Afirmar que
el PCdV es un dispositivo cultural que articula funciones de centro
cultural/centro de arte/centro comunitario supone concebir que sus acciones
afectan variados estratos de público, de manera simultánea.
La noción
de público es una dimensión cualitativa, cuya cuantificación está determinada
por el alcance y propósito de las acciones.
Las
acciones del PCdV como Centro Cultural son realizadas a partir
de la lectura del imaginario local porteño. Para esto, el PCdV
realiza estudios de campo –con mayor
o menor rigor; con mayor o menor imaginación sociológica- en la trama de la ciudad y de la
región, con el propósito de relevar aquellos elementos que definen las
condiciones de la habitabilidad
porteña.
La Teoría
del Encuadre es una herramienta conceptual que modela la captura de indicios de cultura local que
determinan la programación. Estos indicios se verifican en un espacio
coreográfico social (bolero, cueca, tango), un espacio de representaciones
sociales ligados a las prácticas artísticas (teatro, música, danza, etc), un
espacio de representación de la memoria (lugar de memoria política, archivos de
lo común), un espacio de recreación (parque), un espacio ceremonial
(reparticiones estatales), un espacio conversacional (conversatorios, mesas
redondas, presentaciones de libros, coloquios) y un espacio culinario (cocina
hogareña porteña).
Cada uno de
estos espacios compromete un público diferenciado y que habita mayoritariamente
en la ciudad.
Las
acciones del PCdV como un Centro de Arte
son realizadas a partir de enunciados artísticos formulados desde la lectura
del desarrollo interno de las prácticas en la escena local. Esta lectura está
realizada desde el conocimiento panorámico y problemático del estado de las
artes en el sistema nacional de arte.
Existen dos
tipos de enunciados artísticos. Aquellos que satisfacen propuestas del campo
artístico “hacia adentro” y aquellas que ponen en relación a unos artistas con un público determinado, a partir del montaje de
una obra que forma parte de un repertorio ya sancionado en la historia de cada práctica.
Las
prácticas “hacia adentro” exigen el reconocimiento de enunciados de carácter
experimental. Sin embargo, existe una experimentalidad de ruptura y una
experimentalidad que solo introduce innovaciones, en relación al retraso de la escena local respecto de la
escena nacional/internacional. Se trata, entonces, de prácticas “inéditas” de transferencia informativa.
En el PCdV
la experimentalidad posee sus matices, ya que se concentra en tres tipos de
formatos: clínicas, residencias y laboratorios. Estos son formatos en los que
los artistas tienen por objetivo producir
conocimiento en el seno de las prácticas. Este conocimiento está determinado
por los niveles formales de consenso sobre el estado de las prácticas, de
acuerdo a un reconocimiento internacional del estado de avance de éstas. Esto quiere decir que en el PCdV nos
ponemos en línea con unos rangos de exigencia suplementaria. Aquí, el propósito
del trabajo de negociación entre el PCdV y los proyectos de artistas es
formular iniciativas destinadas al fortalecimiento de la escena local.
En la
ciudad, cada práctica posee una tasa de consistencia determinada y se configura
como un espacio formado por una masa crítica que se expande hasta formar
diversas zonas de participación cooperante. Se le denomina masa crítica porque es el grupo que asegura
la reproductibilidad de su espacio. De este modo se define la consistencia de
cada práctica.
Es
necesario realizar un estudio sobre el estado de cada masa crítica local en
relación a la situación de cada práctica en el nivel nacional/internacional, porque es en en relación con este ámbito que se
establecen los rangos de exigencia.
En Valparaíso,
cada práctica posee una masa crítica no mayor a diez personas. Los intérpretes
medianos llegan a la cuarentena. Algunos
de los cuáles logran insertarse en estructuras de formación académica.
El público
extra-artístico y cooperante que se expande como el tercer elemento más allá de la secuencia masa
crítica-intérpretes-cooperantes alcanza el centenar de personas, pudiendo llegar al doble de esta cifra según el tipo de
montajes.
Ahora bien:
no todas las prácticas poseen indicadores homogéneos de desarrollo. De modo que
la aceleración de consistencia es el objeto de trabajo con este tipo de
público.
En el
espacio del Centro de Arte el público está formado por artistas/masa crítica
y por intérpretes/cooperantes.
Las
acciones del PCdV como centro
comunitario son realizadas a partir de la lectura del barrio y de
los efectos en la población cercana de su condición de equipamiento cultural de
amortiguación (contra-gentrificación).
Estas acciones están determinadas por la relación directa con el territorio.
Este es un público que experimenta un reconocimiento por la cercanía de su habitat respecto del Parque.
El sólo
hecho de su existencia como equipamiento cultural en que se asienta un caso
ejemplar de arquitectura contemporánea
en medio de la arquitectura vernacular, laberíntica y abigarrada,
implica un espacio urbano que
re-ordena las percepciones. Esto era una cárcel, luego un lugar de
intervención de parte de agrupaciones culturales, finalmente, un equipamiento
cultural complejo. Desde su arquitectura, no solo ordena el espacio y delimita
unos hábitos, sino que –además- incide en el aumento del precio del suelo. En este sentido, el barrio es desde ya un público, sin
siquiera ingresar al Parque. Es preciso distinguir en este ámbito un público
por efecto de contiguidad y un
público por inclusión.
En cuanto a
lo primero, el público por contiguidad se reconoce cuando el barrio admite que
la existencia del PCdV los preserva de un cierto “ruidaje” ligado a ciertas
formas indeterminadas de malestar
social. Pero también, el barrio sabe que puede disponer de las instalaciones del PCdV en tanto parque apto para el paseo
vecinal. Y más aún, ahora, que formamos parte de un convenio destinado a
pensar el destino del Estanque
como espacio de “expansión” del PCdV.
El público
por inclusión se refiere al uso que los habitantes hacen del Parque y de sus
instalaciones, particularmente vinculados por iniciativas como la sala de
lectura para adulto mayor (formulada), el Invernadero y el Laboratorio Culinario
(Vecinal). Al mismo tiempo, los adultos mayores del barrio saben que pueden
contar con las instalaciones del Parque para realizar reuniones y encuentros.
Lo que se asegura es la tendencia a la asociatividad barrial, en particular con
el Cerro La Loma y la Quebrada Elías.
En la
lectura del barrio hay elementos que se cruzan con las acciones del centro de
arte y del centro cultural. De modo que una misma acción atraviesa dos y hasta
tres configuraciones de público. Esto significa que una acción de residencia
proveniente del centro de arte se articula con un espectáculo abierto que reúne
a masa crítica de las asociaciones de adultos mayores, correspondiendo a
acciones de centro cultural con conexiones barriales. En esa misma línea, una iniciativa culinaria afecta las
relaciones con el barrio y produce conexiones que se traducen en acciones que
tendrán repercusión como dispositivos de mediación, en el marco de una
exposición como Estrella Roja, en
preparación, que será la primera exposición estrictamente destinada a exhibir
el estado de situación de un imaginario barrial directamente contiguo.
En el caso
de la danza, por ejemplo, tenemos Movimiento
Sur, un Laboratorio de danza
contemporánea (centro de arte) que se realiza en un espacio de estudio constituido
por clubes de baile y espacios de transporte urbano. Es decir, son situaciones
de expresión de la cultura popular urbana que actúan como espacios de trabajo
para la danza contemporánea. Lo que importa en este caso es el período de
trabajo previo a la creación, en el que participan intérpretes-creadores y
especialistas de otras disciplinas. El público, por un lado, es la masa crítica
de la danza local; y por otro lado, es una comunidad específica de la cultura
urbana porteña. Esto es lo que ocurre en el plano de los Laboratorios. En este
mismo proyecto hay Espectáculos, a los que asisten la masa crítica/intérpretes,
el público de comunidades involucradas en la investigación de campo y el público
cooperante ligado a la danza en términos amplios.
En lo
inmediato, lo que tendremos será una exposición de pintura. El público será
principalmente comunitario, porque
involucra de manera mayoritaria a
un grupo de artistas que de manera directa o indirecta sostiene relaciones con
la Escuela Municipal de Bellas Artes, que es vecina del PCdV y está localizada
en el cerro La Loma. Por otro lado, compromete a un público cooperante ligado a
la existencia de la propia escuela y a la franja de artistas de reconocimiento
local mediano, que ha sufrido exclusiones significativas de parte de la
oficialidad del arte porteño y santiaguino. De este modo, la exposición
recupera públicos artísticos que han sido marginalizados.
Luego tendremos
la exposición Estrella Roja. Su
público será igualmente comunitario porque involucrará a los habitantes del cerro La Loma, organizados en torno a la
historia de un club de futbol amateur. Por esta historia atraviesa la vida del
barrio de estos cincuenta últimos años. El público es comunitario, barrial,
pero las proyecciones que tenemos son las de comprometer a ciertas masas
críticas de la escena de arte, para las cuáles la producción social del club
resulta significativa. Siendo éste un caso ejemplar de cómo hay que operar en
la realización de conexiones entre cultura barrial y prácticas de arte
relacional.
En
paralelo, en la galería de exposiciones de gabinete, se llevará a cabo la
exposición de fotografías de Nelson Muñoz, en las que exhibe su trabajo de registro del abandono de la
cárcel, cuando el recinto todavía estaba en manos de Gendarmería. Este viene a
ser un caso de recuperación de un lugar
de memoria que tiene como público a la vecindad barrial que siempre estuvo
vinculada a la historia carcelaria.
Durante el
mes de abril parte de mayo se llevó a cabo el programa Territorios de la
música. El público primero fue el público formado por los propios ejecutantes
de las orquestas regionales, a las que el PCdV invitó a tocar en un teatro de
primera magnitud. El primer objetivo fue que ellos se escucharan. El segundo
objetivo fue complacer a su masa crítica y público cooperante, que fue el que
completó la capacidad del teatro durante seis sesiones. De manera que teniendo
esta expansión hacia la masa crítica, fue pensado para fortalecer la ejecución
y la interpretación local. Así las cosas, el segundo programa estará destinado
a fortalecer aún más esta decisión programática, poniendo énfasis en la
organización familiar de soporte directo de la acción de las orquestas
juveniles e infantiles de la región. De este modo, la proyección de la acción
se convierte en efecto comunitario (familiar). Sin embargo, a raíz de esta
producción, se han fortalecido las relaciones con institutos universitarios de
música instalados en las cercanías del PCdV, que han previsto recurrir a este
para realizar ensayos en un ambiente de alta competencia. Lo cual establece, a
la vez que relaciones de arte, un vínculo
en el que se recupera la dimensión barrial institucional. De este modo, tenemos como público-masa crítica a dos escuelas: una
de arte y otra de música.
Para
terminar, acogemos un festival de fotografía, para el cual, la distinción de
públicos se despliega de la misma forma. Primero, la masa crítica y los
intérpretes; luego, el público cooperante formado por las expansiones de la
masa crítica fotográfica local y nacional.
Estos
últimos párrafos han abordado formas diversas de relación entre acciones
funcionales (cultural/arte/comunidad) y públicos estratificados por el efecto
de expansión de las propuestas programáticas entendidas como actos de enunciación.
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