miércoles, 15 de mayo de 2013

Nota sobre la articulación de públicos en el PCdV


Afirmar que el PCdV es un dispositivo cultural que articula funciones de centro cultural/centro de arte/centro comunitario supone concebir que sus acciones afectan variados estratos de público, de manera simultánea.

La noción de público es una dimensión cualitativa, cuya cuantificación está determinada por el alcance y propósito de las acciones.

Las acciones del PCdV como  Centro Cultural son realizadas a partir de la  lectura del imaginario local porteño. Para esto, el PCdV realiza estudios de campo –con mayor o menor rigor; con mayor o menor imaginación sociológica-  en la trama de la ciudad y de la región, con el propósito de relevar aquellos elementos que definen las condiciones de la habitabilidad porteña.

La Teoría del Encuadre es una herramienta conceptual que modela la captura de  indicios de cultura local que determinan la programación. Estos indicios se verifican en un espacio coreográfico social (bolero, cueca, tango), un espacio de representaciones sociales ligados a las prácticas artísticas (teatro, música, danza, etc), un espacio de representación de la memoria (lugar de memoria política, archivos de lo común), un espacio de recreación (parque), un espacio ceremonial (reparticiones estatales), un espacio conversacional (conversatorios, mesas redondas, presentaciones de libros, coloquios) y un espacio culinario (cocina hogareña porteña).

Cada uno de estos espacios compromete un público diferenciado y que habita mayoritariamente en la ciudad.

Las acciones del PCdV como un Centro de Arte son realizadas a partir de enunciados artísticos formulados desde la lectura del desarrollo interno de las prácticas en la escena local. Esta lectura está realizada desde el conocimiento panorámico y problemático del estado de las artes en el sistema nacional de arte.

Existen dos tipos de enunciados artísticos. Aquellos que satisfacen propuestas del campo artístico “hacia adentro” y aquellas que ponen en relación  a unos  artistas con un público determinado, a partir del montaje de una obra que forma parte de un repertorio ya sancionado en la  historia de cada práctica. 

Las prácticas “hacia adentro” exigen el reconocimiento de enunciados de carácter experimental. Sin embargo, existe una experimentalidad de ruptura y una experimentalidad que solo introduce innovaciones,  en relación al retraso de la escena local respecto de la escena nacional/internacional. Se trata, entonces, de prácticas “inéditas” de  transferencia informativa.

En el PCdV la experimentalidad posee sus matices, ya que se concentra en tres tipos de formatos: clínicas, residencias y laboratorios. Estos son formatos en los que los artistas tienen por objetivo producir conocimiento en el seno de las prácticas. Este conocimiento está determinado por los niveles formales de consenso sobre el estado de las prácticas, de acuerdo a un reconocimiento internacional del estado de avance de éstas.  Esto quiere decir que en el PCdV nos ponemos en línea con unos rangos de exigencia suplementaria. Aquí, el propósito del trabajo de negociación entre el PCdV y los proyectos de artistas es formular iniciativas destinadas al fortalecimiento de la escena local.

En la ciudad, cada práctica posee una tasa de consistencia determinada y se configura como un espacio formado por una masa crítica que se expande hasta formar diversas zonas de participación cooperante.  Se le denomina masa crítica porque es el grupo que asegura la reproductibilidad de su espacio. De este modo se define la consistencia de cada práctica.

Es necesario realizar un estudio sobre el estado de cada masa crítica local en relación a la situación de cada práctica en el nivel  nacional/internacional, porque es en  en relación con este ámbito que se establecen los rangos de exigencia.

En Valparaíso, cada práctica posee una masa crítica no mayor a diez personas. Los intérpretes medianos llegan a la cuarentena.  Algunos de los cuáles logran insertarse en estructuras de formación académica.

El público extra-artístico y cooperante que se expande como el tercer elemento  más allá de la secuencia  masa crítica-intérpretes-cooperantes  alcanza el centenar de personas, pudiendo llegar  al doble de esta cifra según el tipo de montajes.

Ahora bien: no todas las prácticas poseen indicadores homogéneos de desarrollo. De modo que la aceleración de consistencia es el objeto de trabajo con este tipo de público.

En el espacio del Centro de Arte el público está formado por artistas/masa crítica  y por intérpretes/cooperantes.

Las acciones del PCdV como centro comunitario son realizadas a partir de la lectura del barrio y de los efectos en la población cercana de su condición de equipamiento cultural de amortiguación (contra-gentrificación). Estas acciones están determinadas por la relación directa con el territorio. Este es un público que experimenta un reconocimiento por la cercanía de su habitat respecto del Parque.

El sólo hecho de su existencia como equipamiento cultural en que se asienta un caso ejemplar de arquitectura contemporánea  en medio de la arquitectura vernacular, laberíntica y abigarrada, implica un espacio urbano que  re-ordena las percepciones. Esto era una cárcel, luego un lugar de intervención de parte de agrupaciones culturales, finalmente, un equipamiento cultural complejo. Desde su arquitectura, no solo ordena el espacio y delimita unos hábitos, sino que –además- incide en el aumento del precio del suelo.  En este sentido, el  barrio es desde ya un público, sin siquiera ingresar al Parque. Es preciso distinguir en este ámbito un público por efecto de contiguidad y un público por inclusión.

En cuanto a lo primero, el público por contiguidad se reconoce cuando el barrio admite que la existencia del PCdV los preserva de un cierto “ruidaje” ligado a ciertas formas indeterminadas  de malestar social.  Pero también, el barrio  sabe que puede disponer de las  instalaciones del PCdV  en tanto parque apto para el paseo vecinal. Y más aún, ahora, que formamos parte de un convenio destinado a pensar  el destino del Estanque como espacio de “expansión” del PCdV.

El público por inclusión se refiere al uso que los habitantes hacen del Parque y de sus instalaciones, particularmente vinculados por iniciativas como la sala de lectura para adulto mayor (formulada), el Invernadero y el Laboratorio Culinario (Vecinal). Al mismo tiempo, los adultos mayores del barrio saben que pueden contar con las instalaciones del Parque para realizar reuniones y encuentros. Lo que se asegura es la tendencia a la asociatividad barrial, en particular con el Cerro La Loma y la Quebrada Elías.

En la lectura del barrio hay elementos que se cruzan con las acciones del centro de arte y del centro cultural. De modo que una misma acción atraviesa dos y hasta tres configuraciones de público. Esto significa que una acción de residencia proveniente del centro de arte se articula con un espectáculo abierto que reúne a masa crítica de las asociaciones de adultos mayores, correspondiendo a acciones de centro cultural con conexiones barriales.  En esa misma línea, una iniciativa culinaria afecta las relaciones con el barrio y produce conexiones que se traducen en acciones que tendrán repercusión como dispositivos de mediación, en el marco de una exposición como Estrella Roja, en preparación, que será la primera exposición estrictamente destinada a exhibir el estado de situación de un imaginario barrial directamente contiguo. 

En el caso de la danza, por ejemplo, tenemos Movimiento Sur,  un Laboratorio de danza contemporánea (centro de arte) que se realiza en un espacio de estudio constituido por clubes de baile y espacios de transporte urbano. Es decir, son situaciones de expresión de la cultura popular urbana que actúan como espacios de trabajo para la danza contemporánea. Lo que importa en este caso es el período de trabajo previo a la creación, en el que participan intérpretes-creadores y especialistas de otras disciplinas. El público, por un lado, es la masa crítica de la danza local; y por otro lado, es una comunidad específica de la cultura urbana porteña. Esto es lo que ocurre en el plano de los Laboratorios. En este mismo proyecto hay Espectáculos, a los que asisten la masa crítica/intérpretes, el público de comunidades involucradas en la investigación de campo y el público cooperante ligado a la danza en términos amplios.

En lo inmediato, lo que tendremos será una exposición de pintura. El público será principalmente  comunitario, porque involucra de manera mayoritaria  a un grupo de artistas que de manera directa o indirecta sostiene relaciones con la Escuela Municipal de Bellas Artes, que es vecina del PCdV y está localizada en el cerro La Loma. Por otro lado, compromete a un público cooperante ligado a la existencia de la propia escuela y a la franja de artistas de reconocimiento local mediano, que ha sufrido exclusiones significativas de parte de la oficialidad del arte porteño y santiaguino. De este modo, la exposición recupera públicos artísticos que han sido marginalizados.

Luego tendremos la exposición Estrella Roja. Su público será igualmente  comunitario porque involucrará  a los habitantes del cerro La Loma, organizados en torno a la historia de un club de futbol amateur. Por esta historia atraviesa la vida del barrio de estos cincuenta últimos años. El público es comunitario, barrial, pero las proyecciones que tenemos son las de comprometer a ciertas masas críticas de la escena de arte, para las cuáles la producción social del club resulta significativa. Siendo éste un caso ejemplar de cómo hay que operar en la realización de conexiones entre cultura barrial y prácticas de arte relacional.

En paralelo, en la galería de exposiciones de gabinete, se llevará a cabo la exposición de fotografías de Nelson Muñoz,  en las que exhibe su trabajo de registro del abandono de la cárcel, cuando el recinto todavía estaba en manos de Gendarmería. Este viene a ser un caso de recuperación de un lugar de memoria que tiene como público a la vecindad barrial que siempre estuvo vinculada a la historia carcelaria.

Durante el mes de abril parte de mayo se llevó a cabo el programa Territorios de la música. El público primero fue el público formado por los propios ejecutantes de las orquestas regionales, a las que el PCdV invitó a tocar en un teatro de primera magnitud. El primer objetivo fue que ellos se escucharan. El segundo objetivo fue complacer a su masa crítica y público cooperante, que fue el que completó la capacidad del teatro durante seis sesiones. De manera que teniendo esta expansión hacia la masa crítica, fue pensado para fortalecer la ejecución y la interpretación local. Así las cosas, el segundo programa estará destinado a fortalecer aún más esta decisión programática, poniendo énfasis en la organización familiar de soporte directo de la acción de las orquestas juveniles e infantiles de la región. De este modo, la proyección de la acción se convierte en efecto comunitario (familiar). Sin embargo, a raíz de esta producción, se han fortalecido las relaciones con institutos universitarios de música instalados en las cercanías del PCdV, que han previsto recurrir a este para realizar ensayos en un ambiente de alta competencia. Lo cual establece, a la vez que relaciones de arte, un vínculo  en el que se recupera la dimensión  barrial institucional. De este modo, tenemos como público-masa crítica a dos escuelas: una de arte y otra de música.

Para terminar, acogemos un festival de fotografía, para el cual, la distinción de públicos se despliega de la misma forma. Primero, la masa crítica y los intérpretes; luego, el público cooperante formado por las expansiones de la masa crítica fotográfica local y nacional.

Estos últimos párrafos han abordado formas diversas de relación entre acciones funcionales (cultural/arte/comunidad) y públicos estratificados por el efecto de expansión de las propuestas programáticas entendidas como actos de enunciación.

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