martes, 18 de marzo de 2014

CONTAR HISTORIAS

Una de las manifestaciones  mas adecuadas del 2013, en términos de producción externa en el Parque, ha sido  LUFLIJ, la feria del libro infantil y juvenil. Este año, se repetirá en el mes de abril. No solo es un ejemplo de política afectiva, sino también de complicidad conceptual efectiva.

Conversando con Patricia Mix y Carolina Millar, les hablé de la novela de Dai Sijie, BAlzac y la pequeña costurera china. En verdad, era un guión para una película que terminó, ¡en película!, y que sin embargo, también se editó como novela. Este caso calzaba de manera perfecta con la actitud analítica de ambas, en el sentido de recuperar acciones de regreso de un soporte a otros soporte. En este caso, de un guión a una novela. En el supuesto que el guión sería una novela no completamente asumida. Da lo mismo. El guión es la anticipación de la novela. Y hay novelas que regresan, como guión, para habilitar otras obras; en el caso, cinematográficas. 

En todo caso, hay que recordar que Adiós al séptimo de línea, fue primero un guión de radioteatro.

Balzac, a quien me he referido en entregas anteriores, empleaba expedientes judiciales para sustentar la narratividad de sus novelas.  Es decir, eso es lo propio de la novela. Con lo cual nos acercamos al rol del fait-divers en la producción literaria, que es rastreable en el periodismo francés de mediados del siglo XIX, como condición de objetividad colectiva en los relatos sociales. Digamos, casi como anticipación precursiva del ready-made

Ahora, nótese: la palabra está (des)compuesta: read y made. O sea, leer y hacer.  Hacer leer. De eso se trata.

De ahí que  la mención a la novela de Die Sijie fuera clave en nuestra conversación, ya que había una historia de represión de la lectura, que no podía sin embargo impedir que los hombres amaran las historias. Para escapar a sus penurias, dos jóvenes sometidos a re-educación política se ponen a contar películas a los campesinos. Estos quedan de tal modo fascinados con los relatos que envían a los jóvenes a la ciudad más próxima a ver películas, de modo que puedan contarlas a su regreso. Aquí hay un regreso desde la cinematografía a la oralidad, que promueve un tipo de imaginación que incide en la calidad de vida de la comunidad que escucha y que solicita, de cuando en cuando, que le sea repetida la misma historia, pudiendo  entrar a comparar las versiones, provocando un encendido debate sobre la interpretabilidad en el seno de la comunidad. 

Luego, en la novela, los dos muchachos contadores de historias descubren que un compañero suyo de cautiverio esconde un tesoro en una maleta. Después de muchos ardides de los que no está exenta la extorsión y la amenaza, logran hacerse de su contenido, que consiste en un montón de novelas francesas, traducidas al chino. Y aquí, los dos jóvenes harán todo lo posible para obtener el tiempo disponible a la lectura que les transformará la vida. Ya no serán contadores de películas, sino de novelas. Y serán portadores de un tipo de traducción que, a su vez, producirá efectos en la sentimentalidad de las personas que escuchan los relatos. 

Entre estas, una costurera china, hija de un famoso sastre. No es casual que sea una costurera y que uno de los objetos principales de la novela, además de un violín, sea una máquina de coser. El violín es una matriz de resonancia, como un cuerpo materno que deja escapar un sonido producto del frotamiento de unas cuerdas, que afirman el rol de los lenguajes prevarbales en la comunicación activa. Luego, la máquina de coser produce una serialidad manual en que la costura supone trabajar con diversos cortes, desde los que se confecciona un traje. Eso es la novela, una metáfora de la confección de un traje, y el escritor es un sastre. Basta con eso. 

Un momento significativo de la novela tiene lugar cuando una poetiza, a la que le han prohibido escribir, aprende a tejer para convertir esta práctica en un método de memoria, para componer sus versos en silencio y poder recitarlos, luego, a viva voz. Estamos, entonces, en el centro mismo de la preocupación de LUFIJ:  en la fabricación de historias y en su transmisión. Acto performático que reproduce actividades contemporáneamente arcaicas, como es reunirse para contar(se)  historias. 

No puedo dejar de pensar en que aprendí a leer y a escribir sobre la cubierta de la máquina de coser, Huqsvarna, de mi madre, que mi padre le compró en cuotas en la cooperativa de consumo del sindicato de obreros de una fábrica textil. 

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