martes, 8 de julio de 2014

Traje a la medida

El sábado pasado me enteré del fallecimiento de don Ricardo Araya Vásquez, el sastre de la subida Almirante Montt. Básicamente, mantenía un taller de remiendos y de sastrería en forma. Se le solía ver agachado sobre su máquina de coser, frente a la ventana. Siempre saludaba, sonriente,  inclinando levemente la cabeza. Tenía 83 años y había realizado su profesión de sastre desde antes de cumplir los veinte. 

Don Ricardo jugaba un rol fundamental en la economía simbólica del barrio, porque la visibilidad de su actividad proporcionaba una certeza que se diluía en un fugaz sentimiento de nostalgia. Ya había sido objeto hace unos años de una crónica en diarios locales, donde lo exhibían como una ilustración de los oficios que se estaban perdiendo en la ciudad. La ropa americana usada y la ropa de origen chino ponían en serios aprietos  a la industriosidad vestimentaria del porteño. Los sastres ya dejaron de hacer trajes a la medida y eso produjo un tremendo cambio en la concepción de la política. 

Me permito una incrustación retroactiva: en los ochenta, el CADA fue invitado a exponer en Nueva York. Si mal no recuerdo, la exposición se llamaba IN/OUT. Era la época en que comenzaban a llegar los fardos de ropa americana, junto con los “pan de molde” y la música disco. Una trilogía excepcional para dimensionar el efecto estético de los años de plomo. El caso es que el CADA envió a la exposición unos fardos de ropa usada. Es decir, les devolvió a la fuente, el producto de segunda línea. Los gringos no apreciaron mucho el gesto y lo primero que hicieron fue pensar en que era una copia no declarada de la obra de Boltanski. Es lo que hacen los americanos con el arte de otras latitudes, siempre. Pero me pareció muy exacto el gesto de la devolución. 

En esa misma coyuntura, Leppe, en el baño de hombres del Museo de Arte Moderno realizó una performance en el curso de la cual devolvió la torta que había previamente consumido. Era como decir: les devuelvo sus “lecturas”.  Devolver, fue, entonces, un síndrome de la “primera vanguardia” chilena. Nunca uso el término “vanguardia”, pero en esta ocasión declaro que su empleo es absolutamente paródico. Otro día puedo extenderme sobre este enojoso asunto. 

!Basta de retroacciones!  Don Ricardo jugaba el rol que menciono porque hacía pensar en que era posible, todavía, mandarse a hacer un traje a la medida. No me refiero a la desnaturalización del término en boca de la impostura parlamentaria de estos tiempos, sino efectivamente a la situación que acercaba al cuerpo un procedimiento de medida, que era traspasado a una libreta y luego esas cifras eran convertidas en  localizaciones de corte y de costuras. Re-pensar en ese gesto, en los ochenta, por ejemplo, era una acción simbólica privada que reafirmaba el imperio de la corporalidad en el terreno de su línea de representación. 

No puedo dejar de pensar, al asociar el nuevo oportunismo de las designaciones operativas de nuestros representantes, en el modo cómo Brecht se refería a Lukacz en sus Diarios de Trabajo. Es bueno leer esos diarios. Es muy útil leer esos diarios. En una de sus páginas, Brecht trata de payasos a los acólitos de Horkheimer en el Nueva York de los años cuarenta, cuando recorre los salones buscando financiamiento para re-montar su escuela, a la medida de las circunstancias. 

Entonces, Brecht, al referirse a Lukacz, dice que este es un “formalista” que se parece a un viajero apurado que pone distribuye desordenadamente su ropa en la maleta y la cierra sin advertir que han quedado fuera unas mangas, un pantalón, etc. Lo que hace es simplemente tomar un par de tijeras y cortar lo que sobra. Pero claro, era el Lukacz de antes de escribir Historia y conciencia de clases. Creo haber hablado de eso, ya. 

El hecho de que los sastres hayan dejado de hacer trajes a la medida permitió que esta retórica protocolar se trasladara, pero de manera des-naturalizada, hacia las mediciones lenguajeras de los operadores altos y bajos (en política existe también la “alta” y la “baja” cultura), de modo que hoy día la medida se acomoda a las re/composturas de los cuerpos discursivos. 

En este sentido, los lugares de decisión politica   pueden ser concebidos como unas sastrerías  que han perdido el sentido de la medida y han perdido la proximidad de los cuerpos. Modelan un traje sobre el simulacro  de unos cuerpos cuya percepción es modulada por el “formalismo” que Brecht atribuía a Lukacz. 


Mientras esto ocurre,  Jo Muñoz, artista visual que vive y trabaja en Valparaiso, edita el material que comenzó a registrar  en el entorno de don Ricardo. Lo siguió duante semanas y  realizó pulcras  entrevistas, teniendo en algunas de ellas como sonido de fondo las noticias radiales del incendio del Rodelillo, en febrero del 2013. Don Ricardo era un experto en corte y confección.  Jo Muñoz es experta en corte de imagen. La confección le sobre-viene por el acarreo del relato documental que fija sus momentos de intensidad en relación directa con el repiqueteo de la aguja sobre la costura. El traje a la medida se modula siguiendo el doblez de cuerpo. 

1 comentario:

  1. ese es mi tata DON RICARDO, quien ahora confecciona trajes da los ángeles...te extrañaremos

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