Para hablar
del Informe de la Situación Concreta desde el PCdV he recurrido al libro de Marta Harnecker, Los conceptos elementales del
materialismo histórico, en su edición de 1970. Nadie podría imaginar que este manual de conversión orgánica
de las intensidades sociales
pudiera ser de utilidad, todavía. El capítulo IX: Modo de producción, formación social y coyuntura política es un yacimiento nocional de valor
inestimable, que determina el carácter de lo que en artes visuales he
denominado –en otros textos- las artes de
la excavación.
Es
preciso regresar a los textos
antiguos de uso común para recuperar los residuos narrativos que sostienen las
actuales ensoñaciones partidarias, en lo que a arte y cultura se refiere.
Pongo en
práctica un método desviado
que utilicé cuando realizaba
estudios en el extranjero y debía enfrentar exigencias académicas inéditas. El
desvío está relacionado con unas formas de encubrimiento de mis propias
falencias, en cuya elaboración puse tanto esfuerzo que, al final, terminaron
por convertirse en una pequeña teoría sustituta, más cercana a la f(r)icción
literaria que a la ficción partidaria.
De este
modo, la re-lectura de los textos antiguos no puede sino ser gozosa, sobre todo cuando se aborda el
estudio de las pulsiones
articulatorias, que operan en la
base de las estructuras regionales,
que a su vez constituyen la estructura global de un modo de producción de
conocimiento.
Encontré en
Librería Crisis, esta mañana, el libro inédito de Primo Levi, La búsqueda de las raíces, en cuya contratapa se puede leer el
siguiente párrafo: “¿Cuánto le deben nuestras raíces a los libros que hemos
leído? Todo, mucho o nada: según el ambiente en el que hayamos nacido, la
temperatura de nuestra sangre, el laberinto que la suerte nos haya asignado”.
Harnecker
declara en su canónico libro que no es siempre el nivel o estructura económica
el que desempeña el papel dominante, como lo pretenden, a menudo,
los vulgarizadores; si bien, la
estructura económica es siempre determinante
en última instancia. La distinción entre papel dominante y papel determinante
es fundamental para el desarrollo de
la tragedia partidaria durante la dictadura y, luego, en el curso de la
transición interminable, para llegar al día de hoy, a concebir el campo cultural como una sub-región
compensatoria de la falta-de-partido.
La acción
cultural del Estado –el protocolo de intenciones denominado política pública- ha sido dominada por una pulsión orgánica preventiva destinada a construir
condiciones de manejo compensatorio del movimiento social. Para diseñar el
levantamiento de este gran aparato de compresión pulsional, ha sido preciso recurrir al empleo de un
léxico accionalista de corte americano, dominado por la adecuación integradora de colectivos vulnerables. En
términos brutales es posible sostener que los “ricos” no necesitan ministerio
de cultura, porque pueden convertir
sin mediación alguna sus gustos privados en política pública. La
mediación es pensada para los otros.
Buscando
respuestas a esta determinación,
no hay nada mejor que abordar una política de gestión desde los efectos
de lectura de Etienne Balibar, el compañero de Althusser en Para leer El Capital, cuando se refiere
a la teoría de la periodización de los modos de producción y a los
desplazamientos nocionales. Lo que
se puede encontrar en este otro yacimiento es una articulación entre objetos
del psicoanálisis y del materialismo histórico, planteados como analogías epistemológicas. De otro modo no hubiese sido posible
formular el desvío nocional que conduce al tratamiento del trabajo cultural
como práctica compensatoria.
Desde hace
una década, el Estado se ha empeñado en levantar una infraestructura cultural
pensada como plan quinquenal, con
una super-estructura cultural
dispensada bajo la forma de un encubrimiento jurídico-político de la pulsión
movimientista.
Todo lo
anterior resume el marco de una inadecuación que asola el trabajo de las
burocracias del encubrimiento, en un momento en que se terminan de construir
redes de centros culturales y de teatros por doquier, haciendo evidente una contracción interpretativa entre
centros culturales orientados a la oferta programática de una
espectacularización blanda y centros culturales diferidos por el imperativo de
un trabajo social inclusivo en
zonas de baja intervención compensatoria del Estado.
¿Cuál es mi
posición frente a esta distinción formulada entre aspectos determinantes y
dominantes de la infraestructura?
Lo que hago es combatir el
accionalismo americano de la gestión subordinada al mercadeo -que domina en la
pragmática culturalista- desde el
nominalismo francés de la ficción
estrategizada.
Al menos,
este nominalismo me permite montar una
teoría zonal de la práctica institucional, en referencia a otras prácticas, en este caso, literarias,
forjadas como situación polémica entre historia individual e historia general.
De este modo, esa teoría zonal aborda la
combinación de acciones de compensación cultural, con acciones de
remodelamiento crítico de las relaciones barriales y con acciones de
interpelación simbólica de los públicos desde el diagrama de ciertas obras de
arte. Esto obliga a disponer de un
instrumental etnográfico-de-bolsillo para el estudio de campo de las
proximidades y lejanías barriales, así como de los procedimientos de
recuperación de problemáticas sociales más globales, a nivel de ciudad, como
las que atraviesan la inversión corporal-imaginaria cotidiana de
los adultos mayores. Finalmente, esto exige de parte de las prácticas
artísticas una disposición relacional
determinada, dispuesta a recomponer
regímenes estéticos ya
inscritos en las prácticas sociales.
Lo anterior
tiene que ver con la distancia que se establece, entre el efecto estético de prácticas que no proceden ni se
reconocen en el campo del arte y el (d)efecto estético de prácticas artísticas
propiamente tales. Esta distancia se verifica, por ejemplo, en la
identificación de problemáticas barriales que afectan la vida de comunidades
específicas, y tienen su expresión en acciones destinadas a construir
relaciones entre un público de mayor amplitud y las comunidades de menor
amplitud. Estas acciones toman cuerpo en formatos diversos, animados por el
principio de producir formas de
fijación temporal de experiencias
simbólicas que modifican el estado de
cosas existente.
Ahora bien:
las acciones precedentemente mencionadas solo pueden ser concebidas mediante
una operación de lectura, que pasaré a denominar análisis de la situación concreta. Es decir, apelo a una vieja costumbre intelectual ya
convertida en verdadero género literario y que se reconoce hoy día bajo el
nombre de Informe de Coyuntura.
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