A estas
alturas del año es preciso hacer un Informe. No un relato de actividades, donde
las cosas aparecen descritas sin relieves. Todas las actividades en el Parque
obedecen a un guión general, a un principio editorial que jerarquiza las
decisiones y las hace operar en la dinámica propuesta por los encuadres de
apertura. Hago un recordatorio: primer año, Sentimental, el cuerpo como
patrimonio; segundo año, Ciudad y Territorio, la edición de habitabilidad
como patrimonio. En relación a
esto último, la elaboración del concepto de muralismo expandido se propone
entregar antecedentes críticos para un debate sobre los derechos de la facialidad
edificatoria y la preservación del mobiliario público. Lo que no significa
que hayamos relegado nuestra preocupación por la corporalidad; muy por el
contrario, los encuadres tienen hoy día un desarrollo paralelo, si bien es en Ciudad y Territorio que
ponemos mayor énfasis. De todos modos, el cuerpo será siempre nuestra
preocupación diagramático. Lo cual implica entender que el Parque es, también,
un cuerpo en obra; un cuerpo obra.
Las tres
piezas de arte que han sido dispuestas en la fachada de los edificios y en la
explanada, ponen el acento en la representación de la corporalidad. Un hombre
se levanta y busca en un mapa. Un hombre excava para desenterrar unos
vestigios. Un hombre es objeto de castigo por hablar con libertad de palabra. Todo lo cual tiene que ver con la
construcción de un discurso de la ciudad: el mapa, las huellas, la verdad.
El trabajo
de Erick Beltrán –Parresía- recurre a
un discurso específico de la mitología, para instalar la idea del riesgo que
aceptan correr los hombres por su decir verdadero. Edgardo Castro, filósofo
argentino, en su Diccionario Foucault (Siglo XXI editores, Buenos Aires,
2011) señala que la parresia es
“una forma de ejercicio del poder a través de la palabra o, mejor, es una
noción que permite articular la constitución política con el ejercicio efectivo del poder“. En este sentido, Erick
Beltrán le atribuye a ciertas prácticas artísticas la tarea de correr el riesgo
de hacer efectiva la articulación precedente. Finalmente, es el riesgo que debe
estar dispuesto a correr una institución cultural en las relaciones entre ciudad
y verdad.
En relación
a esto último, hay un pasaje de Foucault (en El Gobierno de si y de los otros) en que al analizar el libro VIII
de la República, aborda el tema de la
mala ciudad democrática que conduce a la anarquía. Siempre he sostenido que
Valparaíso es nuestro laboratorio greco-latino más eficaz. Broma aparte, la analítica expuesta en
estos escritos y en diversas entrevistas
se ha tenido que enfrentar a la rivalidad de quienes, refugiados en una
ostentosa docta ignorancia, guían sus acciones cívicas de acuerdo a la pregunta
“¿Cómo voy ahí?“.
Mi
principal escollo en la conducción del PCdV ha sido tener que enfrentar “la
lógica de los pingos“. Es
decir, la actividad sistemática de
operadores que habilitan agentes de vigilancia y de obstrucción objetiva, encarnando un logos que rompe su
relación con la verdad, subordinando las acciones a compromisos de secta, sociológicamente
hablando. Cumplir con las lógicas
de secta causa un grave daño a la profesionalización del sector.
Opongo a la
“lógica de los pingos” el rigor de un diagrama de trabajo. Ingresemos
–nuevamente- a la sala de artes visuales, para relevar una obra como la de
Patrick Steeger, Políticas Públicas. Esta podría haber podido asumir el mismo título que el de la obra
de Erick Beltrán. Sobre todo, por
un detalle, que tiene que ver con la sombra acarreada de la torre de
vigilancia. Lo decisivo, en esa obra, más que las huellas de quema, es la
sombra de la estructura dibujada sobre el muro, porque reproduce un retrato del
estado de deseo social, respecto de
la verdad de un programa.
Ahora, por
cierto, la quema es el efecto de
un acto deliberado y remite a la relación de las instituciones con la
vandalización del espacio público.
No es solo la evocación de una torre de vigilancia cívica, sino la
construcción de un acceso a un mirador de incendio forestal, desde donde es
posible apreciar las dimensiones de una “reserva natural”.
¿Qué es lo
que ocurre cuando ya no podemos recurrir a esta noción de “reserva natural”? Lo que queda planteado es la inevitable
y dolorosa certeza de la
existencia de una “reserva
cultural” que ha sido arrasada y de la que solo quedan los restos de la torre
desde la que podían ser “monitoreados“ procesos de manejo de intensidades sociales. ¿No es acaso el secreto destino de
las instituciones culturales?
Esta instalación de madera
que simula ser una torre de vigilancia carbonizada explora, además, la noción de borde fronterizo, de poder
y fragilidad. La fortaleza de la torre como dispositivo de control se desvanece
al ser carbonizada. Ahora bien: el acto de quemarla va más allá de su condición
física, pues “una torre de vigilancia no se quema por accidente sino que nos
sitúa en un acto de violencia brutal: no se quema un objeto sino a una
persona en un acto deliberado desde el exterior, desde la posición del
espectador”, dice el artista.
Aquí,
lo que debe fijar vuestra atención es el dispositivo de proyección de la
sombra. No solo se trata de una toque carbonizada, sino cuya sombra se proyecta
sobre el muro de la galería. Esta es una pieza que repone a circular el mito de
la invención de la pintura. Entonces, hay que poner al estudiante en contacto
con el relato de Plinio El Viejo, en que relata la fábula de la invención del dibujo
a través de la historia de la hija del alfarero de Corinto, que dibuja en el
muro el contorno del cuerpo de su amante que se va de viaje. Es decir, que la
abandona. Y todo esto, para figurar una representación de las políticas
públicas como construcción ilusoria de un abandono compensado. Lo que
está en el centro del problema es la sombra de una política, que a su vez, no
puede darse a ver sino como efecto espectral del escamoteo de una
promesa.
El
problema es que no se desea saber cual es la dimensión de la promesa,
encubierta por la ilusión
inclusiva que trabaja sobre la explotación de las vulnerabilidades de
los otros.
Esto
debe ser el objeto del Informe de la Situación Concreta (por venir).
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