martes, 7 de mayo de 2013

LECCIÓN DE FACHADA


La tormenta de la noche del 2 al 3 de mayo remojó el papel impreso que sostenía la obra de Erick Beltrán, de la que hablé en la última entrega.  De este modo, algunas zonas han comenzado a despegarse, dejando algunos espacios vacíos que permiten ver el fondo del muro de la fachada. La memoria cercana del edificio impone su precedencia, temporalmente cubierta por un relato visual que puso en escena la representación del desollamiento. No ha sido casual. Erick Beltrán conectó de manera expresa elementos que en su lengua franca ponían de manifiesto “la verdad de la fachada” en la historia de la arquitectura local.

Naturaleza contra Cultura. La lluvia y el viento han podido más que el pegamento para empapelar interiores. De eso se trata: papel pegado para ser desprendido e instalar con fuerza la ley del craquelamiento de la historia.

Hace muchos años, durante los días de Navidad, llovió de manera torrencial, afectando gravemente unas pinturas en el MNBA, en Santiago. Las reparaciones de la techumbre –realizadas por el MOP- permitieron que el agua penetrara hacia el interior de algunas salas, como nunca antes había ocurrido. El agua corrió como cortina sobre las paredes.  Luego paró de llover. El museo permaneció cerrado varios días. Cuando se re-abrió se dieron cuenta que la tela de algunas pinturas se había secado y contraído, de manera que la capa de pintura se levantó y convirtió la obra en una interesante y no deseada pintura informalista.

Una de esas pinturas fue La lección de geografía (Valenzuela Puelma, 1883).  ¿No es un modelo para el trabajo analítico? La cultura reparatoria del MOP no estuvo a la altura de las exigencias de la Naturaleza. Su ímpetu de la refacción estuvo comandado por una gotera que caía sobre el traje de Ricardo Lagos, que asistía a una ceremonial en el hall central del museo, cuando era ¿ministro de Educación? ¿De Obras Públicas? ¿La educación por la obra pública? (Es probable que el director del museo lo haya puesto en ese sitio, para que la gota le cayera encima, como protesta por la inatención ministerial hacia el museo).

Luego de un cuidadoso proceso de restauración, el cuadro fue devuelto a su “condición original”. Así mismo, luego de un violento temporal devastador, el pegoteo de Marsias y Apolo inició su proceso de des/pegue, para hacer regresar el edificio a su condición fenoménica inicial.  En este sentido,  Erick Beltrán inventa la ruina de la fachada para reconstruir la historia infantil de una cultura visual enterrada. Es preciso leer las capas de encubrimiento realizando un trabajo cuya elaboración depende de la  productividad  cooperante del  lector.

¿Qué se puede leer en este  des/pegue considerado como obra? La historiadora del arte Laurie Schneider Adams, en su libro Arte y psicoanálisis (Cátedra, Madrid, 1993), señala que así como la arquitectura del Renacimiento y el Barroco asimila elementos de antiguos edificios griegos y romanos, la fantasía asimila elementos de la infancia y crea una narración que se ajusta a los deseos. Mediante el empleo de la metáfora arquitectónica, Freud llamó a la fantasía  la “fachada del sueño”.

Cuando he desarrollado la argumentación sobre la pintura mural en Valparaíso he señalado la importancia distintiva de la fachada en el diseño inicial de la obra. Esto parece obvio. Menciono que el 20 de marzo del 2012 en Plataformaarquitectura, Karina Duque publica un importante dossier sobre el edificio de la Estación de Biología Marina de Montemar, obra del arquitecto Enrique Gebhard.  Los lectores que despliegan su furia a través del espacio que les autoriza  el twiter, excediéndose en comentarios ofensivos y difamatorios, deben darse el trabajo de estudiar este caso ejemplar de muralismo y arquitectura.  Debieran aprender que si un mural está concebido en el diseño arquitectónico, este hace parte de la arquitectura. Lo otro que debieran aprender es que la fachada ya es un mural implícito que contiene –por el rigor de su disposición- una historia cargada de sentido.

Lo tercero que debieran aprender es que una fachada, para estar cargada, le basta con su disposición.  No requiere de adjunciones posteriores que terminan causando grave daño a la percepción de la secuencia gráfica de lo que podemos llamar, justamente, línea de fachada. La cuarta cosa que debieran aprender es que a partir de la fachada y la dimensión plástica del resto de la edificación es posible identificar orígenes migratorios y tipificar historias de poblamiento en la ciudad. La quinta cosa que debieran aprender  es que el detrás de un edificio o de una casa no es análogo a una falta de sentido;  el detrás (también) está sobrecargado de sentido. El detrás pone de relieve la densidad del cierre perimetral.  ¿Por qué no relevar la importancia de las delimitaciones gráficas de la habitabilidad? La noción de vacío es fundamental para entender las diversas dimensiones de la completud.

El des/pegue  del  papel  en la obra de Erick Beltrán expone la importancia del vacío como soporte imaginario de una historia del arte (sobre)cargada.   Deleuze, cuando escribe sobre Bacon, sostiene que la página en blanco no existe, que la tela virgen de un pintor no existe, porque antes de ser pintada ya está plagada de escombros. Erick Beltrán sostiene que nates del pegoteo, ese muro del edificio de Difusión del PCdV, ¡ya estaba cargado de cosas!, porque en su vacío y en su regularidad brutalista a la brasilera, está localizada una historia estratificada y estratificante de irregularidad. El propio edificio está concebido como un muro de contención monumental  y debe guardar el carácter distintivo de su condición material, como obra pública que señala gráficamente su marcada existencia, lo vuelvo a repetir, como dispositivo de contención que va más allá de la arquitectura y que no puede ser dominado por la acción decorativa del muralismo burocrático de ilusión inclusiva. 

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