jueves, 22 de agosto de 2013

Libro, costura, lectura

Prosigo con la hipótesis de la edición como espacio sustituto en el campo del arte. Para postular a su desarrollo se requiere de unas habilidades con las que no se puede “blufear”. La existencia de muralismo de cuarta clase en esta ciudad demuestra que los artistas que lo sustentan no son capaces de sostener una narración más larga que una viñeta. Hay exceso mural en Valparaíso porque no existe capacidad de edición autónoma.

Me explico: los murales revelan la incapacidad de narrar una historia de acuerdo a los imperativos formales que el comic –en general-  ha instalado en el debate gráfico contemporáneo.  El empleo del muro como si fuera “papel expandido” es la muestra de la incapacidad de esos agentes  para sostener un discurso editorial consistente y consecuente.  Eso no tiene que ver con  la “libre expresión” sino con la ignorancia acerca de cuáles son los rangos mínimos de calidad de sus propuestas, por un lado, y  por otro lado, con la indolencia de  quienes saben que su mediocridad no les permite más que esto. 

Sigo pensando que la agitación social gráfica es de otro orden, y aún así, exige  una negociación compleja con las comunidades.

Planteo estas ideas para re-afirmar la importancia crucial  de las iniciativas editoriales.  Hay exceso de muralismo en Valparaíso en proporción inversa a la capacidad editorial. En concreto, estoy diciendo que hay exceso de muralismo porque no hay política del libro. Y no es chiste. La sobre dimensión de la inversión gráfica sobre el muro denota el rechazo al rigor de la escritura.

Escribo sobre la capacidad editora manifestada por algunos agentes cuyas acciones deben ser relevadas, porque no se ejercen sobre el muro de las fachadas, sino sobre la portada de un libro.

Pienso de inmediato en la publicación de La ciencia jovial (Nietzche) bajo el cuidado del filósofo José Jara, por la Editorial de la Universidad de Valparaíso

¿Cuál ha sido la innovación editorial? Producir libros que no se parezcan a los libros fabricados por una editorial “tipicamente” universitaria, sino que han recurrido al préstamo formal de la edición de catálogos de arte; es decir,  tapa dura y lomo  exhibiendo  el trabajo de costura. Lo cual conduce a dos reflexiones. La tapa dura reemplaza la blandura de las portadas anteriores.  Resulta evidente el deseo de rectoría en cuanto a instalar un rigor en una actividad editorial que visibiliza una política de conducción general. Es como si definiera que el primer vínculo de la universidad con la sociedad es la  lectura. Lo cual implica pensar la lectura como una cuestión política. La política, siendo un asunto de lectura. ¿De qué lecturas nos hacemos responsables?

En estos nuevos libros, la visualidad de la costura remite a poner en valor la infraestructura editorial, afirmando el libro como un objeto de impresión que sostiene una impresión de deseo. Es decir, el deseo de convertir a la  universidad en un espacio de costura una  política de desarrollo regional. Lo cual supone promover el reconocimiento  de una práctica, tanto de corte discursivo como de confección material, que afecta la representabilidad de los cuerpos.

En las páginas finales de La ciencia jovial aparece impresa la imagen  de un carrete de hilo que concentra el carácter de la decisión editorial. Antes que exhibir lo impreso, el libro se da a conocer por la capacidad de amarre de la materialidad que acoge los signos tipográficos. Esto quiere decir, que se instala en Valparaíso la práctica de hacer libros, denotando la existencia de una política que pone el énfasis en la representación de la portada, en detrimento de la utilitaria franja del lomo destinada a recoger las señas de identidad del libro. Esto puede parecer un asunto menor. En la portada no hay más imagen que la letra. La letra (que hace) figura, para colmar una fisura institucional.    La visualidad de la médula  asegura la consistencia de un bloque de papel determinado y fija las pretensiones  de una decisión que pondrá a prueba la paciencia del personal de bibliotecas.

Es muy probable que estos libros sean impresos para circular como piezas titulares sobre una mesa (superficie),  en vez de marcar la disponibilidad clasificable de una estantería.  Sobre las mesas se despliegan las páginas y los mapas mentales de referencia que dibujan la viabilidad conectiva de  asociaciones flotantes. Las estanterías, en cambio, son como el andamiaje de un conocimiento local  que reproduce formas ya  perimidas de lectura.


Entonces, esta innovación se realiza, por una parte,  publicando el trabajo de un filósofo que trabaja en y desde  la institución local, y por otra parte,  afirmando la visualidad de la costura como práctica simbólica.

1 comentario:

  1. Hola, Justo, mi nombre es Dagoberto Flores, periodista de revista Cáñamo. Estamos haciendo un artículo sobre Andy Warhol y nos gustaría entrevistarte al respecto. Te envié un mail y también te he llamado a tu celular, pero no he obtenido respuesta. Seguiré intentando durante la tarde y el fin de semana. Saludos.

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