miércoles, 24 de julio de 2013

¿CENTROS DE ARTE CONTEMPORÁNEO?

Disculpen desde la partida. Este texto va a ser un “coñazo”. Resulta sin embargo necesario para un argumento que debo exponer en la próxima entrega.  Apelo una vez a vuestra paciencia. Hay que leer todo esto con  humor. Humor negro, pero humor, a fin de cuentas. La crítica de arte es próxima a la narrativa corta (para-ficción) y le debe todo a la teoría freudiana del chiste. 

Hace ya unos años escribí en mi página web www.justopastormellado.cl una serie de artículos sobre  espacios de arte. Estos pueden ser todavía consultados. Forman parte de los activos que me han permitido montar el encuadre del PCdV. Entre esos textos había algunos destinados a trabajar la hipótesis de por qué en nuestro país no tendría lugar la construcción y mantención de centros de artes visuales. La tendencia hegemónica de las políticas institucionales (privadas y estatales)   promueve  las artes de la representación.  Los notables de la cultura  local -de ideología tardo-moderna- se validan simbólicamente en la teatralidad y la música de acompañamiento. Para  satisfacer sus representaciones requieren de unas inversiones ajustadas a las ensoñaciones deflacionadas de sus grupos sociales de referencia.  Los artistas locales del teatro y de la música popular, minoritarios,  deben competir con la aspiración de simulación oligarca ya instalada por el deseo operático. Una clase política local termina por validar su dominio asistiendo al teatro.  Toda clase política local, repito, reproduce el síndrome teatral de Iquique y de Pisagua, para no ir tan lejos.  De este modo, en ciudades de la zona central, se levantan teatros para celebrar el dominio ceremonial de los notables.  Y así las cosas, reprodujeron los gestos de una hegemonía simbólica dominada por el modelo del teatro a la italiana. 

En el caso de las artes plásticas, algunos salitreros que mantuvieron sus fortunas, lograron formar colecciones de pintura clásica chilena que luego  fueron la base de algunos museos. Los pintores  cuyas obras decoraban el interior de la oligarquía terrateniente pasaron a ser objeto de un dominio público simbólico de alto valor de culto  para ciertas comunidades. 

Hacia fines de siglo XX,  aparecieron  en provincia nuevos equipamientos culturales, en los que las salas de exhibición  siempre fueron habilitadas  como anexos, como pasillos, hall de ingreso, salas multiuso con paneles, subterráneos  de ladrillo a la vista  -salvo honrosas excepciones- destinadas a colgar cuadros de todos los tipos, formatos y calidades.   

En cuanto a las artes visuales, no hay en el país, espacios que puedan acoger con dignidad obras que  exceden  los formatos habituales. Por ejemplo, no se imaginan ustedes lo que significa montar una instalación en el Palacio Aztoreca en Iquique o en la sala municipal de Valparaíso. No hay cómo, sin que la obra se vea seriamente afectada. Ya no es serio, por cierto, aceptar exponer en esas condiciones.  A esto se agrega que las obras contemporáneas han planteado nuevas necesidades expositivas, al punto que han puesto en crisis la noción de exhibición misma.   Sin embargo, al final de todo, lo que los artistas quieren es exponer, porque todavía no asumen con fuerza la deslocalización de las condiciones de exposición. 

En francés, el filósofo Jean-Luc Nancy emplea una fórmula: ex(peau)sition. Situación del cuerpo desde la piel. La piel-fuera-de-si. Más bien, el cuerpo-fuera-de-si. Ni siquiera. El cuerpo de la obra, siendo, en su modo de tomar posición. En Valparaíso, la ruinificación de la ciudad pone en crisis las condiciones bajo las cuáles los artistas ponen el cuerpo. 

Regreso a la  provincia:  nada puede competir contra la consolación escénica, en sentido amplio. La inversión en infraestructura se ha formalizado en centros culturales  locales y teatros regionales; no en centros de artes visuales en sentido estricto.  Pero aquí hay que hacer otra distinción: los centros de cultura son para las poblaciones vulnerables, mientras que los teatros regionales satisfacen las ensoñaciones de la pequeña-burguesía rural ya urbanizada y que requiere de una consolación escenográfica que la instale  simbólicamente en una filiación patronal dependiente. 

Suele ocurrir que los artistas de regiones, tardo-modernos en su gran mayoría, le impongan a los centros culturales una carga que estos no tendrían por qué asumir. Algunos centros son destinados  la animación social, fácilmente convertible en trabajo de recomposición territorial  partidaria. Este es un gran tema, por venir. Pero hay centros en que sus directivos sucumben a la presión y aceptan sostener malas  salas de exhibición para artistas que padecen el síndrome de la in-inscripción. De este modo, los centros exhiben aquello que no logra ser reconocido jamás en un espacio de exigencia formal distintivo. Hay que entender que  los centros culturales están para otra cosa mucho más importante que convertirse en malas salas de exhibición. Esas cosas mucho más importantes tienen que ver con las investigaciones del imaginario local.  Dejémoslo hasta aquí. 

¿Por qué no se construyen en Chile,  centros de artes visuales formalmente  autónomos, cuyo destino sea nada más que la aceleración de  la transferencia artística? Es decir, cuya política de programación le haga un lugar de privilegio  a  producciones propias asociadas a residencias consistentes, pensadas para hacer avanzar de manera decisiva las prácticas y convertirse en espacios de experimentación.  A estos espacios  se asocia -a menudo- un diplomado en estudios curatoriales y/o estudios visuales.  ¡Eso no será posible en nuestro país!  No es del interés de los notables locales.  Tampoco es del interés de las escuelas universitarias, porque ven en ello un atentado a las mañas de los “docentes totémicos”, que les enseñan a sus estudiantes a cómo-les-debe-ir-mal.  

¿Se imaginan ustedes cuánto puede costar un centro de artes visuales que deba invitar a un artista internacional a realizar un proyecto, que luego deberá ser exhibido en el lugar, y que servirá de insumo al desarrollo de una escena local determinada?  Pondría en duda la posición de  los ya deprimidos  totémicos. ¿Y cuantos proyectos de residencia  se puede sostener al año? Imaginemos que solo puedan ser  tres. ¿Saben cuanto personal con competencias estrictas se debe contratar para mantener la mencionada plataforma? De partida, una plataforma de levantamiento de recursos que complete el presupuesto ya asignado. Luego, un aparato de comunicaciones bi-lingüe, experto en colocación y conocedor de los circuitos editoriales. A todo eso se agrega un aparato de producción dispuesto a responder a los índices de creatividad de los artistas residentes.  Es decir, se necesita gente  que aborde financiera y conceptualmente la producción de reciprocidad.  Porque todo esto se debe pensar en la perspectiva de convertir un plan piloto en plataforma de inscripción internacional, con una movilidad determinada y pensada de manera especial, apta  para incidir en las cadenas de acceso a la circulación efectiva del arte chileno.   

Pues bien: sabiendo que no será jamás posible levantar un modelo operativo de centro de arte autónomo, el PCdV ha optado por articular funciones de tres tipos: centro cultural, centro de arte y centro comunitario. Estas funciones poseen la particularidad de rebotar unas en otras y producir efectos en otros campos. En danza, por ejemplo, la decisión ha sido conectar realidades que obedecen a un centro cultural y a un centro de arte, a partir de una investigación de los cuerpos imaginados en los trayectos cotidianos. Es la frase de Nancy la que repercute en la organización de las conexiones:  el cuerpo ex-puesto.  Así mismo, en teatro, las residencias plantean un horizonte en que la corporalidad de la voz define la nitidez perceptual del grano de la historia. En pintura, las prácticas se formatean para recibir la presión de su ámbito propio y acelerar los procesos de transferencia informativa.  

Regreso al título: no habrá en Chile centros de artes visuales –en forma-, porque la decisión política ha sido –desde fines de los años sesenta en adelante-  la de compensar el malestar  por la vía de la consolación ritual del discurso. 

1 comentario:

  1. Señor Mellado, ¿a qué se refiere con "grano de la historia"?

    Gracias.

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