lunes, 14 de julio de 2014

CICLISMO Y MEMORIA

En esto días nos reunimos con Henry Serrano para seguir la Vuelta de Francia por la televisión francesa, mientras éste termina de montar DeSastre en el marco de COLOSAL. Sufrimos viendo la caída de Contador y su retiro de la carrera. Se le partió el marco de la máquina. 

Este año se celebran  los  cien años de la primera guerra mundial. El relato televisivo de las etapas recupera el doble régimen  de un discurso que sobrepone la ruta de la Vuelta con el trazado de las rutas de la memoria que involucran, no solo ejemplares monumentos a los caídos de la guerra 14-18, sino también señalan el itinerario del Tercer Ejército americano del general Patton, en su avance desde Sainte-Mère-les-Églises hasta Bastogne.  

En medio de una toma sobre la fuga de un ciclista, la cámara se detiene sobre un monolito que recuerda el paso del Tercer Ejército. No es usual que en la transmisión de un evento deportivo tengamos la posibilidad de compartir una información histórica “dura”. 

Solo hay un precedente en la radiotelefonía chilena, cuando la noticia del anterior bombardeo a la franja de Gaza a manos del ejército israelí causó la muerte de varios jugadores miembros de la selección de fútbol de Palestina, que se preparó en Chile como equipo de tercera división, para las eliminatorias del Mundial de Sudáfrica. La noticia se incrustó en el programa deportivo Al aire libre en Cooperativa y dio paso a una entrevista a Bichara,  que había jugado con los futbolistas fallecidos y que hizo un conmovedor relato de lo que significaba el fútbol para los niños de Gaza. 

Regreso a la Vuelta de Francia, no sin dejar de pensar que en estos momentos tienen lugar varias incursiones israelíes en territorio de Gaza y que han concitado el rechazo de la comunidad internacional, incluido el  gobierno chileno. 

Debo decir que estando con Luis Poirot en Bélgica, visitamos Bastogne después de revisar las páginas de un descomunal libro sobre la obra de Robert Capa.  Después, Poirot  tuvo que viajar a Miami para someterse a un duro tratamiento de salud. A su regreso me dijo que le había tocado estar en una sala común junto a un sobreviviente del 101 de paracaidistas.  El hombre hablaba poco, pero le dijo que en su vida había pasado tanto frío y tanta hambre como en esa navidad de 1944. Y que lo único que sabía es que, en medio del bosque en las Ardenas, metidos en una trinchera de fortuna,   lo único que tenía era un compañero de su compañía pegado al codo derecho y a otro pegado al codo izquierdo y que si no resistían todos juntos, como “hermanos”, no saldrían vivos de allí. Y resistieron. Ese heroísmo dio pie para la realización de la serie Band of brothers

En Buchenwald, mientras los del 101 de paracaidistas no cedían un centímetro de terreno  en Bastogne, el prisionero Jorge Semprún sobrevivía en el campo de concentración, como miembro de la resistencia comunista. Esas noches, escuchaba clandestinamente las emisiones de la BBC. 

En el 2001, la editorial Tusquets publicó una novela de Jorge Semprún bajo el título Viviré con su nombre, morirá con el mío. En esta novela autobiográfica Semprún repite varias veces frases tales como “los americanos resistían en Bastogne, no cedían ni un palmo de terreno”.  Ayer, ante-ayer, Henry Serrano y yo  no cedíamos ni por un momento de atención a la fallida arremetida final de Silvain Chavanel  en la etapa Eperney-Nancy, que seguía el dobles de la costura en la memoria de la arremtida del Tercer Ejército en los meses finales  de 1944.

En diciembre de ese año,  Semprún logró sacar de la biblioteca del campo una novela de William Faulkner, Absalom! Absalom!  El campo había sido creado por los nazis en 1937 como un campo de reeducación. Pero ese objetivo fue muy pronto abandonado. El campo se convirtió en lo que ya no dejó de ser: un campo punitivo, de exterminio por trabajos forzados. Exterminio indirecto, si se quiere, en la medida  que en Buchenwald no había cámara de gas (Semprún, p.109). 

Mientras Semprún leía la novela de Faulkner, a lo lejos se libraba la batalla de las Ardenas, cuyo desenlace no podía serle indiferente. 

En diciembre de 1944, Semprún acudió en auxilio de Maurice Halbwachs, su profesor de la Sorbona a cuyo curso obre el potlach había asistido en 1942. En diciembre de 1944, moribundo, Holbwachs apenas alcanzaba a escuchar la palabra potlatch.  Su propio cuerpo encarnada, si se quiere, el desgaste de una Historia.  Bastogne fue, quizás, una de sus últimas palabras pronunciadas. Le habían dicho que los americanos no cedían un centímetro de terreno a los nazis. La muerte ya lo devoraba. No iba a dejar este mundo sino hasta marzo de 1945. En esa navidad de 1944,  nunca había hecho tanto frío en la Europa occidental y los del 101 de paracaidistas no cedieron un centímetro de terreno, lo que tuvo por efecto  inmediato que en Buchenwald sobrevivieran algunos hombres  más.  

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