miércoles, 22 de octubre de 2014

A DEFENDER EL MIRADOR DEL PARQUE CULTURAL


En abril, cuando ocurrió la gran catástrofe en Valparaíso, muchas personas denunciaron la acción responsable de las inmobiliarias. Pero después, nadie les reclamó responsabilidad alguna en los hechos. A lo menos, queda la duda sobre sobre la responsabilidad intelectual respecto de las intervenciones criminales del paisaje.

Al parecer, hay que hacer como el diputado Osvaldo Andrade cuando se refiere a Andrés Velasco. De cualquier manera se las arregla para señalar que este último debe responder como corresponde en los tribunales, pero de un modo que en la enunciación criminaliza de antemano sus acciones.

En este caso, acudo a la ayuda del diputado Andrade para instalar esta hipótesis sobre la responsabilidad ideológica de las inmobiliarias en el fomento de la intervención criminal del paisaje.  Aquí,  la responsabilidad es tanto del que aprieta el gatillo como de quien lo habilita, por hacer uso expansivo de un comentario que aparece en la prensa de estos días a propósito de la formalización del ex-alcalde Labbé. 

A fuerza de repetir la palabra criminal podremos instalar la denominación que corresponde a la acción de las inmobiliarias.  A fuerza de calificar  ideológicamente la voracidad de las inmobiliarias, en el sentido de quienes habilitan el gatillo, habría que agregar  a esto en qué queda la responsabilidad ética de los arquitectos que avalan los ante-proyectos, como por ejemplo, el que ya se ha presentado y  que ha obtenido aprobación, para levantar un proyecto que sobrepasa la tolerancia debida y clausura el cono de observación que instala el mirador del Parque Cultural de Valparaíso.  Es como cuando pensamos en la necesidad de convertir en responsabilidad penal aquella  responsabilidad política inicial de aquellos que proporcionaron la cobertura ideológica para justificar primero y luego encubrir los crímenes.

El derecho al paisaje está en la carta de los derechos culturales.  El derecho al paisaje no solo tiene que ver con el acceso de la mirada a paños de ocupación de laderas, a estratos  de configuración habitable, a escalas mínimas  de invención barrial, sino a la reconfiguración del futuro a partir de la percepción total de todas estas articulaciones, que son portadoras de franjas de vida.

En este sentido resulta muy útil recurrir a un juego de palabras, que proviene del francés: “tranche de vie” (lonja de vida). Sin embargo, un pequeño deslizamiento  ortográfico nos pone frente al efecto organizador de la “tranche de vue” (lonja de vista). La “lonja de vida” es una intriga naturalista que sanciona un fragmento de la vida social, que se convierte en  una descripción analítica  proyectable al conjunto de ésta. Algo que ocurre cuando caminamos por un cerro y advertimos una lonja de vida interior a través de una ventana o de una puerta entreabierta. Es una vista fugaz que nos entrega un estallido de la intriga que tiene lugar en ese encierro. En cambio, el desliz de la letra nos conduce a la lonja de vista, similar a la delimitación de un encuadre visual abierto que se expande hacia la panorámica en función de la cual podemos percibir los fragmentos que la delimitan. La intriga del encierro se convierte en epopeya de la apertura del paisaje.
 
Curiosamente, ayer, un incendio afectó a tres casas que se encuentra en el paño o en la proximidad de los paños que una inmobiliaria ha adquirido. El ante-proyecto sobrepasa la altura y afecta gravemente el patrimonio cultural del Parque.  Es decir, el derecho al paisaje es un patrimonio que  la existencia del Parque habilita y que debe ser respetado. Más aún, cuando se establece una expansión significativa entre el mirador, que a su vez consolida la presencia del Polvorín, cuya percepción como ícono urbano en la historia de la ciudad contempla el acceso a esta plataforma desde la cual se estructura una mirada consistente de las delimitaciones del cerro Cárcel, cuyo perfil termina de ser dibujado por la construcción del Estanque, a comienzos del siglo XX.

!Que buen ejemplo de arquitectura el concepto del nuevo edificio de difusión del Parque Cultural! Fue concebido como un gran caballete de retención del cerro,  como un terraplén, justamente, para preservar el vacío de la explanada y realzar el peso simbólico del Polvorín, que quizás sea la construcción más antigua de la ciudad. 
Pero el Polvorín tenía un sentido: ser un lugar desde donde se podía mirar al acosador, pero que impedía ser mirado por la configuración del cerro. La historia del emplazamiento es parte de la historia cultura; es decir, de la historia de la mirada porteña como lonja de vida, como narración de la historizada política de ocupación retentiva de la ladera.

El incendio de ayer consumió tres casas y puso en peligro un entorno típico, ya definido en su socialidad, en correcta articulación con la rasante que va del mirador del Parque al Estanque. Ninguna nueva construcción puede superar esa medida patrimonializada por la construcción del Parque Cultural de Valparaíso. La  sola existencia  de éste implica el anclaje de un área de preservación activa, no solo del paisaje urbano, sino del paisaje simbólico sobre el que se funda la habitabilidad del cerro Cárcel, en la proximidad de la  Quebrada Elías.





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