miércoles, 29 de mayo de 2013

La transfiguración de lo banal

Durante la semana pasada acompañé a un equipo de documentalistas al ascensor del cerro Monjas, donde está instalada la obra de los artistas suizos Lang&Baumann. La visita correspondía a la necesidad de registrar una obra contemporánea, que intervenía el espacio urbano, en el marco de una investigación sobre la belleza.

Por de pronto, lo primero que recordé fue una frase de Arthur C. Danto, en El abuso de la belleza, donde señala que una de las grandes aclaraciones conceptuales de la filosofía del arte del siglo XX ha sido el descubrimiento de que algo puede ser buen arte sin ser bello. Situación que puede ser la causa de un malestar en un público que confunde la belleza con la verosimilitud, con la semejanza o con la imitación.

Es lo que motivó a uno de los niños que descubrí arrojando piedras contra la obra de Eduardo Basualdo. ¿Saben lo que me dijo? “Esta huevada es de mentira; está hecho con plumavit”. Obviamente, el chico no esperaba encontrar ahí unas osamentas reales. Probablemente no deseaba, simplemente, que unas osamentas fuesen fabricadas para parecer osamentas.

En este sentido, la lapidación de la obra expresaba su enorme incomodidad ante algo que era reconocido como obra de arte y que se asemejaba a algo que no era arte. El chico no soportaba  el desprecio a la verosimilitud, porque en ella él buscaba la belleza. Unas osamentas no son bellas. ¡Ese es el punto! Es ahí donde se juega el trabajo de la mediación artística.  

Pero a lo que voy es al hecho que la colocación de unos objetos que no pertenecen al mundo del arte, instalados en un espacio de arte, pueden adquirir el rango de obra. El propio Danto, en La transfiguración de lo banal, afirma que el extraño fenómeno de la transfiguración de un objeto banal en obra de arte reside en el hecho que un autor –artista reconocido- fabrica intencionalmente una cosa que él entiende, de manera premeditada, presentar o imponer como  arte. No hay nada gratuito, sino que una obra es elaborada a propósito de algo: es decir, responde a un proyecto. Pero agrega que la significación de este proyecto no sería posible sin su reconocimiento como tal en un contexto histórico, social y cultural determinado.

Todo lo anterior,  corresponde al tipo de cosas que un profesor de arte dice en el marco de una clase, en la pragmática de una escuela.  Tuve la idea de recurrir a estas distinciones para introducir un tema que afecta nuestro trabajo de mediación y que ha quedado de manifiesto después de las lluvias del 27 de mayo. 


Para explicarme de mejor manera he subido una fotografía, donde cualquier estudiante de arte más o menos informado pensaría que en el teatro del Parque estamos montando una obra, en medio del escenario. Como ya se sabe que en ese lugar se exhiben obras contemporáneas y que todo, en el edificio, puede ser susceptible de convertirse en espacio de exhibición, lo más probable es que la nueva exposición contemple un montaje de obra en pleno centro del teatro.

Muy bien. El estudiante observa la fotografía de la sala y percibe un conjunto de basureros de plástico, con ruedas, sobre unas mangas de plástico, la tapa abierta, ordenados en tres filas, dispuestos en diagonal, con una iluminación a-escenográfica. Todo perfecto. El estudiante saca su cuaderno de apuntes y toma notas. Dibuja el esquema de distribución de los tachos de basura y  piensa que corresponde a un gesto crítico, esto de introducir  basureros a un lugar institucional de arte, más aún, si este lugar es un teatro, porque se le atribuye a los objetos ahí dispuestos, una función escenográfica. Craso error, pensará, puesto que no se trata de un montaje de teatro, sino de una obra visual que toma prestados elementos teatrales. Todo eso, lo anota. No se le vaya a olvidar a la hora de hacer su informe.

La luz es importante. Es lo más poco teatral que hay. Tiene que querer decir algo. Y el plástico, por debajo, le da un aire de operación Copeva, pero invertida. Y pensará en el significado que tiene  introducir a un espacio de arte un objeto banal, vacío, cuando en la ciudad, lo que falta, es precisamente dicho objeto, lleno, pero de basura. ¡Ah, si! Ha escuchado decir, en los seminarios a que ha asistido en el mismo Parque, que  “el arte señala la falta”. ¡Ya! Tarea concluida.

Pero no. Nada de eso. Ni verosimilitud, ni simulacro, ni homenaje al vacío, ni disputas sobre el carácter de lo bello.  Simplemente, era tal la cantidad de agua que caía del techo del teatro, que tuvimos que poner los tachos de basura para impedir que se inundara. Y para proteger el piso, pusimos mangas de plástico. La luz no-teatral que fascinó a nuestro estudiante furtivo correspondía a una iluminación de emergencia.  

Nuestra solución para enfrentar una emergencia confundió a nuestro estudiante y le hizo pensar que, en efecto, lo que estábamos montando era una soberbia obra de arte.

Lo que la comunidad porteña debe pensar es en ¿cómo es posible que la obra de arquitectura más significativa construida en la ciudad en los últimos años, a un año y medio de  uso, se siga lloviendo? ¿Lloviendo? ¡El agua caía a chorros sobre los focos y el cablerío! Tuvimos que cancelar varias funciones.

El asunto es más grave. Cada vez que llueve, el techo del teatro se gotea. Pero cuando llueve fuerte, se gotea más fuerte. Caen chorros de agua.

Ni el MOP ni la constructora lo han podido resolver. Hemos tenido que soportar a lo largo del año obras de reparación que, a toda vista, no han sido  suficientemente reparatorias. Son innumerables los correos, las fotos, los reclamos.  Pero aquí pasamos a depender  del imperio de la ciencia MOP-constructora. Y claro, nosotros no somos los científicos.  Sólo unos  usuarios complicados que reclaman mucho.

Debemos asumir que la lluvia  y las filtraciones en otros lugares significativos de los edificios, son problemas corrientes que se van arreglando en el tiempo. No sé como se arreglan filtraciones a mitad de muro de oficinas o se resuelven las pequeñas fracturas de loza.

Bueno, en términos estrictos, esto se llama INDOLENCIA INSTITUCIONAL. No tiene que ver con mediación artística sino con probidad en ejecución de los proyectos.


A menos que el MOP y la constructora hayan resuelto pasarse al campo del arte y producir lo que se llama una “obra en proceso”. En este caso, deberemos incorporar esta pieza a nuestra próxima exposición y exhibirla como una obra de autoría institucional delegada para diferir toda reparación y no hacer cumplir la boleta de garantía.

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