martes, 18 de junio de 2013

Arte y hielos

La fascinación por un título puede desencadenar series de conexiones de un efecto impensado. Matta es conocido, primero, por su tesis de arquitectura: La Liga de las Religiones. Un proyecto en que las plantas de los edificios estaban imaginadas desde las formas del cuerpo humano, en diversas posiciones. Su localización era  Isla Elefante. Algunos quisieron ubicar la posición en el mapa. Era, más que nada, un mapa mental. Pero había, en efecto, una Isla Elefante, en las Shetland del Sur. Si bien algunos comentaristas localizaban la obra de Matta en las riberas del río Baker. Da lo mismo. Isla Elefantes atrajo mi atención por la hazaña del Piloto Pardo, desde mi edad escolar.

Un buen día, Fernando Prats me presentó el proyecto para Madrid Abierto. La frase publicada por Shakleton en la prensa, para reclutar los voluntarios de la expedición fue montada en neón en Casa de América. El curador, Jorge Diez, postuló la hipótesis según la cual el anuncio de Shakleton “es comparable a un manifiesto o pensamiento artístico”, en que “la decisión del viaje (…) es análoga a cualquier idea artística que busca como fin descubrir y revelar lo inédito. El tuvo una idea en la que nadie más creía”.

Una versión de esta instalación fue pensada para ser montada en el encuentro Valparaíso: intervenciones, en el 2010. Recuerdo que fui invitado por los curadores –Jorge Díez y José Roca- a dar una conferencia, en el 2009, mientras yo era el editor general de la Trienal y supe lo que era enfrentar  la obstrucción de mi discurso por parte de las encargadas del proyecto en la ciudad,  Isabel Ibáñez y Paulina Varas.  Fernando Prats tuvo que soportar indelicadezas análogas.

Sin embargo, formando  parte de una investigación de gran envergadura, GRAN SUR,  Fernando Prats   concretó este proyecto en su envío a la Bienal de Venecia del 2011. La pieza que fue montada y encendida por Prats en Isla Elefantes, gracias al apoyo del rompehielos Viel, pudo ser exhibida en el Parque Cultural de Valparaíso en junio del 2012. La frase estuvo largos meses instalada en el quinto piso del edificio de Difusión, en el PCdV.

Para esa ocasión, fue impreso un mapa con la localización de Isla Elefante, intervenido por un dibujo de Fernando Prats. Este mapa, por cierto, se acerca –grosso modo- a otro mapa; pero que esta vez corresponde al campo de operaciones narrativas de la novela de Julio Verne, La esfinge de los hielos.

Los héroes de Julio Verne terminan por alcanzar el polo magnético, después de haber sobrepasado el polo geográfico y haberlo materializado mediante una esfinge imantada. La geografía real es convertida en una geografía psíquica, no muy distante de las morfologías psíquicas del Matta de los inicios. En este sentido, Matta es quien asegura la reproducción y anclaje de un imaginario para el cual la tierra es hueca, a cuyo interior es posible acceder por los polos. De ahí la determinación vulcanológica de una parte de la narrativa verniana, de la que Matta se hace síntoma.

Al  recoger la experiencia de Fernando Prats, me trasladé a mi propia experiencia de traductor de la versión castellana de un proyecto multimedia concebido por el ministerio francés de asuntos extranjeros, bajo la conducción de Pascal Emmanuel Gallet, quien en 1987 era uno de los fervientes sostenedores del Festival chileno-francés de video-arte.

Hace veinte años, conocí el proyecto Brise-Glace (Rompe-Hielos), que fue la instancia que selló mi fascinación por el arte y los hielos.

Brise-Glace: el paisaje blanco contempló tres producciones audiovisuales; a saber,  un ensayo de Jean Rouch (Ouverture,  35’), una película de Raúl Ruiz (Histoire de glace,    34’) y un gran reportaje de la televisión sueca sobre la vida a bordo del rompe-hielos de la marina sueca Frej, que servía en las aguas del golfo de Botsnia (20’). Fue editado un libro de 120 páginas, que contenía –además- un extraordinario léxico internacional de los hielos y reproducía un cuento terrorífico de Selma Lagerlof, donde unos hombres corrían por el hielo mientras este comenzaba a fundirse bajo sus pies. Entonces, uno de ellos cae y clama auxilio. El otro se salva, porque sigue corriendo. Cosas así.

En la misma época de la publicación de este libro fue re-editada la versión de La esfinge de los hielos, en francés, en Livre de Poche, con un post-facio de Pascar-Emmanuel Gallet.

En el film de Raúl Ruiz, había una metáfora similar, en la que un hombre aquejado por un extraño mal producido por unas algas que se reproducían en el hielo, debía vivir con sus células congeladas, amenazadas por la liquefacción. De modo que al recibir la invitación para asistir en Punta Arenas a participar en una mesa redonda sobre arte y antártica, no pude más que recuperar el efecto de mi propio congelamiento nocional, al mantener bajo ciertas condiciones de conservación, unas hipótesis que habilitan la conversión de las geografías terrestres -ya lo he dicho- en geografías  imaginarias.

Estas geografías imaginarias poseen un correlato en la determinación de tasas mínimas de institucionalización  artística en regiones. En Punta Arenas, Paola Vezzani me habla de Residencias de artistas en la Antártica. En Antofagasta, Dagmara Wiskiel  ha montado las residencias en el lugar más seco del mundo: Quillagua. Fernando Prats ya realizó allí su primera residencia. En Iquique, Rodolfo Andaur nos condujo a Pisagua, para indagar sobre las excavaciones simbólicas del territorio. Ni en Iquique, ni en Antofagasta, ni en Punta Arenas hay, propiamente hablando, escenas, sino tasas mínimas de institucionalización, que abordan de manera decisiva las relaciones entre arte convencional y territorio extremo.

Es preciso que las prácticas de arte respondan a la interpelación demoledora del paisaje, desde Chuquicamata hasta Isla Elefante, pasando por Valparaíso, en el momento en que UNESCO redacta sus recomendaciones sobre las condiciones de manejo del sitio Declarado. No reproduciré la palabra-valija.


Sólo hay que tener en cuenta que la primera fase de mundialización en la que UNESCO repara como el factor decisivo de la Declaratoria, es contemporánea de la saga Poe/Verne. Es por eso que durante la Unidad Popular, Quimantú publicó Las aventuras de Arthur Gordon Pym, en su colección popular.  El principio termo-político de Avanzar sin tranzar tenía el carácter análogo a una travesía por los mares del Sur de la teoría de la dependencia,  buscando el centro magnético del proceso en el área social de la economía.

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