Hace unos meses escribí una nota en la página web del PCdV sobre lo que significaba "dejar algo", para el fortalecimiento de la escena artística local. Era sobre el trabajo que había realizado Agustín Letelier, recientemente homenajeado por sus pares en una extraordinaria jornada que tuvo lugar en la Universidad de Los Lagos. La nota que escribí apuntaba a combatir el efecto dañino de la festivalitis y favorecía la realización de iniciativas que se despliegan a-lo-largo-de-todo-el-año.
Para entender esta posición es preciso tomar en cuenta el respeto y el reconocimiento que deben tener algunas instituciones e iniciativas externas en su trato con el PCdV. Este no es un centro de eventos ni tampoco una locación indeterminada, sino un dispositivo de investigación y de aceleración del imaginario. Algún trabajo me ha dado instalar la idea de que el PCdV no es un espacio ferial ni festivalero. Parece obvio, ¿verdad? Sin embargo, hay actitudes de parte de gestores de proyectos externos que ponen de manifiesto una total desconsideración sobre estas cuestiones. Lo que me cabe defender y desarrollar es un encuadre: desde la corporalidad a la habitabilidad. Por eso, el eje de este año es Ciudad y Territorio. Todo lo que provenga de fuera, debe satisfacer este eje. Esta es una manera de organizar el trabajo cultural con un mínimo de coherencia.
El hecho de que en el PCdV se realicen algunas iniciativas que, viniendo de fuera, satisfacen los objetivos de su política, permite hacer visible la articulación de un centro cultural, de un centro de arte y de un centro comunitario.
En tal medida, si existe en el PCdV un festival de fotografía es porque su realización promueve una política local de desarrollo del archivo fotográfico, al mismo tiempo colaboramos con la política general de internacional de la fotografía. Este fue el sentido de exponer el Archivo Nebreda. Y también, ese fue el sentido de haber apoyado una muestra pequeña y significativa de Sergio Larraín. Hoy día, habrá una exposición de Larraín en los Encuentros de Arles. Su director estuvo en el PCdV realizando una residencia en el marco del FIFV. Pero lo que importa es lo que en términos de fotografía ocurra durante el año, en el PCdV. De ahí, la residencias que acaba de tener lugar a cargo de Nelson Garrido y la próxima exposición de fotografía de Nelson Muñoz. Se mantiene nuestro esfuerzo por instalar la cuestión del archivo local.
Prosigo: si ingresan al PCdV algunas manifestaciones propias de festivales de conferencias, lo menos que esperamos es que se presenten invitados que elaboren alguna hipótesis sobre nuestro eje; repito, Ciudad y Territorio. Vuelvo a insistir: el PCdV no es una locación indeterminada. Todo lo que ingresa y todo lo que se proyecta está sujeto a un encuadre, cuyos objetivos son de largo plazo y se traducen en fortalecimientos de escena. Este fue el sentido de haber aceptado la presencia, en el 2012, de un gran dramaturgo chileno; pero solo a condición de producir la lectura dramatizada de una de sus obras. Por esa iniciativa se conectaba con las otras dos residencias de teatro; a saber, la de Agustín Letelier a partir de “Un extraño ser” y la de Marco Guzmán, desde “Esperando a Godot”.
Lo más importante para nosotros era la lectura dramatizada, porque permitía producir una residencia con la extraordinaria Manuela Infante. Las conferencias, en verdad, me tienen sin cuidado. Son buenas para el PCdV, pero solo si contribuyen al fortalecimiento de la escena local. Es así que entendí el valor de la presencia de Todorov, el año pasado, porque el PCdV es un lugar de memoria. Lo que hacemos nosotros no tiene que ver con el ranking mediático atribuible a determinadas personalidades de visita rápida, sino con la utilidad conceptual de su paso por el PCdV. (¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?).
En el caso de la danza contemporánea existen iniciativas externas al PCdV que calzan de manera efectiva con su política de desarrollo. Se trata de proyectos locales de gran calidad y que nos han precedido. De ellos hemos aprendido a elaborar iniciativas de colaboración, guardando las autonomías de cada cual, pero congregando esfuerzos que se traducen, por ejemplo, en el hecho de que tendremos a fines de noviembre, junto a Fundación Siemens, el Goethe Institut y el CNCA, un complejo de intervenciones destinadas a fortalecer el trabajo de la danza contemporánea en la región. Pero la danza ha logrado desarrollar una actividad permanente, a lo largo del año, en el PCdV.
Hago referencia a la danza porque lo que ha ocurrido con este espacio es ejemplar. El Laboratorio con Siemens-Goethe-CNCA, que se llama Movimiento Sur, supone combinar tres cosas: laboratorios experimentales, espectáculos y acciones de formación. Y en este caso, la articulación de estas tres cosas depende de los ejes del Laboratorio; a saber, ¡Ciudad y Territorio! Lo que a su vez, permite poner en tensión formal dos dimensiones, que están muy conectadas: la ritualidad ceremonial de la danza de salón y las vicisitudes de los cuerpos en el transporte urbano.
La defensa de lo propio está pensada para fortalecer un método de intervención que asegure las proyecciones de un trabajo cultural complejo. Nosotros estamos para operar de mayo a mayo. No para concentrar de manera eufórica actividades de desgaste rápido, que solo terminan favoreciendo los emblemas ejemplares de la gentrificación de los cerros que ya sabemos. Me parece muy bien. Todo el mundo tiene derecho a rentabilizar sus inversiones, pero no a costa de que seamos nosotros quienes experimentemos la violencia simbólica, política y económica de iniciativas para las que Valparaíso es tan solo escenografía de tertulias destinadas a poblaciones móviles de haute game.
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