios locales, donde lo exhibían como una ilustración de los oficios que se estaban perdiendo en la ciudad. La ropa americana usada y la ropa de origen chino ponían en serios aprietos  a la industriosidad vestimentaria del porteño. Los sastres ya dejaron de hacer trajes a la medida y eso produjo un tremendo cambio en la concepción de la política. 

Me permito una incrustación retroactiva: en los ochenta, el CADA fue invitado a exponer en Nueva York. Si mal no recuerdo, la exposición se llamaba IN/OUT. Era la época en que comenzaban a llegar los fardos de ropa americana, junto con los “pan de molde” y la música disco. Una trilogía excepcional para dimensionar el efecto estético de los años de plomo. El caso es que el CADA envió a la exposición unos fardos de ropa usada. Es decir, les devolvió a la fuente, el producto de segunda línea. Los gringos no apreciaron mucho el gesto y lo primero que hicieron fue pensar en que era una copia no declarada de la obra de Boltanski. Es lo que hacen los americanos con el arte de otras latitudes, siempre. Pero me pareció muy exacto el gesto de la devolución. 

En esa misma coyuntura, Leppe, en el baño de hombres del Museo de Arte Moderno realizó una performance en el curso de la cual devolvió la torta que había previamente consumido. Era como decir: les devuelvo sus “lecturas”.  Devolver, fue, entonces, un síndrome de la “primera vanguardia” chilena. Nunca uso el término “vanguardia”, pero en esta ocasión declaro que su empleo es absolutamente paródico. Otro día puedo extenderme sobre este enojoso asunto. 

!Basta de retroacciones!  Don Ricardo jugaba el rol que menciono porque hacía pensar en que era posible, todavía, mandarse a hacer un traje a la medida. No me refiero a la desnaturalización del término en boca de la impostura parlamentaria de estos tiempos, sino efectivamente a la situación que acercaba al cuerpo un procedimiento de medida, que era traspasado a una libreta y luego esas cifras eran convertidas en  localizaciones de corte y de costuras. Re-pensar en ese gesto, en los ochenta, por ejemplo, era una acción simbólica privada que reafirmaba el imperio de la corporalidad en el terreno de su línea de representación. 

No puedo dejar de pensar, al asociar el nuevo oportunismo de las designaciones operativas de nuestros representantes, en el modo cómo Brecht se refería a Lukacz en sus Diarios de Trabajo. Es bueno leer esos diarios. Es muy útil leer esos diarios. En una de sus páginas, Brecht trata de payasos a los acólitos de Horkheimer en el Nueva York de los años cuarenta, cuando recorre los salones buscando financiamiento para re-montar su escuela, a la medida de las circunstancias. 

Entonces, Brecht, al referirse a Lukacz, dice que este es un “formalista” que se parece a un viajero apurado que pone distribuye desordenadamente su ropa en la maleta y la cierra sin advertir que han quedado fuera unas mangas, un pantalón, etc. Lo que hace es simplemente tomar un par de tijeras y cortar lo que sobra. Pero claro, era el Lukacz de antes de escribir Historia y conciencia de clases. Creo haber hablado de eso, ya. 

El hecho de que los sastres hayan dejado de hacer trajes a la medida permitió que esta retórica protocolar se trasladara, pero de manera des-naturalizada, hacia las mediciones lenguajeras de los operadores altos y bajos (en política existe también la “alta” y la “baja” cultura), de modo que hoy día la medida se acomoda a las re/composturas de los cuerpos discursivos. 

En este sentido, los lugares de decisión politica   pueden ser concebidos como unas sastrerías  que han perdido el sentido de la medida y han perdido la proximidad de los cuerpos. Modelan un traje sobre el simulacro  de unos cuerpos cuya percepción es modulada por el “formalismo” que Brecht atribuía a Lukacz. 


Mientras esto ocurre,  Jo Muñoz, artista visual que vive y trabaja en Valparaiso, edita el material que comenzó a registrar  en el entorno de don Ricardo. Lo siguió duante semanas y  realizó pulcras  entrevistas, teniendo en algunas de ellas como sonido de fondo las noticias radiales del incendio del Rodelillo, en febrero del 2013. Don Ricardo era un experto en corte y confección.  Jo Muñoz es experta en corte de imagen. La confección le sobre-viene por el acarreo del relato documental que fija sus momentos de intensidad en relación directa con el repiqueteo de la aguja sobre la costura. El traje a la medida se modula siguiendo el doblez de cuerpo. 

lunes, 7 de julio de 2014

EL LIBRO ROJO DE MARIO NAVARRO

(Lectura en GAlería D21, de Santiago, el jueves 3 de julio).

El libro rojo del
Pensamiento Mario Navarro está montado sobre cinco diagramas.

Los diagramas no son solo mapas conceptuales que señalan la genealogía de las obras, sino se presentan como las nervaduras arcaicas que sostienen la conectividad y reproducen las líneas de filiación de las obras.

Los cinco diagramas aseguran el cosido conceptual de un libro cuyo empaste amarra, tanto la edificabilidad de los textos como la manufacturalidad de las imágenes.

Los cinco diagramas están impresos sobre páginas rojas porque sostienen la legibilidad de unas obras que estremecen al mundo, poniendo en relación paradigmáticamente triangular tres palabras generativas: la primera, RED (rojo); la segunda, REED (que condensa los nombres de los personajes americanos; de John Reed, autor de Diez días que estremecieron al mundo, sobre la revolución bolchevique, y sobre cuya biografía la factoría hollywoodense produce la famosa película Reds, que protagonizó Warren Beatty; y de Dean Reed, el Elvis Rojo, que en Chile realiza la acción de lavar la bandera norteamericana manchada con la sangre del pueblo vietnamita) y la tercera, READ (lectura).


Este triángulo viene a ser el diagrama del diagrama, cuyos elementos están relacionados por la línea de la fuga referencial que sostiene la trazabilidad de una política de obra.

El primer diagrama es el índice, que trata el contenido del libro como una secuencia continua de definiciones relativas a la producción de obra, solo perturbada por la publicación de los diagramas.

El segundo diagrama reproduce el mapa de producción de obras, marcando la retícula conectiva que pone en situación de excepción dos círculos, diferenciados por su roja completud referencial, como si las palabras UTOPIA y ROJO/RED señalaran accesos relevantes y no menos complejos a la enumeración de unas obras que hacen CUERPO, ya sea por acumulación, como por fijación de momentos desfallecientes.

La palabra ROJO está impresa en medio de un círculo punteado que conecta a través de una línea consecuente con la palabra OPALA, recogida en letras rojas sobre fondo blanco.

De manera directa y triangular, esta palabra conecta de igual forma con las palabras RED DIAMOND, THE NEW IDEAL LINE y TRANSFORMER, que designan obras que en el mapa provienen de la dependencia directa RED/ROJO. Este es el punto de capitón del libro rojo del Pensamiento Mario Navarro.

El tercer diagrama está impreso en la página 52 y enfatiza aspectos relacionales generados a partir de la recuperación de las dos palabras cuyo relieve visual ha sido expuesto en el segundo diagrama; vale decir, UTOPÍA Y ROJO/RED. Sin embargo, estas son cotejadas con una lista de palabras-valija dispuesta a cumplir funciones atractoras cuyo manejo de línea las hacen rebotar en el círculo de la toponomia -CÓRDOBA- para ser a su vez reconducidas a denominaciones zonales de mayor envergadura y terminar encendiendo los círculos de la FUNCIÓN POLÍTICA y de la FUNCIÓN INDUSTRIAL.


El quinto diagrama reproduce los términos del proyecto curatorial de Mario Navarro para la Bienal del Mercosur del 2010 y demuestra la viabilidad de un traslado que produce efectos institucionales que se establece que la obra de un artista sobredetermina el carácter de una curatoría, entendida como trabajo de infraestructura para la LECTURA de una historia local del arte, armada sobre un esquema que relaciona VOLUNTAD (yo quiero), EXPERIENCIA (yo practico) Y CONOCIMIENTO (yo leo).

El cuarto diagrama expone los términos de mi propia lectura del Materialismo-Grafista- Pensamiento Mario Navarro, habilitada desde el triángulo formado por las palabras MÉTODO, DIAGRAMA Y TRANSPOSICIÓN. La primera descansa sobre las otras dos, de modo que Diagrama y Transposición permanecen en la misma línea, sobre fondo rojo, flanqueadas por dos círculos blancos en cuyo interior se lee, por la izquierda, en dependencia de Diagrama, las palabras Desplazamientos del grabado, y por la derecha, subordinadas a Transposición, las palabras Historias encontradas (Dispositivo de lectura).

Estas palabras bastan para definir un campo de operaciones formales que van a poner imagen, objetualidad y textualidad en una tensión permanente, pausada, interferida, suspendida, por las indicaciones perentorias de biografemas que determinan el carácter de una visualidad signada por el desmantelamiento del fantasma que recorre Europa

martes, 1 de julio de 2014

COLOSAL (2)

El mes de julio en el Parque estará destinado a COLOSAL, la exhibición singular que pondrá en escena el estado de desarrollo de un número determinado de iniciativas autónomas que están teniendo lugar en la zona siniestrada.  

Es una exhibición singular porque no corresponde a una muestra de artes visuales, sino a un montaje que toma prestada su visualidad a la entrega de proyectos de arquitectura. No podría ser de otro modo, puesto que estos dos últimos años el eje de trabajo del Parque, ha sido CIUDAD Y TERRITORIO. Valga recordar la extraordinaria exposición CIUDAD ABIERTA que abrió para nosotros el año 2013. 

Esta gran presentación de proyectos se articulará con dos  jornadas y  nueve conversatorios  que tendrán lugar entre el 14 de julio y el 14 de agosto. Sin embargo, el mes COLOSAL se inicia con una jornada de dos días, durante el jueves 3 y el viernes 4 de julio, bajo el título Colaboración entre sistemas territoriales complejos: diálogos entre Medellín y Valparaíso". 

!Que importante es invitar a debatir a Valparaiso a especialistas que han tenido experiencias de recomposición política y cultural del tejido social! La iniciativa de Fundación Puerto de Ideas apunta a hacer efectivas unas relaciones que ya existían entre ciudades como Medellín y Valparaíso, pero que hasta el momento, a nivel oficial no han significado nada. Esto significa que por el costado, emprendimientos autónomos realizan lo que en sentido estricto corresponde a una Autoridad que se encuentra completamente sobrepasada por su propia historia de ineptitudes  orgánicas. 

Esperamos de este debate una gran cosa: claridad sobre la dimensión política de la reconstrucción, porque ésta no es  un asunto puramente “constructivo”, sino  un momento de producción cultural elaborada. Resulta más que evidente que a los agentes locales de política reconstructiva, la reconstrucción como modelo de producción de ciudadanía le ha quedado demasiado grande, acostumbrados como están  a tribalizar sus deseos de control en el área sub-partidaria  local. 

Hay quienes piensan que en Valparaíso no solo hay que reconstruir tejido social en las zonas siniestradas, sino que hay que reconstruir “el tejido social de la dirigencia local”. !Uf! Hay una gran diferencia. Esa es otra zona siniestrada cuyo colapso viene de lejos. 

He sostenido en los textos que he subido a este blog entre el 19 de abril y el 23 de junio, que la Catástrofe nos da una oportunidad inmejorable para instalar el producto efectivo de una masa crítica, sobre la que se puede invertir en una renovación del personal político local, luego de que haya quedado en evidencia la fractura entre Saber y Poder.  

Sin embargo, este desplazamiento no es automático y es válido preguntarse por qué el saber universitario  dejó el campo libre a unos agentes que carecen de pertinencia profesional para ocuparse de las cuestiones fundamentales  que exige el desarrollo del territorio. 


La exposición COLOSAL, entonces, entiende que su público cooperante es delimitado, específico, y que lo que busca es convertir una exposición en un momento de producción de conocimiento. Esta es la comunidad a la que está referida -prioritariamente- esta exposición; la comunidad de los investigadores locales, de los estudiantes; en definitiva,   de los “intelectuales expandidos” de la ciudad, que la  piensan  desde sus prácticas como constructores eruditos de espacio en un tiempo social  muy elaborado.