lunes, 21 de abril de 2014

El dilema de las autonomías

Sin voluntarios no se hubiera podido limpiar los terrenos devastados. Pero al limpiar, la iniciativa de los habitantes se adelanta a la de los funcionarios. De modo que no hay que favorecer las relaciones de los voluntarios con los damnificados. Puede ocurrir que de este contacto resulten iniciativas que inevitablemente serán un factor de dinamización reparadora. Los voluntarios ponen en evidencia las fallas operativas de los funcionarios. Esa es una percepción social que ya ha tomado cuerpo.

Ahora, parece que es mejor que ahora los voluntarios se presenten por turnos; es decir, que se funcionaricen un poco. De algún modo, eso es más más razonable que prohibir el acceso. Pero como decía, los estudiantes resultan molestos en cualquier parte porque ponen de manifiesto la existencia de unas iniciativas directas, que abordan la proximidad subjetiva, el cara a cara, la escucha del otro; es decir, le dan curso efectivo a la tristeza y producen contención. Superan a la Autoridad en el manejo de la primera línea, en el territorio mismo.

Mi objeto de escritura durante estos días, ha sido la polémica zona que se instala entre Instituciones (del Estado) y las Autonomías. El orden de la exposición difiere del orden de la investigación. Subo al blog las últimas anotaciones, en sentido inverso a su aparición en la cadena argumental.

No diré una palabra -ahora- de cómo el Estado ha respondido en esta emergencia. Decir “el Estado” ya implica el empleo de una palabra-valija; es decir, en la que cabe de todo y en donde todo pierde especificidad. Dejaré estas consideraciones para más adelante. Lo que importa ahora es hablar de las Autonomías; vale decir, de las iniciativas múltiples que se generan desde fuera de la lógica autoritaria de la Autoridad (del Estado).

Hablaré, entonces, de cómo funcionan las Autonomías, en esta emergencia.

Los grupos autónomos forman una totalidad extremadamente heterogénea, cuya diversidad de intereses les impide proyectar sus propuestas a una escala global. Dominan en las pequeñas escalas y todos ponen de manifiesto un gran deseo de sustitución funcionaria, cuando no ponen en evidencia un deseo de cooptación razonable. Ya no me refiero a los estudiantes voluntarios, sino a grupos de consistencia mayor y que ya poseen una experiencia en la usura con la Autoridad.

Me refiero a los que denominaré, por comodidad discursiva, los Autónomos Analíticos, cuyas propuestas están sustentadas por un extraordinario conocimiento del territorio. Se trata de académicos flexibles del área de la arquitectura y del urbanismo y de profesionales que han adquirido gran experiencia en el diseño de proyectos habitacionales de pequeña escala, que se contemplan a si mismos como iniciativas de dinamización de la vida vecinal, en contraposición a la voracidad autoritaria de los grandes proyectos inmobiliarios, y ahora, de las grandes propuestas de reconstrucción.

Los Autónomos Analíticos han estudiado y formulado proyectos de revitalización de la vida vecinal y han ganado concursos para tal efecto. Es decir, son autónomos garantizados por Instituciones que favorecen el montaje de iniciativas que se incorporan como insumos externos a las lógicas del aparato, haciéndolo avanzar a riesgo de señalar sus “zonas erróneas”. En eso consiste el negocio de las garantizaciones.

Sin embargo, hoy, dichas iniciativas han superado la velocidad de los aparatos y han puesto en evidencia las debilidades de un sistema que les reconoce su aporte en momentos de crisis. Bajo estas condiciones, el Saber de los Autónomos viene a colmar el vacío de la administración y establece un tipo de mediación inédita en el territorio, que debiera permitir formular unos enunciados aptos para superar la lógica de la administración e instalar una lógica situacional.

El debate cambia de escala. Los actores son otros y están mandatados desde las más altas esferas de la planificación. Es aquí donde ingresa un agente más poderoso, que ya ha definido su politica de “funcionamiento duro”. En Valparaíso, los Autónomos desean ser escuchados por el Delegado Especial, cuyos servicios carecen de conocimiento territorial consistente y no están dispuestos a renunciar a la jerarquización ministerial.

Esta es la pelea desigual que se viene. Hacerse escuchar. Los Autónomos apuestan a reconstruir, no solo viviendas, sino tejido social.

Los ministerios solo saben de planes de vivienda para “tiempos normales” y no para situaciones de emergencia, teniendo como telón de fondo la amenaza de un fantasma expresivo de gran conflictividad encubierta. Este es el rol de la “situaciones especiales”, para cuyo desempeño se requiere de “poderes espaciales”, pero sobre todo, de “criterios especiales”.

La noción de “tiempo normal” no existe en este territorio, ya que la emergencia ha puesto en evidencia (lo que todo el mundo sabía); es decir, que la ciudad ya estaba damnificada y que los ministerios solo contienen y amortiguan el desborde de una subjetividad social monitoreada mediante una gran diversidad de programas de represión compensada.

(El rechazo de mucha gente a recibir donaciones de ropa puede estar asociado al cansancio simbólico experimentado respecto al rol del traje del emperador. A la pregunta, ¿con qué ropa?, se responde con la hipótesis de que no hay ropa en medida de cubrir la desnudez viva de la tragedia. En ese terreno, es hacer más evidente aún la desprotección).

Los Autónomos tienen la gran oportunidad de ser garantizados por una Autoridad consciente de sus fallas, que tolere sin culpa la inclusión de sus iniciativas y modere el efecto de su aceleración analítica, para dar pie a programas de reconstrucción que redefinan el concepto de vivienda.

Es labor de los Autónomos hacer entender a la Autoridad que este nuevo concepto de vivienda expandido a la reconstrucción de tejido social inmediato exige nuevas aperturas, nuevas actitudes administrativas, nuevas negociaciones. Pero, ¿que es lo que puede garantizar que una Autoridad admita la necesidad de leer el territorio de otra manera? La respuesta inmediata es que solo el miedo puede hacerla consciente. El miedo al estallido social. En un momento en que el protocolo de la mesa de trabajo como dispositivo de diferimiento del conflicto ha sido superado por las circunstancias.

Por eso, la paradoja y el dilema es que hoy día las Autonomías Analíticas poseen aquel plus de conocimiento (de lo) real que las autoriza a montar la reconstrucción de la vivienda como eje de reconstrucción del tejido social. ¿Serán escuchadas? 

2 comentarios:

  1. Interesante texto, de hecho me gusto mucho, concuerdo e inclusive con el en algunos puntos. Ahora mi pregunta es: "Que es lo que puede garantizar que una Autoridad admita la necesidad de leer el territorio de otra manera?...

    Isolda Soledad Torres Manríquez salgo como anónima no se por que.

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  2. Qué buen análisis... Si el estado o la autoridad incorporaran en su actuar permanente, en estas y otras situaciones, el espacio necesario para las Autonomías, todo sería muy distinto... el miedo finalmente es al poder popular, al tejido social que se forma... me hace mucho sentido tu párrafo que señala: "Los Autónomos tienen la gran oportunidad de ser garantizados por una Autoridad consciente de sus fallas, que tolere sin culpa la inclusión de sus iniciativas y modere el efecto de su aceleración analítica, para dar pie a programas de reconstrucción que re definan el concepto de vivienda. "

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