Durante la
semana pasada acompañé a un equipo de documentalistas al ascensor del cerro
Monjas, donde está instalada la obra de los artistas suizos Lang&Baumann.
La visita correspondía a la
necesidad de registrar una obra contemporánea, que intervenía el espacio
urbano, en el marco de una investigación sobre la belleza.
Por de
pronto, lo primero que recordé fue una frase de Arthur C. Danto, en El abuso de la belleza, donde señala que
una de las grandes aclaraciones conceptuales de la filosofía del arte del siglo
XX ha sido el descubrimiento de que algo puede ser buen arte sin ser bello. Situación
que puede ser la causa de un malestar en un público que confunde la belleza con
la verosimilitud, con la semejanza o con la imitación.
Es lo que
motivó a uno de los niños que descubrí arrojando piedras contra la obra de
Eduardo Basualdo. ¿Saben lo que me dijo? “Esta huevada es de mentira; está
hecho con plumavit”. Obviamente, el chico no esperaba encontrar ahí unas
osamentas reales. Probablemente no deseaba, simplemente, que unas osamentas
fuesen fabricadas para parecer osamentas.
En este
sentido, la lapidación de la obra expresaba su enorme incomodidad ante algo que
era reconocido como obra de arte y que se asemejaba a algo que no era arte. El
chico no soportaba el desprecio a
la verosimilitud, porque en ella él buscaba la belleza. Unas osamentas no son
bellas. ¡Ese es el punto! Es ahí donde se juega el trabajo de la mediación
artística.
Pero a lo
que voy es al hecho que la colocación de unos objetos que no pertenecen al
mundo del arte, instalados en un espacio de arte, pueden adquirir el rango de
obra. El propio Danto, en La
transfiguración de lo banal, afirma que el extraño fenómeno de la
transfiguración de un objeto banal en obra de arte reside en el hecho que un
autor –artista reconocido- fabrica intencionalmente una cosa que él entiende,
de manera premeditada, presentar o imponer como arte. No hay nada gratuito, sino que una obra es elaborada a
propósito de algo: es decir, responde a un proyecto. Pero agrega que la
significación de este proyecto no sería posible sin su reconocimiento como tal
en un contexto histórico, social y cultural determinado.
Todo lo
anterior, corresponde al tipo de
cosas que un profesor de arte dice en el marco de una clase, en la pragmática
de una escuela. Tuve la idea de
recurrir a estas distinciones para introducir un tema que afecta nuestro
trabajo de mediación y que ha quedado de manifiesto después de las lluvias del
27 de mayo.
Para explicarme
de mejor manera he subido una fotografía, donde cualquier estudiante de arte
más o menos informado pensaría que en el teatro del Parque estamos montando una
obra, en medio del escenario. Como ya se sabe que en ese lugar se exhiben obras
contemporáneas y que todo, en el edificio, puede ser susceptible de convertirse
en espacio de exhibición, lo más probable es que la nueva exposición contemple
un montaje de obra en pleno centro del teatro.
Muy bien. El
estudiante observa la fotografía de la sala y percibe un conjunto de basureros
de plástico, con ruedas, sobre unas mangas de plástico, la tapa abierta,
ordenados en tres filas, dispuestos en diagonal, con una iluminación
a-escenográfica. Todo perfecto. El estudiante saca su cuaderno de apuntes y
toma notas. Dibuja el esquema de distribución de los tachos de basura y piensa que corresponde a un gesto
crítico, esto de introducir basureros a un lugar institucional de arte, más aún, si este
lugar es un teatro, porque se le atribuye a los objetos ahí dispuestos, una
función escenográfica. Craso error, pensará, puesto que no se trata de un
montaje de teatro, sino de una obra visual que toma prestados elementos
teatrales. Todo eso, lo anota. No se le vaya a olvidar a la hora de hacer su
informe.
La luz es
importante. Es lo más poco teatral que hay. Tiene que querer decir algo. Y el
plástico, por debajo, le da un aire de operación
Copeva, pero invertida. Y pensará en el significado que tiene introducir a un espacio de arte un
objeto banal, vacío, cuando en la ciudad, lo que falta, es precisamente dicho
objeto, lleno, pero de basura. ¡Ah, si! Ha escuchado decir, en los seminarios a
que ha asistido en el mismo Parque, que “el arte señala la falta”. ¡Ya! Tarea concluida.
Pero no.
Nada de eso. Ni verosimilitud, ni simulacro, ni homenaje al vacío, ni disputas
sobre el carácter de lo bello.
Simplemente, era tal la cantidad de agua que caía del techo del teatro,
que tuvimos que poner los tachos de basura para impedir que se inundara. Y para
proteger el piso, pusimos mangas de plástico. La luz no-teatral que fascinó a
nuestro estudiante furtivo correspondía a una iluminación de emergencia.
Nuestra
solución para enfrentar una emergencia confundió a nuestro estudiante y le hizo
pensar que, en efecto, lo que estábamos montando era una soberbia obra de arte.
Lo que la
comunidad porteña debe pensar es en ¿cómo es posible que la obra de
arquitectura más significativa construida en la ciudad en los últimos años, a
un año y medio de uso, se siga
lloviendo? ¿Lloviendo? ¡El agua caía a chorros sobre los focos y el cablerío! Tuvimos que cancelar varias funciones.
El asunto
es más grave. Cada vez que llueve, el techo del teatro se gotea. Pero cuando
llueve fuerte, se gotea más fuerte. Caen chorros de agua.
Ni el MOP
ni la constructora lo han podido resolver. Hemos tenido que soportar a lo largo
del año obras de reparación que, a toda vista, no han sido suficientemente reparatorias. Son
innumerables los correos, las fotos, los reclamos. Pero aquí pasamos a depender del imperio de la ciencia
MOP-constructora. Y claro, nosotros no somos los científicos. Sólo unos usuarios complicados que reclaman mucho.
Debemos
asumir que la lluvia y las
filtraciones en otros lugares significativos de los edificios, son problemas corrientes
que se van arreglando en el tiempo. No sé como se arreglan filtraciones a mitad
de muro de oficinas o se resuelven las pequeñas fracturas de loza.
Bueno, en
términos estrictos, esto se llama INDOLENCIA INSTITUCIONAL. No tiene que ver
con mediación artística sino con probidad en ejecución de los proyectos.
A menos que
el MOP y la constructora hayan resuelto pasarse al campo del arte y producir lo
que se llama una “obra en proceso”. En este caso, deberemos incorporar esta
pieza a nuestra próxima exposición y exhibirla como una obra de autoría
institucional delegada para diferir toda reparación y no hacer cumplir la
boleta de garantía.
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