La fascinación por un título puede desencadenar
series de conexiones de un efecto impensado. Matta es conocido, primero, por su
tesis de arquitectura: La Liga de las Religiones. Un proyecto en que las
plantas de los edificios estaban imaginadas desde las formas del cuerpo humano, en diversas posiciones.
Su localización era Isla Elefante.
Algunos quisieron ubicar la posición en el mapa. Era, más que nada, un mapa
mental. Pero había, en efecto, una Isla Elefante, en las Shetland del Sur. Si
bien algunos comentaristas localizaban la obra de Matta en las riberas del río
Baker. Da lo mismo. Isla Elefantes atrajo mi atención por la hazaña del Piloto
Pardo, desde mi edad escolar.
Un buen día, Fernando Prats me presentó el
proyecto para Madrid Abierto. La
frase publicada por Shakleton en la prensa, para reclutar los voluntarios de la
expedición fue montada en neón en Casa de América. El curador, Jorge Diez,
postuló la hipótesis según la cual el anuncio de Shakleton “es comparable a un
manifiesto o pensamiento artístico”, en que “la decisión del viaje (…) es
análoga a cualquier idea artística que busca como fin descubrir y revelar lo
inédito. El tuvo una idea en la que nadie más creía”.
Una versión de esta instalación fue pensada
para ser montada en el encuentro Valparaíso: intervenciones,
en el 2010. Recuerdo que fui invitado por los curadores –Jorge Díez y José
Roca- a dar una conferencia, en el 2009, mientras yo era el editor general de
la Trienal y supe lo que era enfrentar
la obstrucción de mi discurso por parte de las encargadas del proyecto
en la ciudad, Isabel Ibáñez y
Paulina Varas. Fernando Prats tuvo
que soportar indelicadezas análogas.
Sin embargo, formando parte de una investigación de gran
envergadura, GRAN SUR, Fernando
Prats concretó este proyecto
en su envío a la Bienal de Venecia del 2011. La pieza que fue montada y
encendida por Prats en Isla Elefantes, gracias al apoyo del rompehielos Viel,
pudo ser exhibida en el Parque Cultural de Valparaíso en junio del 2012. La
frase estuvo largos meses instalada en el quinto piso del edificio de Difusión,
en el PCdV.
Para esa ocasión, fue impreso un mapa con la
localización de Isla Elefante, intervenido por un dibujo de Fernando Prats.
Este mapa, por cierto, se acerca –grosso
modo- a otro mapa; pero que esta vez corresponde al campo de operaciones
narrativas de la novela de Julio Verne, La
esfinge de los hielos.
Los héroes de Julio Verne terminan por alcanzar
el polo magnético, después de haber sobrepasado el polo geográfico y haberlo
materializado mediante una esfinge imantada. La geografía real es convertida en
una geografía psíquica, no muy distante de las morfologías psíquicas del Matta
de los inicios. En este sentido, Matta es quien asegura la reproducción y
anclaje de un imaginario para el cual la tierra es hueca, a cuyo interior es
posible acceder por los polos. De ahí la determinación vulcanológica de una
parte de la narrativa verniana, de la que Matta se hace síntoma.
Al
recoger la experiencia de Fernando Prats, me trasladé a mi propia
experiencia de traductor de la versión castellana de un proyecto multimedia
concebido por el ministerio francés de asuntos extranjeros, bajo la conducción
de Pascal Emmanuel Gallet, quien en 1987 era uno de los fervientes sostenedores
del Festival chileno-francés de video-arte.
Hace veinte años, conocí el proyecto Brise-Glace (Rompe-Hielos), que fue la
instancia que selló mi fascinación por el arte y los hielos.
Brise-Glace: el
paisaje blanco contempló
tres producciones audiovisuales; a saber, un ensayo de Jean Rouch (Ouverture, 35’), una película de Raúl Ruiz (Histoire de glace, 34’) y un gran reportaje de
la televisión sueca sobre la vida a bordo del rompe-hielos de la marina sueca Frej, que servía en las aguas del golfo
de Botsnia (20’). Fue editado un libro de 120 páginas, que contenía –además- un
extraordinario léxico internacional de los hielos y reproducía un cuento
terrorífico de Selma Lagerlof, donde unos hombres corrían por el hielo mientras
este comenzaba a fundirse bajo sus pies. Entonces, uno de ellos cae y clama
auxilio. El otro se salva, porque sigue corriendo. Cosas así.
En la misma época de la publicación de este
libro fue re-editada la versión de La esfinge de los hielos, en francés, en
Livre de Poche, con un post-facio de Pascar-Emmanuel Gallet.
En el film de Raúl Ruiz, había una metáfora
similar, en la que un hombre aquejado por un extraño mal producido por unas
algas que se reproducían en el hielo, debía vivir con sus células congeladas,
amenazadas por la liquefacción. De modo que al recibir la invitación para
asistir en Punta Arenas a participar en una mesa redonda sobre arte y antártica, no pude más que
recuperar el efecto de mi propio congelamiento nocional, al mantener bajo
ciertas condiciones de conservación, unas hipótesis que habilitan la conversión
de las geografías terrestres -ya lo he dicho- en geografías imaginarias.
Estas geografías imaginarias poseen un
correlato en la determinación de tasas mínimas de institucionalización artística en regiones. En Punta Arenas,
Paola Vezzani me habla de Residencias de artistas en la Antártica. En
Antofagasta, Dagmara Wiskiel ha
montado las residencias en el lugar más seco del mundo: Quillagua. Fernando
Prats ya realizó allí su primera residencia. En Iquique, Rodolfo Andaur nos
condujo a Pisagua, para indagar sobre las excavaciones simbólicas del
territorio. Ni en Iquique, ni en Antofagasta, ni en Punta Arenas hay,
propiamente hablando, escenas, sino tasas
mínimas de institucionalización, que abordan de manera decisiva las
relaciones entre arte convencional y territorio extremo.
Es preciso que las prácticas de arte respondan
a la interpelación demoledora del paisaje, desde Chuquicamata hasta Isla
Elefante, pasando por Valparaíso, en el momento en que UNESCO redacta sus
recomendaciones sobre las condiciones de manejo del sitio Declarado. No
reproduciré la palabra-valija.
Sólo hay que tener en cuenta que la primera
fase de mundialización en la que UNESCO repara como el factor decisivo de la
Declaratoria, es contemporánea de la saga Poe/Verne. Es por eso que durante la
Unidad Popular, Quimantú publicó Las
aventuras de Arthur Gordon Pym, en su colección popular. El principio termo-político de Avanzar sin tranzar tenía el carácter
análogo a una travesía por los mares del Sur de la teoría de la dependencia,
buscando el centro magnético del proceso en el área social de la
economía.
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